A veces llego a él sin darme cuenta mientras camino, mis pasos disimulados me llevan a ese lugar que, aunque coincido aun no lo distingo familiar, no siento frío ni calor, nada mas me siento un poco solo, no pretendo detener mis pisadas mientras busco esquinas y calles conocidas más sin embargo mis ojos solo se llenan de lejanía y distancia, no estoy asustado o triste nada más me encuentro un poco solo, ¿¡te has preguntado acaso, porque la gente habla!? Cuando finalmente doy el último paso para encontrarme justo en medio de nada, pienso… pero claro, ahora entiendo porque mi madre dice «mantén la mente ocupada», porque ahora que esta tan desocupada y yo tan sumergido en ella hay tanta, pero tanta nada a mi alrededor que enmudece las voces de allá afuera, y yo…. claro yo me siento otra vez un poco solo…
Muchas veces encerrado en mi habitación veo la obscuridad que se sienta fielmente en cada esquina siempre gentil y silenciosa cuando el crepúsculo de cada día termina, y pienso que jamás creí que así como el negro es cómplice de las sombras y los monstruos de la imaginación, el blanco del vacío en mi cabeza sería el cómplice de las blanquecinas sonrisas hipócritas que veo en la gente cada día ¿Qué necesidad tienen de usar esas mascaras? Maldita sea la malicia humana, dime porque tu habrías de confiar en alguien así… los perros solo muestran los dientes cuando van a atacar
Pero a diferencia de la noche que se marcha cada mañana el blanco que hay en la habitación de mi cabeza no se va y el apestoso olor que dejan esas sonrisas falsas se queda conmigo y hace que mis ojos lloren… pero amigo no te equivoques no es tristeza, solo es como una mal oliente cebolla recién picada que hace que tus ojos duelan y que broten lagrimas ácidas con el único propósito de llevar la sensación de ardor hasta tus parpados.
No sé, quizás debería echar esas cebollas al fuego unos cuantos minutos tal vez así tomen un mejor sabor……
Después de todo el fuego es el que purifica.
Manuel Alexander Cortés Cerón
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