Recuerdo haber estado en un cafetería esa mañana. Si cierro los ojos con fuerza, casi puedo oler el aroma a granos de café recién molidos. Juro escuchar la voz de la mujer que hablaba de su día con un compañero de trabajo. Él no dejaba de ver su busto, por lo que imagino que no escuchaba mucho la conversación. Del otro lado un par de niños corrían en círculos alrededor de una mujer que tenía una cara de fastídio y parecía haber perdido la batalla.

Frente al mostrador, había una pareja esperando su turno, entrelazados en un beso que parecía eterno y apasionado. Esto mientras un trabajador peleaba del otro lado con la máquina de capuchinos y el otro estaba sentado en una silla al fondo, con una gorra sobre su rostro y sus ronquidos a todo volumen.

Recuerdo cada detalle. Todo, hasta cuando el hombre entró al lugar y sacó la pistola de su maletín. Le gritó a la pareja escuchar una posible amenaza, se separaron. El hombre de inmediato arrojó a la mujer frente a él y corrió hacia el fondo del lugar, quizás pensando que encontraría allá una salida a este predicamento. El de la pistola continuó gritando y lo siguió hasta quedar fuera de la vista de los demás. Ahí, todos notamos que estábamos congelados con la boca abierta. Un hombre armado había pasado frente a nosotros y ahora que no lo veíamos no sabíamos qué hacer.

El tiempo parecía ir más lento que de costumbre. La mujer con los niños fue la primera en levantarse, tomó a uno de ellos bajo su brazo derecho y en lo que cargaba al otro, escuchó el primer balazo. Luego otro. Otro. Otro…

Nadie se movía de nuevo. Se podía escuchar la respiración de todos en aquel lugar. Mientras esperaban. Hasta que salió el hombre con la pistola. Su camisa antes blanca ahora estaba cubierta de rojo. Sangre, todos pensaron sin poder compartirlo. El hombre los miró y sin dirigir la palabra simplemente caminó a la salida, tomó de la mano a la mujer que todavía tenía la saliva del otro en la boca y mientras miraba la camisa ensangrentada de aquel, ambos salieron por la puerta sin más.

Algunos juran que antes de cerrar la puerta lo escucharon decir “Que tengan un buen día”. Eso antes de que la mujer oficinista comenzara a gritar y llorar descontroladamente.

No recuerdo nada.

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