— Me temo que no son buenas noticias — Dijo el médico.

Luz sintió que se le encogía el corazón y se le secaba la boca. No se atrevía a mirarle a la cara, le daba apuro que él notase las lágrimas que le escocían, al intentar retenerlas.

El doctor, un hombre joven, siguió hablando para decirlo todo antes de que su paciente se derrumbara. Le estragaban las escenas de drama en su consulta. Usaba un tono de piedad profesional que consideraba apropiado para estas situaciones: sin dejar el vocabulario propio de la medicina pero con una aparente cercanía.

— Las pruebas genéticas son concluyentes, no dejan lugar a dudas — Continuó — Deberían hacérselas los demás miembros de la familia.

Ahora si, Luz le miró a la cara. Solo pudo ver que sus ojos eran oscuros, tras las modernas gafas de diseño. La mascarilla impedía apreciar ningún otro rasgo. Ni siquiera la voz era clara, a través del pedazo de papel azul lechoso que le cubría la cara. A ella le pareció que era Darth Vader quien le hablaba. Intentó apartar esa imagen de su cabeza. Tenía una tendencia a la fantasía que muchas veces le ponía en situaciones incómodas porque le aparecía una sonrisa en el momento menos adecuado. En ocasiones también se hacía una pausa que inquietaba a su interlocutor, mientras ella conseguía dominar la mente y regresar a la realidad consensuada.

El uso generalizado de la mascarilla, a pesar de la molestia que suponía, le estaba evitando muchos de esos momentos. Era algo que agradecía en su interior.

El médico carraspeó con suavidad para traerla de vuelta, tras lo que pensó que era el tiempo suficiente para que Luz asimilara la información. No imaginaba lo lejos de ese despacho que estaba ella. Incluso del planeta.

De hecho, él se enorgullecía de su ausencia de imaginación. Jamás lo sintió como una carencia, sino todo lo contrario, era una muestra de su personalidad seria y sin grietas. O eso es lo que creía.

— En todo caso, tampoco debe preocuparse mucho. Es una condición un poco molesta pero no es en absoluto doloroso. Trate de no darle demasiada importancia— Remató con una sonrisa invisible, puesto que solo implicaba a sus labios, ocultos tras el aséptico tejido.

— Así que a mi abuela le pasaba lo mismo que a mi madre…— Reflexionó Luz en voz alta.

— Es lo mas probable. Por sus características, es un gen dominante y tiende a aparecer en mas de un miembro de la familia.

— ¿Cómo es que nunca nos habían dicho nada sobre ello? — preguntó Luz — No es la primera vez que lo consultamos.

El joven médico se caló un poco sus bonitas gafas de titanio, antes de contestar.

—Es un descubrimiento muy reciente. Hace apenas dos años que se pudo aislar y empezar a estudiar — Lo dijo con tanto orgullo que parecía haber sido un logro personal.

— Ah. Y ¿Es algo raro? — inquirió Luz, algo cohibida de su desconocimiento.

— No crea, es bastante común, por lo que estamos viendo. Aunque, claro está, todavía no sabemos lo suficiente como para crear una vacuna.

— Yo pensaba que ahora, con esto del virus, las vacunas se hacían en un pispás.

El facultativo se irguió en su silla como si tuviera un resorte en la espalda, no en el asiento, que sí lo tenía. Pensó en lo estúpidos que podían llegar a ser algunos pacientes. Se permitió el desdén en su respuesta. La ignorancia de esta mujer se lo merecía.

— Eso es distinto, señora. No tiene nada que ver con lo que estamos hablando.

Había subido un poco el el volumen, lo que hizo que Luz se amedrentara.

Satisfecho de haberla puesto en su sitio, regresó al tono condescendiente y melifluo.

— Mire, su madre tiene la convicción de que debe tener razón siempre y en todo. Y recurrirá a cualquier cosa para sostener esa posición — dijo, regresando al tema de la consulta — Procure no irritarse mas de lo necesario, y recordar que no puede evitarlo, que es cosa del gen.

— Entonces ¿No puede hacer nada? — preguntó Luz con desmayo.

— Puedo recetarle un ansiolítico a usted. Es probable que lo necesite.

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