Acostado en la cama, mi dolor es la excusa perfecta: no siento culpa por mi inactividad; ser un desecho social no sólo está permitido, sino justificado. En un rato saldré al parque de La Casa a fumar un cigarrillo. Observaré las plantas: la fortaleza de sus tallos, las comisuras de las hojas, la acrobacia de las ramas. Tal vez me abrace al tronco de un árbol. Sí, no hay dudas: mi dolor es magnífico. Evasión perfecta de toda obligación, me regala en privilegio del no-hacer.
(Minutos más tarde, en posición fetal, el cuerpo sobre el piso, veo las cosas de otra manera).
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