ESPEJO DE LA AMBICIÓN (CUENTO)

ESPEJO DE LA AMBICIÓN (CUENTO)

Jeaf Partur

18/07/2021

ESPEJO DE LA AMBICIÓN

Entre las montañas escondidas de los recovecos más ocultos del mundo, había una misteriosa cueva llena de tesoros olvidados, donde lo desconocido hacía sinónimo de las mil joyas enterradas bajo la arena putrefacta salina, llena de algas y cochayuyos. Cerca de las montañas había un pequeño pueblo costero que tenía un muelle en dirección norte y que se posaba frente a la gran cueva misteriosa a la lejanía, kilómetros y kilómetros de distancia hacia la playa y montañas olvidadas.

Un día hubo una excursión marítima, algunos pobladores decidieron adentrarse en las turbias aguas lejanas para pescar y alimentar al pueblo, donde el alimento escaseaba cada vez más por las malas tierras desafortunadas que les había tocado. Durante la excursión, uno de los tres pescadores miró que muy lejos el mar se tapizaba con una neblina brumosa proveniente desde el fondo del mar, y que se condensaba cada vez más y envolvía el pequeño bote de madera añejado y la vista se tapaba. Los otros dos pescadores, quienes temían por sus vidas por el supuesto rumor de la cueva fantasma, decidieron entre ellos no seguir el rumbo de la pesca, por lo cual le pidieron al otro pescador que remaba que se detuviera con piedad, pero como era de esperarse, la ambición de encontrarse con lo desconocido era mucho más fuerte que el detenerse por dejar vivir a otros. Con exaltación, ambos pescadores entumidos de frío con la neblina empezaron a gritar, sus gritos eran desesperados y desgarradores, como si sus almas estuviesen perdiéndose entre las brumas de la neblina. El pescador que remaba apenas tenía visualización, y apenas podía observar a sus compañeros. Mientras remaba con fuerza y sin detenerse, sintió como sus compañeros se silenciaron por un buen rato, a lo que él pensó de que ya se habían calmado por completo, pero una vez que los remos tocaron el agua más baja y se sintió una roca golpear el barco por debajo, entonces el pescador de los remos supo de que había llegado a tierra firme. Fue allí de que la bruma desapareció con un fuerte ventarrón que sacudió el bote entero. Cerró sus ojos para que no se le dañaran sus pupilas por la arena levantada o la tierra, o lo que fuese donde estuviera, y luego se dio cuenta de que el viento se apaciguó de manera lenta y estable, allí abrió sus ojos para ver cómo sus dos compañeros estaban muertos y destrozados ante el destino. El pescador se tiró de rodillas al suelo observando a sus dos compañeros y un par de lágrimas salieron por su rostro, no encontraba razón para la muerte de ellos. Pero, aunque tenía mucha rabia e impotencia dentro suyo, sabía que había logrado el objetivo que muchos andaban buscando hace siglos, la supuesta cueva fantasmal. Se bajó del bote de madera y siguió a lo suyo, amarró un cordel al bote y junto a un ancla de metal que enterró en la arena para que su bote no se perdiera con las fuertes mareas. A la lejanía se percató que podía ver el muelle y su pueblo.

Caminó durante un buen rato esperando encontrarse con algo, pero solo veía arena, arena y más arena. De pronto, sintió otro ventarrón fuerte que estaba levantando los polvos de la arena con gracia, y al cerrar sus ojos para no sufrir, para luego abrirlos, se encontró frente a él una gran montaña oculta entre el mismo mar y la neblina que cubría todas las paredes de rocas y musgos verdosos. El pescador miró con asombró la cueva para adentrarse por la extraña entrada; muy pequeña y ovalada, con la arena húmeda y con olor a putrefacto; donde caminó descalzo sin cesar. El tiempo parecía ser diferente en la cueva, e incluso todo era extraño, nada parecía ser parte de la realidad en la que el pescador vivía. Y con asombro absoluto luego de caminar horas y horas y sentir el tiempo extraño, llegó a lo más profundo de la cueva donde se podían observar cientos y miles de cofres oxidados por el roce de la sal marina, así como también extraños objetos abandonados y llenos de arena.

El pescador no sabía que pensar acerca del misterio tesoro encontrado, tenía la duda de que lo estaba viviendo fuera real y de que no estuviera en un sueño después de su muerte… Aunque la duda se le mantuvo durante un buen rato, no podía perder la oportunidad de llevarse cuanto oro quisiera hacia su pueblo y que se volvieran todos ricos para acabar con la hambruna de su sociedad. Pero no era sencillo el traslado del oro, pues el barco estaba muy lejos y el oro pesaba mucho, porque además de ser monedas de oro del siglo pasado, también habían lingotes de oro, como un par de espejos decorados con joyas negras brillantes. El pescador estaba con su decisión confundida, no sabía que llevarse con él en el bote, y al pensar un buen rato, miró entre los espejos decorados con joyas negras brillantes, otro espejo que tenía una lámina negra cubierta de joyas rojizas que parecían rubíes. Cuando el pescador miró el espejo negro, un extraño objeto que para él nunca había visto, entonces pensó que éste era el objeto ideal para llevarse consigo, además en cada uno de sus pies amarró con unas cuerdas viejas entre los cofres, dos lingotes de oro que fue arrastrando todo el camino hasta encontrarse con su bote anclado en la orilla del mar. El tiempo parecía ser infinito y el pescador no lograba salir de la cueva, arrastraba con ardor en sus dos pies los lingotes de oro, y en sus manos llevaba el gran espejo tratando que no se trizara. Fuertemente se sintió un eco, como una voz, como si la misma cueva fantasma estuviera hablando, y otro ventarrón característico ya del lugar, se adentró por toda la cueva, y la visión del pescador de nubló en neblina espesa. Prontamente abrió sus ojos y por arte de magia estaba frente a su bote. Con la desesperación de no entender lo que estaba realmente sucediendo, el hombre no pensó más que subirse al bote de madera. Antes de subirse colocó el espejo un poco lejos de la orilla del mar para que no lo rompiera las olas, al igual que los lingotes, y prontamente fue al bote para dejar el cuerpo de sus dos compañeros tirados en la arena, para que no hicieran peso y hacer intercambiar el peso de la vida de sus supuestos amigos por la vida de la riqueza. Se subió al bote con sus nuevas pertenencias, los supuestos tesoros, sacó el ancla de la arena, y empezó a remar a toda costa hacia el pueblo que se veía en la lejanía. En su vuelta, no hubo vientos fuertes ni tampoco apareció la neblina espesa, y el mar estaba tranquilo, dejando que el pescador volviese a casa sano y salvo.

En el pueblo una de las esposas de los pescadores gritó a todo el sitio de que a la lejanía se veía el bote volver, y las personas se reunieron en el muelle con la esperanza de encontrar a todos vivos. Habían pasado por lo menos ya una semana desde que el grupo de pescadores fueron por comida y que habían desaparecido, pero para el pescador que encontró la misteriosa cueva tan solo había pasado un solo día. El bote llegó a la costa, y el pescador se veía alegre y muy feliz, y muchas de las personas del pueblo lo miraron con enojo y furia; ¿cómo era posible que estar desaparecido una semana era significado de llegar con una sonrisa?; y esos sentimientos hicieron que lincharan al pescador y le preguntaran que había sucedido.

El pescador se dio a entender de que sus otros dos compañeros habían fallecido producto de una neblina espesa, lo cual era verdad, pero dijo que luego sus cuerpos se hundieron en lo más profundo cuando una tormenta azotó contra todo el bote y que él quedó varado a medias en las orillas de una isla desértica. Allí les explicó que no era tan importante sus compañeros pescadores más que lo que había traído consigo. La gente no entendía a que se refería hasta que vieron que el pescador levantó del bote un espejo negro con joyas rojas y dos lingotes de oro. El pueblo se emocionó y dejaron pasar las muertes de los compañeros pescadores, porque sabían que las joyas encontradas harían que el pueblo avanzara hacia la construcción de una nueva era. Muchos sabían que el oro era uno de los metales más preciados por los reyes y que poder hacer negocios con ellos les traería buen augurio.

El pescador dejó los dos lingotes de oro a cargo de la jefa del pueblo, y dejó bien en claro de que el espejo se lo dejaría para él ya que, según su explicación, “son tres tesoros, porque fuimos tres pescadores a la excursión, cada uno le correspondía algo, vivos o muertos.” Al llegar a su choza dejó el espejo negro brillante posado sobre la pared, y le extraño que su esposa e hijos no estuvieran en casa, ni tampoco haberlos visto en el muelle. De todas formas, la preocupación no era más allá de su mismo razonamiento ni de sus ganas por entender de qué trataba el extraño objeto atesorado en la cueva. Una vez que posó el espejo en la muralla, fue al baño a lavarse la cara, y tratar de despejarse un rato, pero dentro de su mente el único pensamiento era: “espejo”. Se acercó al espejo y lo acomodó frente a él. Se abrigó con un chaleco de cuero de pescado que hacía su esposa y miró su reflejo en el brillante negro reluciente. Empezó a posar frente al espejo, a sonreír, a mirarse más de cerca, a observar su rostro como nunca lo había observado, y de pronto retrocedió para recoger un objeto que se había caído de una estantería por culpa del viento que entraba por la ventana de su choza. Recogió el objeto caído, lo colocó en la repisa, y fue a mirarse al espejo otra vez, pero se impactó ante la imagen que reflejaba el ambicioso espejo…

Era él mismo, el pescador, con una chaqueta de cuero de pescado mirándolo fijamente a él. El pescador desde el estante se miraba y se movía para ver cómo el reflejo se quedaba quieto y en pausa, como si su imagen estuviera congelada, y sin entender nada, el espejo empezó a brillar cada vez más y más fuerte, reluciendo una luz blanca brillante que cegó los ojos del sujeto ambicioso. Se paró del suelo, miró otra vez al espejo y estaba él mismo nuevamente paralizado. Movía sus manos para que su reflejo se moviera, pero nada sucedía, la imagen estaba congelada, y el pescador no entendía nada de nada. Empezó su cuerpo a temblar de a poco ante el temor de alguna maldición, ante las desgracias propias de su vida, y retrocedió en recuerdos oscuros que le mostraban la verdad sobre su mismo ser.

El pescador se iba acercando lentamente al espejo para poder observarse más de cerca y poder entender el porqué el reflejo estaba paralizado. Mientras sus recuerdos oscuros le azotaban su mente, al caminar, logró llegar hasta el espejo. Lo miró con sus ojos todavía algo ciegos por la luz blanca brillante, y prontamente el pescador que estaba paralizado en su reflejo le pestañeó tres veces, sacó de sus pies dos lingotes de oro y apunto detrás de él como si hubiese algo que lo acechaba. El pescador no miró la señal de su propio reflejo y fue allí cuando una oscura sombra lo azoto contra el negro espejo de obsidiana trisándolo en la esquina superior derecha. El pescador miró que el espejo estaba trisado, y sabía que la trisadura eran de mal augurio. Sin entender todavía la extraña situación, captó otra vez que su reflejo no copiaba lo mismo que hacía él. Fue allí en que su reflejo le alzó la mano para saludarlo y el pescador optó por tratar de atravesar el espejo con su mano para saludar a su propio reflejo.

La trisadura de la esquina derecha parecía poco a poco expandirse más y más rápido. El pescador sujetó la mano de su propio reflejo y le alzó la mano en saludo. Su sombra, su propio reflejo, le dio un pequeño empujón hacia lo más dentro del espejo, absorbió su cuerpo para trasladarlo a la contra parte del mundo.

-Lo que puede hacer la ambición es siempre, atraer a los peores recuerdos de tu vida. Porque la ambición hace daño a los seres más puros porque te buscan por amor, pero te has preocupado más de la misma riqueza antes que la familia. Quedarás aquí atrapado, por la misma maldición que alguna vez tu otro reflejo me alzó la mano. -Dentro de su mente escuchaba las palabras que le decía el otro pescador del reflejo inmóvil que alzó su mano y que lo adentró a las sombras más temerosas del olvido. El espejo de obsidiana se quebró en fragmentos pequeños.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS