Fui testigo del más bello arrebol nunca antes contemplado,

ese rojo tinte difuso en lo que creía grisáceo.

«Serendipia», acogió el fruto de nuestro cruce, creando allí la definición y existencia de algo hermoso e inexplicable sin una búsqueda previa.

Y me perdí, como quien pierde el rumbo en medio de una tormenta en el mar,

un náufrago sin brújula, que sólo auspicia el porvenir.

Inmarcesible se volvió la rosa que te entregué, en sus pétalos el color de tu corazón, y en aroma tú, dulce que me embriaga.

Limerencia, mi estado cuando sin pensarlo me encontré preso de tus encantos, esos que negabas, y por negarlo más te amaba.

Tus defectos, las más bellas virtudes; inocencia, complejidad, incomprensión, vulnerabilidad, virilidad grácil y tus deseos de amar y ser amado.

—Daitaaii.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS