EPÍLOGO

¿Has pensado alguna vez cómo ibas a morir y quién te iba a matar?

Esta idea nunca ha pasado por mi cabeza, aunque los últimos meses mi vida estaba corriendo un grave peligro y yo no paraba de implicarme más y más en aquel caso que tan destrozada me tenía y que me había terminado de separar de mi familia por completo sin apenas darme cuenta.

12.30 horas del 1 de julio del 2020. Madrid

Llevaba lloviendo desde la noche pasada, pero justo a 12.30 comenzó a caer la mayor tormenta que hacía muchos meses que no se veía por Madrid.

Todos mi familiares y amigos estaban esperando mi llegada a la iglesia donde mis padres habían decidido celebrar mi funeral, pero entre todas aquellas personas destacaba él, mi amado John, sentado en la primera fila sujetado por mi hermana Isabel sin parar de llorar desde el día en el que se enteró de la fatídica noticia de mi misteriosa y cruel muerte.

9.00 horas del 27 de junio del 2020. Inglaterra

John, como todas las mañanas estaba sentado en la mesa de la cocina junto a nuestro gato Dark, con su café en la mano y leyendo las noticias en el periódico. Nunca se paraba a mirar las páginas de los asesinatos y tragedias en Inglaterra, pero ese día algo le llamó la atención y frente a sus ojos apareció la imagen de una de las personas que más había querido en toda su vida.

12.45 horas del 1 de julio del 2020. Madrid

La gente no sabía quién era aquella persona que había aparecido justo cuando comenzaban a sonar las campanas y mi ataúd entraba por la gran puerta de aquella iglesia. A cada campanada, la sombra daba un paso hacía delante, hasta acabar de situarse en una de las esquinas con una cámara colgada del cuello dispuesto a grabar todo lo que iba a ocurrir en ese lugar y a una hora en concreto.


CAPÍTULO 1. HELENA VELÁZQUEZ

¡Hola! Soy Helena Velázquez y según tengo entendido soy una de las protagonistas de la gran historia que gira alrededor de este libro y ya que han dedicado un primer capítulo para mí, voy a aprovecharlo para presentarme y hablaros un poco sobre mí.

Mis padres se llaman Pilar y Roberto, y tengo tres hermanos más: Carlos el pequeño, y luego están las gemelas Isabel y Rocío, dos años mayores que yo. Los cinco hemos vivido siempre juntos hasta que las gemelas se casaron y tan solo quedamos Carlos y yo junto a nuestros padres en aquella gran casa en una de las zonas más ricas y exclusivas de Madrid. Se compraron esa casa cuando les tocó la lotería y decidieron invertir en el mundo mobiliario para tener un lugar amplio donde todos juntos pudiéramos vivir alejados de los continuos ruidos del centro de Madrid.

La Helena que todo el mundo conoce es alegre, simpática y una chica dispuesta a arriesgarlo todo en cualquier momento cuando su familia o sus amigos la necesitan. Pero, no siempre soy así, debido a la carrera que escogí, en la mayoría de las ocasiones estoy en alerta y me cuesta mucho confiar en la gente. Desde pequeñita era una niña que no paraba quieta y que siempre estaba hablando con la gente que se encontraba a mí alrededor, me gustaba saber que es lo que estaba haciendo todo el mundo y explorar el entorno en el que vivía.

Hace unos meses que me traslade por motivos de trabajo con mi novio John y nuestro gatito Dark a un pisito en el centro de nuestra ciudad preferida: LONDRES. Nunca pensé que llegaría a vivir en esta bonita ciudad a mis 27 años ya que hace apenas tres meses me encontraba viviendo en la casa de mis padres en Madrid, pero conocer a John me cambió la vida desde un principio y pude comenzar, junto a él, a hacer realidad y vivir todos aquellos planes con los que siempre había estado soñando.

Una noche de principios de enero cuando decidí salir con mis amigas de fiesta por Malasaña es cuando verdaderamente mi vida comenzó a dar un giro de 360º grados al conocer a John. Desde que había terminado mi carrera y con un buen puesto de trabajo en una de las agencias más conocidas de Madrid tan solo me había dedicado en cuerpo y alma a resolver todos y cada uno de los casos que me eran asignados. Nunca paraba de investigar hasta que tenía un caso resuelto y hasta que mi equipo de investigación había dado con todas las piezas que encajaban para poder ayudar a las personas que acudían a nosotros.

Pero esa noche de enero, algo cambió al conocer a John, desde un primer momento sentí que mi vida comenzaría a tener otro sentido y que podrá ser feliz junta a esa persona, llevar otra vida y no estar siempre bajo los ojos de mi familia.

3.45 horas del 1 de abril del 2020. Londres

– Hola, ¿quién es? ¿quién llama a estas horas de la madrugada?

-Después de esta llamada quiero que rompas y tires tú móvil, no hagas preguntas y espera las siguientes  llamadas. Dijo una voz grave al otro lado del teléfono.

 – Pero… ¿quién es? No entiendo nada, ¿qué ocurre?

 – Su hermano está a punto de morir. Son las últimas palabras que escuche antes de que me colgaran.


CAPÍTULO 2. MI PRIMER TRABAJO

Hacía apenas una semana que había terminado mi carrera y gracias a mi ejemplar y exitoso trabajo de fin de grado conseguí que uno de los más poderosos y conocidos ejecutivos del espionaje me concediera mi primera entrevista de trabajo.

Aquella mañana me había despertado más temprano de lo normal para arreglarme y repasar en mi cabeza todas aquellas respuestas que se me ocurrían para las preguntas que me podrían hacer durante la entrevista. Estaba algo nerviosa, pero las ganas de encontrar un trabajo y lo segura que estaba de mi misma, hicieron, junto con una tila que mis nervios se calmaran.

– Hija, ¿Has terminado? El taxi pasará a recogerte en 15 minutos. Grito mi madre desde el primer piso.

– Dame 5 minutos más. Contesté desde el baño de mi habitación.

    Tan solo eran las 10.30 y la entrevista no la tenía hasta las 12.00, y de casa de mis padres hasta el gran edificio se tardaban 20 minutos en coche. Quería llegar con tiempo de sobra y tomarme un café en el Starbucks de enfrente, una de mis cafeterías preferidas.

    – Vaya cariño, ese traje que compraste con tu madre es ideal para esta ocasión, estoy seguro de que te van a contratar. Dijo mi padre sentado en la mesa de la cocina con una gran taza de café en la mano.

    – Muchas gracias papá, ¿Dónde están mamá y Carlos?

    – Han entrado un momento al despacho, pero me han dicho que no te fueras sin despedirte de ellos.

      Los esperé sentada junto a mi padre mientras hablábamos de las noticias que esa mañana estaban dando en el telediario y aproveché para comer algo, no quería ir con el estómago vacío.

      – Aquí está mi querida hermanita, tan guapa como siempre.

      – Anda Carlos, no empieces con tus tonterías y dame un beso que el taxi me está esperando fuera.

      – Espera espera. Se escuchó una voz bajando a toda prisa por las escaleras.

        Mamá entró en la cocina con su bata de estar en casa y un pequeño paquete en una de sus manos. Me dió un beso en la frente y me lo entregó.

        – Para ti, espero que te dé suerte en tu primera entrevista. Dijo con su suave voz.

          Al abrir la caja me encontré con un pequeño colgante en forma de búho, mi madre, siempre nos decía a mis hermanos y a mí que estos animales eran signo de que algo bueno nos iba a pasar.

          – Oh mamá, no tenías que regalarme nada, muchas gracias. Dije mientras me resbalaba una lágrima por la mejilla.

            Fuera en el jardín, escuchamos el claxon del taxi, había llegado la hora que tanto llevaba deseando desde el día en el que recibí la primera llamada desde aquellas oficinas.

            Sentada en una mesa de Starbucks podía observar como no paraba de entrar y salir gente de aquel gran edificio de 12 plantas, dedicadas cada una de ellas a un tipo diferente de espionaje y donde yo, si tenía suerte, podría tener mi propio despacho.

            Aún quedaba media hora para que dieran las 12.00, pero tenía tantas ganas, que decidí pagar mi café y dirigirme a las oficinas. En el correo que había recibido hace dos noches me decían:

            “Buenas noches señorita Velázquez, es un placer recordarle que en dos días la recibiremos en nuestras oficinas para realizar la entrevista prevista.

            Acuda a la planta 3 a las 12.00 en punto y pregunte por el señor López.

            Un saludo, esperemos vernos pronto”.

            Cristina Prados Val, secretaria de la 3ª planta.

            Lo primero que me llamó la atención al entrar en el gran edificio fueron sus altos techos y enormes lámparas colgantes. Corrí hacía el ascensor que acababa de abrir sus puertas y pulsé el número 3. Junto a mí, subían 15 personas más, me puse un poco nerviosa al pensar que todas ellas también venían para optar al mismo puesto que yo, pero cuando el ascensor se abrió en la 3ª planta tan solo se bajó una persona.

            – Buenos días, soy Helena Velázquez, tenía cita con el señor López en media hora.

            – Buenos días señorita, pase a esa sala de la derecha y espera a ser llamada. Me contestó la chica rubia tras el mostrador.

              Apenas llevaba 10 minutos en aquella sala cuando una chica alta, delgada y morena entró.

              – Buenos días, ¿Es usted la señorita Velázquez?

              – Si, soy yo.

              – Acompáñeme por favor.

                Recorrimos el largo pasillo hasta llegar a uno de los despachos en cuya puerta había un gran letrero en el que había escrito: J. López.

                – Disculpe señor López, la señorita Velázquez ya está aquí. Dijo la secretaria tras tocar tres veces en la puerta y abrirla.

                – Oh, que bien, hazla pasar. Contestó una voz masculina.

                  Sentado en un sillón y tras una mesa me esperaba un hombre de unos 68-70 años con el pelo totalmente canoso y con una gran sonrisa.

                  – Buenos días señor López, soy Helena Velázquez, encantada de conocerle.

                  – Oh por favor hija mía, tutéame y llámame Ignacio.

                    ¿Ignacio pensé? No podía ser, o me había equivocado de planta o la secretaria me había traído a otro despacho.

                    – Hola Helena, perdona porque esté yo aquí y no mi hijo. John tenía unas reuniones y no ha podido cancelarlas, pero yo estoy encantado de poder conocerte y hacerte la entrevista. Siéntate en esa silla por favor.

                    – No se preocupe señor. Dije un poco tímida.

                    – Oh vamos, recuerda, Ignacio y tutéame.

                    – Perdón Ignacio. Contesté con una sonrisa.

                    – Está bien Helena, comencemos.

                      La entrevista duró 1 hora aproximadamente, se me pasó volando, Ignacio era un gran hombre y una persona que me hizo sentir segura y tranquila en todo momento. Me hizo muchas preguntas que contesté sin problema alguno y de las cuales, por su cara, me pareció que le gustaban las respuestas.

                      – Enhorabuena Helena, estás contratada. Se que apenas tienes experiencia y que acabas de terminar la carrera, pero tus notas y tú trabajo de fin de grado lo dicen todo, además de que eres una persona encantadora y se te ven con muchas ganas de trabajar.

                      – ¿De verdad? No me lo puedo creer, esto es maravilloso.

                      – Anda levántate y dame un abrazo. Me dijo Ignacio con entusiasmo.

                      – Muchas gracias, no sabes cuánto te lo agradezco.

                      – Helena, espera aquí un momento que vaya a por tu contrato para que lo firmes y el lunes puedas ya empezar.

                      – De acuerdo.

                        Lo primero que hice tras salir del edificio fue llamar a mis padres y poner un WhatsApp por el grupo de mis mejores amigas “las musas”. No me lo podría creer, ya había conseguido mi primer puesto de trabajo y ni más ni menos como jefa de la novena planta dedicada a los casos de espionaje sobre asesinatos.

                        Con lo que no contaba es que con la asignación a esa planta, dentro de unos cuantos meses, se presentaría ante mí uno de los casos más duros con los que me podría llegar a encontrar.


                        CAPÍTULO 3. CARLOS VELÁZQUEZ

                        Carlos, es mi hermano pequeño de 22 años y con el que siempre, desde pequeños, hemos sido inseparables. Cuando mis padres nos dijeron a mis hermanas gemelas y a mí que íbamos a tener un hermano, recuerdo que fue uno de los mejores días de mi vida.

                        – Isabel, Rocío, Helena, bajar un momento al salón, vuestro padre y yo tenemos algo que deciros.

                          Sentadas sobre el suelo del gran salón nos dieron la gran noticia, a mis hermanas no les pareció del todo bien, volver a tener otro hermano pequeño al que oír llorar todas las noches no les parecía una buena idea.

                          – Yupi, por fin un nuevo hermanito. Dije yo saltando de alegría.

                            El día en el que mis padres volvieron del hospital con el recién nacido yo los llevaba esperando dos horas en el jardín.

                            – Ya estamos en casa. Dijo mi padre al salir del coche y verme sentada en el porche de nuestra casa.

                            – ¿Dónde está, dónde está? Quiero cogerlo y abrazarlo. Grité mientras iba hacia ellos saltando de alegría.

                              Cuando llegué al coche vi como mamá salía con el bebé en brazos, ese fue uno de los momentos más maravillosos que siempre había deseado, por fin tenía un hermano pequeño con el que jugar, contarle mis cosas y enseñarlo todo lo que sabía.

                              Desde el día que Carlos llego a casa, no me despegué de él, me pasaba todo el rato a su lado, me era imposible separarme de él, cuando llegaba la hora de ir al colegio siempre me ponía a llorar.

                              – No me quiero ir, si Carlos se queda en casa yo también.

                              – Cariño, tienes que ir al colegio para aprender cosas nuevas y luego enseñarlas a tu hermano. Me decía siempre mi madre cuando me entraba una de mis rabietas.

                                Cuando Carlos se hizo más mayor y ya podía de dejar de dormir con nuestros padres, nos compraron una litera que colocaron en mi habitación.

                                – Helenita, por fin podemos dormir juntos y pasar toda la noche leyendo cuentos. Me dijo mi hermano la primera vez que vio su nueva habitación.

                                – Yuju, me pido la cama de arriba para vigilarte.

                                  Desde que empezó a hablar siempre me llamaba Helenita, y yo era tan feliz de que se hubiera aprendido antes mi nombre que el de mis dos hermanas mayores.

                                  Siguieron pasando los años, y ambos nos hicimos adolescentes, aunque teníamos amigos diferentes, siempre hacíamos cosas juntos. Decidimos que un fin de semana al mes lo reservaríamos para nosotros dos y poder hacer excursiones, ir al cine, a cenar, conocer lugares nuevos….

                                  Mi hermano, era una persona alegre, cariñoso y siempre atento y dispuesto a ayudar a los demás, no sé porque lo tuvieron que asesinar esa noche.

                                  El día en el que anuncié a mi familia que me había comprado una casa con John en Madrid y que durante unos meses nos teníamos que ir a vivir a Londres por temas de trabajo, Carlos se puso muy triste, incluso se pasó un día enfadado conmigo y sin hablarme.

                                  – Jo Helenita, ¿Por qué te tienes que ir?

                                  – Carlos, no puedo quedarme siempre viviendo en casa de mamá y papá, ahora estoy con John y tengo que hacer otra vida junto a él.

                                  – Pero Helenita, me dejas aquí solo con ellos.

                                  – No te preocupes, van a ser tan solo unos pocos meses, en nada estaré de vuelta.

                                  – Si ya, pero no volverás a esta casa. Me dijo con voz triste.

                                  – Sabes que vas a poder a venir a mi nueva casa siempre que quieras, está tan solo a cinco minutos. Le respondí a la vez que le daba un abrazo.

                                  ¿Quién es el culpable? ¿Por qué lo mataron a sangre fría? ¿Tenía mi hermano problemas? ¿Estaba metido en algún asunto turbio en el que su vida peligraba? ¿Por qué decliné su invitación aquella noche de su cumpleaños? Todas aquellas preguntas no paraban de revolotear por mi cabeza y el problema, es que no encontraba la respuesta a ninguna de ellas, por más que buscaba e investigaba cada día sin apenas dormir.


                                  CAPÍTULO 4. PRIMERAS SEMANAS EN LA OFICINA

                                  El lunes me presenté a las 7.30 de la mañana en el gran edificio, no entrábamos a trabajar hasta las 8.30, pero Lorena, la secretaria de mi planta me había mandado un correo la tarde del sábado.

                                  Hola Helena, soy Lorena López, la secretaria principal de tu planta. Ignacio me ha dicho que comienzas a trabajar con nosotros este mismo lunes. En primer lugar, enhorabuena, con nosotros vas a estar muy a gusto, somos todos como una familia. ¿Qué te parece si quedamos el lunes a las 7:30 en recepción y te hago un tour para que conozcas las instalaciones?

                                  Un saludo, nos vemos pronto.

                                  Lorena López Sanz, secretaria de la novena planta.

                                  El móvil me avisó de que un nuevo correo del trabajo me había llegado, cuando terminé de comer, subí a mi habitación y desde el ordenador contesté.

                                  Hola Lorena, estoy deseando empezar a trabajar con vosotros. El lunes a las 7.30 allí estaré. Muchas gracias por ofrecerte a ayudarme en mi primer día.

                                  Un saludo, encantada.

                                  Helena Velázquez Muñoz, jefa de la novena planta.

                                  Pasé todo el fin de semana celebrando con mi familia mi primer puesto de trabajo. Las gemelas y sus maridos vinieron el sábado y se quedaron hasta el domingo por la tarde. Hacía unos cuantos meses que no nos veíamos, pero por fin nos volvíamos a juntar todos.

                                  Mi familia se había puesto de acuerdo para hacerme unos regalos, mi hermano Carlos un pack de plumas, mis hermanas un maletín y mis padres un par de tacones nuevos. Una de mis pasiones era coleccionar zapatos de tacón, tenía un armario entero lleno de ellos.

                                  Lunes, 7.30 de la mañana

                                  – Buenos días, ¿Eres Helena? Dijo una chica pelirroja vestida con un bonito vestido negro por las rodillas y unos zapatos rojos MiuMiu.

                                  – Hola, si soy yo, Helena Velázquez.

                                  –  Encantada de conocerte, soy Lorena.

                                  – Igualmente. Le conteste a la vez que le daba dos besos.

                                    Lorena me hizo uno de los mejores tours que me habían hecho nunca, me enseñó todas las instalaciones del edificio que seguramente era más posible que pudiera usar. La planta novena me la enseñó en su totalidad y con todo detalle ya que era en la que iba a pasar la mayoría del tiempo. Y por último, como aún quedaba media hora para comenzar a trabajar, me presentó a todas las secretarías de las doce plantas por si en algún momento necesita recurrir a ellas, aunque Lorena se ocuparía de todo lo que necesitara.

                                    Mi despacho se encontraba al final del pasillo, junto a la sala de las fotocopiadoras. Era una sala grande, mucho más de lo que me podía haber imaginado, estaba dividida en dos estancias, en la del fondo se encontraba una mesa con un gran sillón, un ordenador y otras dos sillas para recibir visitas. En la entrada a la derecha había dos sofás y una mesita.

                                    – Helena, ya están todos tus compañeros, ¿quieres salir ahora a conocerlos? Me dijo Lorena.

                                    – Por supuesto, lo estoy deseando. Contesté mientras me levantaba del sillón.

                                      Todos mis compañeros tenían sus correspondientes mesas en una sala que estaba a la derecha junto al ascensor, ninguno tenía su despacho propio. En total eran 5 personas, 3 chicas y 2 chicos.

                                      – Chicos, atenderme un momentito que os voy a presentar a la señorita Velázquez, nuestra nueva jefa.

                                      – Oh, Lorena, nada de señorita Velázquez, soy Helena, para todos Helena. Dije sonriendo.

                                        Fueron presentándose uno a uno y contándome cuál era la función que desempeñan y cuáles eran las tareas de las que se solían ocupar.

                                        Víctor y Aroa eran los informáticos, Luis el criminólogo, Sofia agente del FBI y Cecilia era licenciada en espionaje como yo.

                                        – ¿Qué os parece si vamos a la salita y nos tomamos un café y me ponéis al día con los casos pendientes o con los que estáis investigando?

                                          Muchos de los casos eran derivados directamente de la policía, pero otros eran de carácter personal a través de personas que pedían cita y acudían a nosotros.

                                          – Eso estaría bien, así nos vamos conociendo un poco más. Contestó Aroa.

                                            Mientras nos tomábamos un café y unas pastas que les había traído por ser mi primer día de trabajo nos pusimos al día con los casos y comenzamos a conocernos un poco más.

                                            Las semanas fueron pasando y yo estaba cada vez más integrada, hacíamos un gran equipo, ya habíamos resuelto algunos casos pendientes y estábamos poniéndonos al día con otros cuantos.

                                            – Helena, ¿Cómo estás? Dijo Ignacio mientras abría la puerta de mi despacho.

                                            – Hola Ignacio, muy bien, estoy muy adaptada y mis compañeros son maravillosos.

                                            – He venido para pedirte disculpas en nombre de mi hijo por no haber venido aún a presentarse, pero lleva cuatro semanas de viaje en las otras oficinas que hemos construido hace poco.

                                            – No te preocupes.

                                            – La semana que viene estará de vuelta y os podréis conocer.

                                            – Será estupendo, hablaré con Lorena para que nos reserve un día para poder conocernos y ponerle al día con las cosas que han estado pasando por aquí.

                                            – Así me gusta, sigue haciendo un buen trabajo y resolviendo casos.

                                            – Muchas gracias.

                                            – Nos vemos en otro momento Helena, he quedado con mi mujer y con mi otra hija para comer y no quiero llegar tarde.

                                            – De acuerdo Ignacio, nos vemos.

                                              Era viernes, y este fin de semana había quedado con mis tres mejores amigas para celebrar mi puesto de trabajo, iríamos a cenar a uno de nuestros lugares favoritos de Madrid y luego saldríamos a tomar unas copas.

                                              Este fin de semana cambiaría mis días, conocería al amor de mi vida y nunca pensé que desde los primeros días de conocer a alguien lo podría ya querer tanto y de tal manera que haría cualquier cosa por él.


                                                CAPÍTULO 5. MALASAÑA-A

                                                Llevaba ya más de un mes trabajando en el gran edificio y por una causa o por otra mis amigas y yo aún no habíamos tenido tiempo de celebrar mi nuevo trabajo. Aunque hablábamos todos los días por nuestro grupo de WhatsApp y solíamos quedar siempre una o dos veces para vernos por semana, estos últimos días nos había sido imposible coincidir las cuatro juntas y nuestra primera regla de amigas era que nunca podía faltar una de nosotras para celebrar algo o contarnos un nuevo cotilleo.

                                                – Mamá, esta noche no cenaré en casa, he quedado con estas por Malasaña. Dije bajando por las escaleras con las llaves del coche en la mano.

                                                – Esta bien hija, no te preocupes, sal y diviértete.

                                                – Ten cuidado y no bebas mucho, llevas el coche. Dijo mi padre, siempre preocupándose por mí.

                                                – Por cierto, ¿sabéis dónde está Carlos? No le he visto en todo el día

                                                – Salió de casa por la mañana, nos dijo que no volvería hasta el domingo, que se iba con unos amigos de fin de semana. Contestó mi madre antes de darme un beso en la frente.

                                                – Ah, no me lo había dicho. Bueno, no pasa nada. Nos vemos mañana para ir a comer a casa de la abuela.

                                                  Cuando entre en el restaurante Diana y Vera ya estaban sentadas en nuestra mesa favorita con una copa de vino en la mano. Como no, faltaba Aroa, que nunca llegaba puntual, siempre le surgía algo que le hacía retrasarse una eternidad.

                                                  – Hola chicas, ya estoy aquí. Dije al llegar hasta la mesa donde estaban sentadas.

                                                  – Enhorabuena. Contestaron las dos a la vez y se levantaron a darme un gran abrazo.

                                                    Pedí otra copa de vino blanco al camarero mientras seguíamos esperando a que Aroa viniera para cenar todas juntas.

                                                    – Aroa siempre llegando tarde, nunca va a cambiar, no se como la aguantamos. Soltó Diana de repente.

                                                    – ¿Ya estáis otra vez enfadadas? Pregunté.

                                                    – ¿No te has enterado? Dijo Vera.

                                                    – Enterarme, ¿de qué?, ya estáis tardando en contarme lo que está pasando aquí.

                                                      Aroa y Diana se pasaban la mayor parte del tiempo peleadas entre sí, es una manía que tenían desde pequeñas, y aunque se querían mucho siempre existía alguna cosa por la que reñir.

                                                      – El sábado pasado salimos y como no, se acabo liando con el chico en que yo me había fijado antes. Nunca tiene bastante, ella siempre liga y a mí que sabe que me cuesta tanto y que por una vez que me decido a ir yo a hablar con el chico va ella y se lo acaba llevando a su casa.

                                                      – Bueno, Diana, las cosas tampoco fueron así, tú te acercaste al chico, pero él no te paraba de preguntar por Aroa, estaba claro que a la que se quería ligar era a ella. Añadió Vera.

                                                      – Joe, yo nunca me enteró bien de las cosas.

                                                      – Bueno, Diana, no te preocupes, no os tenéis que enfadar por este tipo de cosas, seguro que Aroa no lo hizo con mala intención, ella nunca haría nada que te sentará mal.

                                                        Justo en el momento en el que terminaba de hablar sonó la campana que indicaba que la puerta del restaurante acaba de abrirse, y allí estaba Aroa, con una falda corta y un top que se le veía la tripa, subida a unos altos tacones y moviendo su melena a cada paso que daba.

                                                        – Perdón chicas, pero esta tarde tenía partido de pádel y se me hizo tarde. ¿Ya habéis pedido para cenar?

                                                        – Noooo, contestamos las tres a la vez.

                                                        – David, por favor nos puedes traer la carta. Le dijo Diana al camarero.

                                                        – Y un vino blanco para mí por favor. Gritó Aroa.


                                                          CAPÍTULO 6. LA PRIMERA LLAMADA

                                                          Últimamente mi hermano Carlos y yo apenas quedábamos, los pocos ratos que lo veía eran durante las horas de las comidas y las cenas entre semana en casa de nuestros padres. Cuando llegaba el viernes por la noche desaparecía y no lo volvíamos a ver hasta el domingo por la tarde, nos decía que se con sus amigos. Incluso ser perdía el fin de semana al mes que desde pequeños había reservado para pasarlos los dos solos.

                                                          No sabía qué le pasaba y no encontraba la manera de poder ayudarle porque cada vez que sacaba el tema, se ponía de mal humor, acabamos discutiendo y se marcha a su habitación o fuera al jardín para estar lo más lejos posible de mí.

                                                          – Carlos, ¿qué es lo que te pasa? Llevas unos meses muy raro, no pareces tú.

                                                          – Ya estas con lo mismo que papá y mamá.

                                                           -Soy tu hermana, puedes contarme lo que te ocurre, te aseguro que te ayudaré.

                                                          –  No me pasa nada, dejarme de una vez en paz, también tengo derecho a vivir mi vida, dejar de estar pendiente de mí, necesito un poco de libertad, en esta casa no hay ni un momento en el que pueda estar solo, me tenéis harto.

                                                            Esa fue una de nuestras peleas a las que le siguieron unas cuantas más cada vez que le preguntaba sobre el tema, hasta que en una de ellas, le sonó el teléfono, se levantó corriendo y salió al jardín para coger la llamada. Desde ese momento comencé a sospechar que algo raro estaba pasando, la manera en la que miro la pantalla del teléfono al ver quien le llamaba y las formas en las que gesticulaba desde el jardín al hablar con aquella persona que estaba tras la llamada.

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