Sus ojos se abren lentamente, dejando así a su vista la oscura noche, observa a su alrededor con creciente perplejidad y curiosidad. Su cuerpo parece no necesitar del oxígeno en este mundo desconocido, aves negras emprenden su vuelo desde las copas de los árboles con destino incierto por el cielo nublado que pareciese a punto de caer en pedazos. Árboles altos de tonos opacos adornan el entorno, pero lo que más le sorprendió fue que en el centro de semejante bosque se encuentra un gran lago cristalino del cual flota una burbuja negra que desprende chispas plateadas.
Este hombre desnudo y maravillado por el mágico paisaje, frotó fuertemente sus párpados para asegurarse que todo aquello que observaba era real, al hacerlo sintió en ellos una humedad que antes no se había percatado de ella, la cual pertenecía a esas lágrimas que sin saberlo derramó.
Su mirada se concentró en la extraña esfera, un suspiro escapó de sus labios y se armó de valor para acercarse a ella adentrándose en el agua, extendió su mano para tocarla, al hacerlo cayó de bruces, atónito observó que de la burbuja salió una luz tremendamente cegadora.
Una vez recuperado y con el pulso normal, decidido volvió a tocarla, a su tacto notó que era fría y dura, como el cristal. Lo siguiente de lo que es consciente es que la burbuja se reventó en miles de cristales cayendo como lluvia sobre él, al caer solo hay fuego y humo por todos lados. Después, todo a su alrededor es negro.
Al despertar, se percata que el lugar estaba como al principio, con excepción de la esfera; ahora estaba ella, sentada sobre el agua con su vestido largo y negro al igual que su hermoso cabello, una piel tan blanca como la nieve y labios rojos carmesí como la sangre, con ojos grises moteados de azul y morado.
Cuando sus miradas se encontraron, todo en el interior de él cambió, sentía aquella inmensa necesidad de protegerla sin saber de qué o de quién. En ese momento comprendió muchas cosas, una de ellas era que su vida jamás sería la misma, pero la más importante fue que se había enamorado de aquella chica sin nombre, poseedora de una belleza rara y única.
Ella claramente no encajaba en ningún lado.
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