Imagínate parado frente a una pared.

Asumamos que a dos metros de la pared.

¿Si algo más? No, nada. Vos y la pared.

El tiempo cero de esta historia, de tu historia, se da en un momento determinado, el cual es dos segundos después de que adquiriste consciencia con el comienzo del relato.

Escuchás el sonido del encendido de un reflector y se manifiesta una luz que en ojos optimistas resulta mediocre.

Supongamos un único foco de luz cálida; orientada hacia la pared, en angulo, por sobre tu cabeza.

En la pared, un marco.

El marco, sin marco; sin embargo, a distancia se percibe profundidad. Si estuviese entre tus capacidades acercarte; al intentar meter la mano, lo atravesarías.

No estas seguro porque no te doy esa virtud; la de la certeza; pero lo atravesarías. No tenes opción; porque eso, esa secuencia que te acabo de describir, esto que te cuento y las palabras que pisan mis palabras son la única secuencia.

Antes de percibirme nada; entonces ¿por que te moverías?. ¿Te moverías?.

No sabes si esperaste cinco minutos o cinco años, ¿por que lo sabrías? Mi descripción te da inicio, fin y contenido; y crea la realidad.

¿Escuchas los pasos? ¡Mira! ¡Mira dentro del marco!

Estaba caminando. Recién lo escuchaste… ¿Quien será?.

Es muy extraña la acción de reconocerse como un individuo y de construirse alrededor de uno, la idea de valor.

Estabas mirando el marco, ¿te acordás? Parece ya no estar, ¿soy yo o es tu propia consciencia manifestándose quien te engaña?

Pero mirá, parece estar la luz. Y ahora te ilumina.

Mirá para abajo; directo a tus pies. Estas caminando y no te diste cuenta.

Esas zapatillas parecen ser pesadas; bastante. Te está costando caminar, ¿creés que tiene que ver con el peso sobre tus pies?.

Desde esta perspectiva es tu conciencia naciendo a partir de tu consciencia,

como representación del pecado natural de creer en el individualismo.

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