Recuerdo esa noche en el fondo de este vaso, podría colmarlo con tu presencia sonora dentro y fuera de mis días ahora que todos se han ido a vivir otras vidas que no la mía entre ellas, aun cuando todos sostienen que no se viaja sin que el cuerpo esté presente en el destino o en el camino, no de todo verdad, pues cuando soltamos las amarras desde dentro salimos dejando el cuerpo como faro o puerto a que volveremos, nos transporta en ese viaje todo lo que no nos ciñe al momento presente.

Esa noche aplastada de verano, ese sabor de salitre en los labios, la piel curtida de tardes luminosas, tersa y tremola bajo mi mano, lentamente buscando una sonrisa cómplice y granos de arena arrinconados como secretos de la mar. Dicen que estuviste buscándome y yo a ti sin saberlo, no me prestaba ya a saber de nadie a no ser de mi mismo. Saliste de mis días llanos cuando yo no supe llevarte a ciegas por tu dolor, tibio y descalzo sentí tus palabras como el carbón flamante de nuestros días de Estío.

Ahora solo puedo sentir tu dolor antiguo, todos los caminos me llevan a él, pues los muertos también siguen vivos en la memoria del dolor de los recuerdos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS