Eran las nueve de un sábado celeste, donde una pequeña despertaba de haber sido perseguida por escandalosas pesadillas.
Empapada en sudor, intentó simular indiferencia a lo sucedido, y lavó su delgado y muy delicado rostro.
Al verse en el espejo, le recorría un travieso escalofrío por su piel, y entendió lo que ocurrió. Lo que iba a ocurrir… Lo que estaba ocurriendo.
Miró más allá del detalle en sus pupilas, intentando descifrar cómo escapar de esa realidad que vivía inquietándola gran parte de su vida.
En ese momento, estaba perdida… Totalmente insegura de si podría hacer algo para revertir las consecuencias, a causa de lo que había hecho. Solo pudo dejar rodar unas cuántas lágrimas sobre sus mejillas heladas… de emociones inertes.
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