Habla hijo

He querido estar en paz, siempre lo deseo, pero los bagajes del recuerdo me lo impiden, a veces transformado en gritos, otros en incredulidad hacia mi persona, y muy pocas en abrazos. Me atormenta el después, pues ese recuerdo siempre susurra a mi oído que será de mi si él no está y temo a eso, temo porque no sé si después sea libre o simplemente seré más sumiso a la miseria.

El reproche venía acompañado de lagrimas y sentimientos de odio, no podía creer que una persona al que se amara tanto -siendo del mismo sexo- pudiera hacer tanto daño. En mi niñez hacia daño corporal -escribiendo esto alguna vez le pregunte el por qué lo hacía, respondiéndome dijo, creía yo que con eso tomarías carácter, Vaya que lo tome, pero tal vez no de la forma que a él le hubiera gustado-, algunas otras veces me ignoraba o me tildaba de idiota incomprensible, eso si era lo peor, era lo peor porque a mis ojos y oídos no hacia eso con los demás niños de mi misma edad.

En mi etapa de transición de la juventud a la adultez, los conflictos no cesan y se agudizan más, como mencione en las primeras líneas son los recuerdos que no me lo permiten. Pero siempre, en todo lugar hay algún medio para que estos recuerdos se expresen y en mi caso es su forma investida de un autoritarismo militar, una dictadura latinoamericana, en donde el mínimo, cuestionamiento a su persona se es merecedor a la pena de muerte o latigazos, sólo que esta vez él no cuenta con un ejército – que en mi niñez se depositaban en sus brazos y puños- , su estrategia ha cambiado, ahora usa la tortura mental y contra eso aun no he dado ni una respuesta efectiva pues me sigue provocando sufrimiento.

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