Solía escribirte en las páginas indelebles de mi rutina, allí reinabas como diosa inalcanzable y eras mi deleite superficial, pero lo hermoso es pasajero y de esas páginas amarillentas te fuiste diluyendo. Pronto me di cuenta y desperté de mi letargo. Asombrado escribí tu nombre una vez más, en cada pétalo, en cada estrella, en cada atardecer. Hasta inmortalizar tu retrato. Hoy sólo gime tu recuerdo desde el fondo del abismo, lejano, ahogándose entre fríos despojos,hundiéndose para siempre en el ayer, donde ya no hieres. No sé si todavía me late el corazón pero vuelvo la mirada y el sol brilla una vez más.

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