FEMINISMO VS EL MACHISMO

FEMINISMO VS EL MACHISMO

ilver villasmi

16/12/2024

Y ella decía: “Tienes ciertas preferencias porque así debe ser, porque así es como siempre ha sido.” También decía: “Tus oportunidades deben ser las mías, porque somos iguales. No importa quién seas tú; yo soy igual que tú.” Y afirmaba con firmeza: “Lo que tú haces, yo también lo hago con facilidad.”

Él, tranquilo, respondía: “Soy más fuerte que tú, y soy mejor porque puedo hacer más cosas con mayor destreza. La mayoría de las cosas en la vida ocurren por nosotros, y es por eso que el mundo avanza.” También decía: “¿Por qué ahora quieres eso que antes no querías? ¿Por qué ahora deseas lo que antes no te interesaba?” Continuaba con ironía: “Ahora lo buscas porque yo lo tengo, pero no porque realmente lo desees. Es solo tu ego quien lo pide.”

Y así pasaron meses, años, décadas. Esos dos mundos, esas dos visiones, seguían en disputa. Él y ella, cada uno defendiendo su verdad, su posición, su orgullo. Pero, al final, todo lo que lograban era separarse más y más. Dos bandos que avanzaban en direcciones opuestas, incapaces de encontrar un punto en común.

En lo profundo, muy dentro de ellos, un sentimiento persistía, un susurro silencioso que decía: “Te extraño.” Pero el ego había crecido tanto, tanto, que se apoderó de sus pensamientos, de sus cuerpos, de su voluntad y de sus acciones. Y así, siguieron aislados, atrapados en su lucha interminable, mientras el tiempo los consumía.

Décadas después, en medio del silencio de su soledad, algo cambió. Ambos comenzaron a entender, a ver con claridad lo que siempre estuvo ahí: sí, son iguales, pero comparten una esencia distinta. Comprendieron que, aunque pueden lograr cosas similares, no necesitan ser idénticos. Porque la diferencia es lo que los une, lo que los complementa, lo que los fascina.

Él empezó a mirar lo que la hacía única, esa delicadeza que no tenía que ver con fuerza, sino con la profundidad de su ser. Ella comenzó a valorar su protección, no porque la necesitara, sino porque la aceptaba como un acto de amor, no de superioridad. Porque él quería acariciarla, y ella deseaba ser acariciada. Porque ella anhelaba protección, y él encontraba propósito en protegerla.

No era cuestión de debilidad ni de miedo. No se trataba de que ella no pudiera hacerlo por sí misma ni de que él creyera que debía salvarla. Simplemente, era así. Así es como se entendieron. Así es como hallaron armonía.

Porque en esa diferencia está el verdadero balance: la plenitud, la belleza, la conexión. En lo distinto está lo trascendente, lo eterno. Ella y él, juntos, compartían algo más grande: la creación, la procreación, el propósito. Descubrieron que no había necesidad de pelear para ser iguales, porque ser distintos es lo que hacía maravillosa su unión.

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