Feliz ilusión nueva

Todos los años lo mismo, todos los años igual. Llega el Año Nuevo, y parece que realmente todo cambia. Parece como si no hubiera ocurrido solo el paso de un día a otro de dos meses distintos que están tan lejos como cerca. Parece que el cambio de año, realmente, supone un antes y un después, la apertura de un capítulo distinto de un mismo libro. Y cuando uno, en su escepticismo contagiado de esta sociedad en decadencia, se mece en estas tendencias consumistas, de postureo, de imitación… llega Él para ponerlo todo en su sitio, y dota de sentido a cada Año Nuevo, y le da forma igual que en el inicio de los tiempos dio forma al Mundo y al hombre en la persona del Padre. Llega Él, y todo parece más fácil de entender a pesar del misterio que Él mismo representa. A pesar de que se nos muestre en estos días, como siempre, con una cruz a cuestas… cuando todavía Baltasar no le ha dejado la mirra en el suelo, a los pies del pesebre. Pero los sevillanos, ya se sabe, somos así. Cualquier día el rey negro nos va a dar un escarmiento y nos va a pedir que le dejemos pasar sin presión, que él no tiene tiempo de paso y que no hay conteo que les valga a sus beduinos.

Tradición de cada enero nuevo verlo en su altar, como siempre; cargando con nuestros pecados, como siempre. Dando esa zancada imposible, como siempre. Con el talón desgastado de tantas manos como lo han asido con la fiereza de quien está desesperado. Todo igual que siempre, tradición de verdad. Y llega Él, y nos recuerda que no falta tanto; nos recuerda que no debemos dejarnos engañar por este frío tan poco andaluz. Que todo llega, igual que Él siempre permanece. Que el divino caminar en el Divino Caminante de San Lorenzo, como lo nombrara el sacerdote Sánchez-Dalp en su pregón, está doblando la esquina de Conde de Barajas.

Y así, cuando queramos darnos cuenta, no andaremos por las calles, que navegaremos en el barco de la ilusión (bendita ilusión) sobre un mar de olores a torrijas recién armeladas. Las madres sacando túnicas de los roperos anunciarán el Ángelus de la Gloria, y los capirotes de cartón puestos en las aceras, esperando encontrar una cabeza donde quedarse encajados, responderán con los Ave María de la espera que, paradójicamente, se hace más larga al mismo tiempo que se acorta. Y mientras, los días que se alargan; las tardes que empiezan a maquillarse con el sol. Lo mismo de siempre, de cada año, de cada invierno que sueña con ser primavera.

Y Él, desde su altar, con su cruz, su túnica y su zancada nos desea una Feliz Ilusión nueva. La ilusión de que vuelva a sonar el llamador desde el Porvenir, de que suene “Eucaristía” por la Encarnación y las cornetas por Caballerizas…

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