Faltó el vino.

Faltó el vino.

Eliana Gomez

19/09/2018

Él vino pero el vino no vino. Y yo, que hacía meses no tomaba, empezaba a sentir la abstinencia en la panza. La abstinencia de alcohol pero más de él. Él vino, pero faltó el vino para terminar con la agonía de saber que va a tener un hijo con la cacatúa esa que encontró como reemplazo. Faltó el vino para bajar la mala noticia que se me quedó cruzada en la garganta, como todas esas palabras que nunca me animé a decir. Preferí comerle la boca a tener que mirarlo a los ojos y aguantarme las lágrimas. Faltó el vino para que no duela el beso, para que no duela el peso de saberlo no mío. Faltó el vino para ahogar la pena pero más la bronca por todos esos años pasados, esos planes no concretados, los sueños abandonados.

Sí, él vino y me faltó el vino para poder cerrar la boca y no decirle que lo odio porque se llevó gran parte de todo pero que más lo odio porque no me llevó a mí. Falto el vino para mantenerme calmada, para evitar que nos pusiéramos a pelear sabiendo que eso nunca termina bien, pero sobre todo, nunca termina mal.

Quería irme a la china, que me trague la tierra o que explote el mundo. Quería no estar ahí. No quería pelear, no quería llorar, ya no quería nada más. Quería vino y era justo lo que me faltó.

Así que me fui, una de esas cosas que sé hacer bien. No miré atrás. Él vino, pero faltó el vino, y por eso tuve que ir yo a buscarlo con un nudo en la garganta y el rímel chorreándome por toda la cara. Así iba yo por Sarmiento, medio llorando y medio riendo, un poco por lo que ya no iba y otro poco por lo que nunca fue. Pero más que nada, sólo porque faltó el vino, pero él vino.

Al fin, una despensa abierta en esta puta calle oscura. El viejito que atiende me da los cigarros y la botella y me observa en silencio. Me ve desencajada y cómo sé lo que va a preguntarme, me anticipo y le respondo: “no, no estoy bien. Él vino y a mí me faltó el vino. Y ahora, tengo el vino pero me falta él.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS