– ¿Entonces has estado allí?
– ¿Allí donde?
– Ya me entiendes…En la Gran Ciudad, la Capital.
– Desde luego que si.
– Dicen que sus altos muros eclipsan el sol de media tarde, y que de sus fuentes de color marfil brota un agua tan cristalina que confundirían su existencia al más…
– No tengo toda la mañana – interrumpió -. Tú entusiasmo es digno de un hombre que busca un lugar idílico bajo las esperanzas de falsas historias contadas por otros hombres, cuya confianza se fortalece por el deseo de encontrar algo opuesto a la miserable vida que ha tenido en su juventud. Sin embargo, y viendo la cruda situación en la que nos encontramos ahora, esta claro que no ansías ir allí, y la curiosidad no es algo que caracterice a alguien con tu destino, así pues…¿Qué quieres saber exactamente?
– Solo quiero dedicar mis últimos pensamientos a un lugar agradable, lejos de este infierno. Me crié en Rottenwood, mi padre era leñador como casi todos, y el trabajo en los largos inviernos del Norte suponía una importante barrera para comer. Cuando me hice un hombre me fui al Sur y formé una familia cerca de Crascow, Perdí un hijo asesinado a manos de orcos en la III Guerra por la frontera de los Siete Picos. El famoso general Broce Liank y los soldados imperiales me trajeron su cuerpo en un saco y su cabeza en otro.
– ¿Pensáis que Doverheim es un lugar agradable por ser el hogar del rey y la capital del Imperio? Son los mismos que os han traído hasta aquí, no les debéis ni vuestros últimos recuerdos por lo de vuestro hijo.
– No es por mi hijo. Mi mujer falleció poco después, y tras quedarme solo con mi hija se la entregué como mano de obra para las labores en los cuarteles y palacio, con el fin de que tuviera una vida mejor que la mía. Luego me uní a un grupo de mercenarios, más dedicados a robar y fornicar pueblerinas que a sus servicios, pero un hombre debe sobrevivir. No estoy orgulloso de mis actos, aun así me gustaría morir sabiendo que donde está es un buen lugar.
– Como decía…una juventud bastante miserable. Pero este no es lugar para juzgar a ningún hombre ¿No crees? Esto no va a ser una historia agradable amigo, ¿Cuanto le queda?
– Hasta que llegue el verdugo supongo.
– Bien. No pensaba empezar esta conversación, pero la verdad es que es su historia ha hecho que cambiara de opinión hace unos dos segundos:
Nací en Raven Rock, en un burdel cerca de la posada El Enano Errante. Mi madre era puta, a mi padre no le conocí. Con cuatro años me vendieron a una organización que trabajaba en los bajos fondos de la ciudad conocidos como los hijos del cuervo; mercenarios como tú, traficantes de joyas y otros negocios poco relacionados con la ley. Fui entrenado como asesino a sueldo prácticamente desde que tengo memoria, y en una ocasión recibí un encargo en la Capital. Yo tendría unos veintidós, pero recuerdo perfectamente el día que cruce aquellos muros. Su portón principal es una importante entrada a mercaderes y viajeros, controlados y cacheados durante el día y con al menos dos decenas de centinelas por la noche. La ciudad tiene dos niveles bien diferenciados; en la posición superior se encuentra el palacio de los antaño reyes dragón, actualmente con Raimy De´Drakenvhan en el trono, cuyas cristaleras y torreones dibujan al ocaso una corona de flagrantes espinas doradas cuando les golpea los últimos fragmentos del sol. La catedral se encuentra un poco más abajo, donde para llegar es necesario subir una escalera de mosaicos que cuentan la historia de la ciudad, cuyo brillante acabado refleja en su suelo las gárgolas talladas en los muros. Está muy limpio. Quizás demasiado. Recuerdo que los pétalos que bañaban sus calles por el otoño desaparecían al día siguiente. Era todo tan silencioso. Sin temor. Sin vida.
– No es tan «idílico», pero sigue pareciéndome un buen lugar.
– Aún no he terminado. – Se acomodó bajo una sonrisa picaresca -. Mediante vas bajando se encuentra la verdadera capital, el pueblo que respira y vive a la sombra del gran Imperio que vela por nuestra seguridad a cambio del diezmo, algo insignificante por lo que merece la pena pasar hambre. La calle principal huele a pan recién horneado por la mañana y tarta de Nadaria por la tarde. O puede que me enamorara de su cocina y todo oliera a cloaca, no lo se, tampoco es importante. Todo lo que cuentan sobre ella son mentiras, salvo lo de sus murallas que ocultan la luz. Cuanto más bajas por sus cuestas peor es el nivel de vida y mas lúgubre se vuelven sus calles. Los niños allí abajo juegan a cazar ratas, robar a ancianos y llevarle comida a las mujeres que realizan su buena voluntad con el prójimo para sobrevivir. ¿Todo va sobre eso no amigo? Sobrevivir.
– Imagino que si.
– Cuando cumplí con mi trabajo, me quede allí una temporada y una noche cualquiera decidí relajarme un rato. No en ese oscuro lugar, pero tampoco en los lujosos altos de la ciudad, cuando se es joven eres menos exigente. En aquella taberna había una chica, pelo rubio y ojos oscuros pero brillantes como el crepúsculo. Era muy joven, puede que más que yo, tenia unos muslos suaves como el terciopelo, no olvidaré jamás esa noche puede creerlo. Lo curioso fue que cuando me dispuse a pagarle ella me detuvo. Pensé que sentía algo por mi, pero nada más lejos de la realidad, esa mujer era lista. Sabía a que me dedicaba y me dijo que no me costaría nada a cambio de un favor, que incluso ella dudaba de que se pudiera cumplir.
– ¿Una prostituta norteña que no cobra? eso si que suena a una mentira. – rió.
– Desde luego coincido, pero le sorprendería lo que una chica en su situación estaría dispuesta a hacer. Me dijo que no llevaba mucho tiempo en la ciudad, su familia había sido cruelmente asesinada por su padre cuando se enteraron a que se dedicaba por las noches. Ese tipo descuartizó a su madre, degolló a su hermano, y a ella tras violarla la vendió a un traficante de esclavos sureño de Crascow. Se dejó fornicar gratis a manos de un asesino al que no conocía de nada a cambio de que éste tuviera la suerte de cruzarse con su padre algún día y devolverle el favor. Y unos años después… me encuentro en una celda al borde del juicio final con ese hombre. ¿no le resulta hasta poético?
– ¿Cree que yo soy el padre de esa desgraciada por el simple hecho de que ambos eramos de Crascow?
– No he dicho que el motivo sea Crascow. Tu historia resulta convincente, cualquier hombre con los días contados la creería, sin embargo mentiste en algo muy importante. ¿Quieres saber por qué se que eres el padre de esa puta amigo?
– …
– Porque el trabajo que me encomendaron en Doverheim era asesinar al general Broce Liank. Pero no pienso mancharme las manos de sangre contigo, como siempre digo…el verdugo también tiene que comer. Cuando llegues al infierno saluda a tu familia de su parte hijo de puta.
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