Espero que algún día encuentres el amor genuino.

En el que no hace falta más que sentir.

Sin modernidad, sin ataduras inventadas, sin exigencia de marketing.

(«Tiene que ser así y asá, sentirse así y asá»).

Espero que no tengas que pensar antes de hablar.

Y que no tengas que guiarte por las reglas del juego impuestas, de las que nadie habla pero todos sabemos.

(«No te ilusiones en tan poco tiempo», «no te muestres vulnerable», «no te enamores tan rápido»).

Espero que no tengas que ponerle un título a todo, si con sentir alcanza.

Y mierda que alcanza.

Alcanza para que, a pesar de ir contra todo lo impuesto, me sienta segura entre sus brazos.

Para que el café sea más rico si lo bate él.

Para que sienta ternura en sus besos.

Para que me den cosquillas cada vez que me dice «te quiero«.

Para que sienta paz cada vez que lo tengo al lado.

O para que tenga que esconder la cabeza en su pecho cuando me pone nerviosa.

Lo que él y yo sentimos manda a la mierda los prejuicios y reglas sociales, y así de corajudo se lanza en picada a un abrazo de reencuentro.

(Aunque sólo hayan pasado algunos días)

Espero que tengas la suerte que tuve yo, y espero que tengas el valor de mandar a la mierda al resto para poder ser libre, y sentir.

Te prometo que lo vale.

Lo vale todo cuando al final del día me espera su abrazo para conciliar el sueño, y cuando aún en la penumbra, hace posible que me sonroje.

Ey, regla del juego, ¿cómo pretendés que no me ilusione en tan poco tiempo?

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