Ese verano las temperaturas eran más altas que en los anteriores. Él estaba leyendo algo bajo la sombrilla en la playa y ella con su teléfono tomaba fotos al mar. Julia no sentía que fuera el mejor momento de su relación con Bruno. Habían tenido una discusión más temprano, ella sospechaba que él había perdido el deseo y él parecía no molestarse ni reaccionar a sus insinuaciones sobre el tema.
El Sol bajaba en el horizonte y ella seguía pensando en sus problemas, fue así que tomó una decisión. Se acercó a él, bajó el libro de sus manos y lo miró fijo. Por un momento dudó si era lo mejor, pero le estampó un beso que llevaba intenciones y pasiones tan añejas como vivas. Sus labios se pegaron con firmeza y ella con la punta de su lengua los rozó. Él aún sorprendido sintió como el calor impactaba en su cuerpo con más potencia que hacía unos minutos. Ella pasó una mano por su cuello, lo acercó y apretó sus senos contra su pecho.
Luego de unos cuantos besos apasionados, ella tomó otra iniciativa. Sostuvo su mano y se incorporó mientras con un gesto le pidió que hiciera lo mismo. Comenzaron a caminar hacia el mar, ella por delante en todo momento. Como hipnotizados por la puesta de Sol que se acercaba entraron al agua y siguieron caminando. A medida que avanzaban el agua empezaba a tapar sus cinturas y ya no había gente delante de ellos, la gran mayoría miraban la puesta desde la arena.
Bruno sorprendió a Julia, luego de unos pasos más se detuvo y la retuvo en sus brazos. Se sintió un tanto aprisionada hasta que él comenzó a besar su cuello, fueron besos suaves, pero revivían el calor que habían sentido bajo la sombrilla. Con sus manos se aferró a su cintura y continuó besándola, aumentando la intensidad y mojando su cuello con cada beso. En brazos de Bruno ella no podía hacer grandes movimientos, pero sí podía estirar su cuello hacia atrás para que los besos abarcaran aún más su piel. Así también le pareció buena idea llevar sus caderas hacia atrás, y pudo sentir placenteramente una erección que fuerte se ajustó contra sus nalgas.
El calor en sus cuerpos se sentía intenso y cada vez se pegaban más, él aprovechando la altura del agua acarició sus muslos. Sintió algo de tensión y Julia dejándose llevar los separó. Bruno se decidió a besar sus hombros y con su mano subir por entre sus piernas, para acariciar con firmeza sobre el bikini. Ella no resistió, gimió suave y con una mano zafó de sus brazos para bajar su prenda. Él fue frotando con movimientos circulares su clítoris y ella separaba más sus piernas. Habían perdido la noción de que detrás de ellos se encontraban decenas de personas.
Con una mano ella atinó a bajar también el short de él, lo hizo rápido y de un solo movimiento, así pudo sentir su erección tan firme y caliente como quería frotándose contra sus nalgas. La excitación que ella sentía era muy intensa, sentía sus dientes en sus hombros, sus dedos en su clítoris y su erección contra sus nalgas. Con sus dedos él comenzó a penetrarla, una y otra vez alcanzando cada vez mayor profundidad. Julia no podía quedarse quieta, fue haciendo movimientos con sus caderas provocando que los dedos de Bruno ingresaran aún más. Al mismo tiempo, su erección se encontraba cada vez más caliente, por lo que con un movimiento la colocó entre sus piernas rozando su vagina.
Con una mano él se dirigió a sus senos y por debajo del bikini fue pellizcando suave sus pezones. Ella se sentía muy húmeda en su interior y él lo comprobaba cada vez que hundía sus dedos dentro de ella rozando sus paredes mojadas mientras se contraían de placer. Julia lanzaba algunos gemidos bajos aunque agudos, de repente Bruno aumentó el ritmo de sus dedos en su interior y ella aceleró los movimientos que hacía con sus caderas.
La erección de él se inquietaba y se erguía cada vez más mientras el calor llegaba en oleadas a su glande. Los muslos de ella se tensaban y la humedad de su entrepierna rogaba salir. Con un rápido movimiento Bruno la penetró con toda su erección mientras frotaba su clítoris. Así provocó el último gemido y el más agudo. Ella estalló de placer mojándo su erección aún más y él no resistió. El placer se transmitió como la electricidad en el mar y él se corrió dentro de ella como un torrente. Las piernas de ella se aflojaron pero él la sostuvo como pudo para quedar rendidos mientras a sus espaldas las personas aplaudían la puesta del Sol.
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