El ruido constante de las gotas de agua que caen en la hoya.

El sutil hilo de viento que entra por la vieja madera de las ventanas.

Los pasos, esos pasos, que se acercan a mí cuarto.

Mis manos que aprietan la almohada.

Y de nuevo solo el ruido de las gotas.

Y esta vez una gota cae en mí frente, tendré que mover de nuevo la cama.

El tiempo pasa y quisiera tanto cerrar mis ojos y poder dormir, pero sé que tampoco hoy lograré soñar esa vida que despierta no logro alcanzar. El gallo canta y yo me levanto, con las manos frías me restriego los ojos. ¿Sabes? Mi vida no es mala, yo soy muy feliz. Solo que algunas cosas han cambiado, creo que fue un error mío. Lo recuerdo como si fuera ayer, el día en el que nos casamos.

Aún me veo, frente el espejo con el vestido de bodas de mi madre, yo era feliz créeme, lo era tanto. Recuerdo nuestras promesas. – Prometo amarte hasta que la muerte nos separe. – Recuerdo salir de la iglesia en sus brazos. Y luego en la casa la alegría de una vida nueva.

Pero después empecé a cometer errores imperdonables, ¿ cómo había podido olvidarme de cuanto odiase los pepinillos ? O dime, ¿ no es grave qué una mujer vaya a la cama sin lavar los platos de la cena cuando su marido ha trabajado todo el día?

Pobre hombre… Y entonces todas las noches ha empezado a salir con sus amigos y cuando vuelve siempre me equivoco, me duermo en el sofá o dejo caer algo cuando entra. Y con esas manos que un tiempo acariciaron las mías ahora golpea mi cara, y con esos pies que cuando dormíamos abrazados rozaban los míos, ahora patea mi estómago.

Pero no me iré, es nuestro secreto, él volverá a amarme y yo quizás deje de pasar las noches pensando en como esconder las huellas de sus golpes.

Yo soy feliz. Lo era más antes pero no lo puedo culpar y sobretodo no escaparé, me han dicho que me equivoco, que debería abrir la puerta y correr, buscar una vida mejor. ¿pero qué y si esto es todo lo que la vida tiene para mi?

Ha pasado una semana, y ayer hice algo que no debía… Él salió como todas las noches y decidí arreglarme, me puse ese vestido azul que tanto le gusta, me lavé el pelo y me hice un moño, me pinté la boca y los ojos.

Preparé una cena deliciosa y me senté a esperarlo, y las horas pasaban, escuchaba solo el ‘tic-tac’ del reloj de la cocina, y la noche se oscurecía aún más, y ‘tic-tac’ él no volvía a casa. Por primera vez en todo nuestro matrimonio lo odié.

Cuando una hora después entró por la puerta mis manos sostenían un cuchillo, el mismo con el que había cortado la verdura de la cena, y mis ojos estaban llorosos por la cólera, pensé que merecía más, y que ¡No! Eso no era todo lo que se iba cruzar por mi camino.

Y con toda la rabia que había acumulado en aquellos años, y con una fuerza que solo entonces descubrí tener, lo acuchillé, justo en el corazón. Cayó en el suelo y vi en su última mirada cuan sorprendido estaba, quizás porque ni el creía en mi fuerza, pero allí estaba el cuchillo en su pecho.

Camino sobre el muelle, es de noche, una noche hermosa, creo que nunca había visto noche tan bella.

El agua está fría, y la luz lejana.

Quizás esta vida no tenga más por darme, la siguiente será la buena.

Valentina Mariucci

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