Escrituras que susurran a través de las pantallas.

Escrituras que susurran a través de las pantallas.

Paul Cutz

08/05/2025

No solamente leer sino también analizar detenidamente el texto de Ramón C. ha sido más que una lectura, una experiencia de reconocimiento.  En sus palabras, en sus saltos entre lo técnico y lo íntimo, me sentí interpelado como lector, pero sobre todo como alguien que cree profundamente en el poder de la escritura para conectar mundos, por eso quiero hacer audible (porque las pantallas no solamente escriben e iluminan, también hablan) mi aporte aunque breve, al creativo texto de Ramón C.

Ramón parte de una afirmación poderosa: “El arte es siempre una cuestión de forma”. Y la siguiente imagen respalda esa premisa:

¿Es o no, una pipa?

La traición de las imágenes ¿Es o no es esto una pipa? Magritte nos obliga a ejercitar un poco la cabeza.

¡Y vaya si el arte no es una cuestión de forma! La forma transforma no solo la manera en la que percibimos las cosas, sino también el cómo se dicen y qué se puede decir de ellas. Las tecnologías han moldeado nuestras formas de contar y, con ello, nuestras formas de pensar. Ya no escribimos únicamente para ser leídos; la mayoría de las veces escribimos para ser vistos, escuchados, compartidos y hasta comprendidos. La pantalla no es solamente es un soporte, me atrevería a decir que es lenguaje en sí misma.

La tecnología estiró su brazo y me alcanzó, y aunque ha sido solo a través de breves mensajes de texto, me ha permitido escribir utilizando todos los recursos audiovisuales que pone a mi disposición para enriquecer el mensaje y hacerlo más comprensible a través de gifs, emojis, audios y referencias visuales  y también he visto  cómo mis hijos en su rol de estudiantes también hacen uso de esos recursos si cuestionarse su “valor literario”. Y tienen razón. Porque la escritura digital no es una negación de la anterior, sino una expansión. Ramón lo plantea con claridad cuando menciona a su pequeña hija y su capacidad de narrar con naturalidad utilizando imágenes,  sonidos y lo que la imaginación ilimitada un niño le permita utilizar.

Este nuevo entorno exige nuevas competencias, tanto retóricas como técnicas. El ethos de quien escribe en la web ya no se construye solo con palabras, sino con su capacidad de articular múltiples códigos expresivos. El logos no está en un argumento lineal, sino en la coherencia de un montaje multimedia. Y el pathos… ese sí permanece: sigue siendo el alma de todo buen relato, sea con voz o con imagen, con texto o con movimiento.

¿Dónde queda, entonces, el papel del escritor? Para mí, sigue siendo el de crear puentes.   Ya no entre generaciones o estilos, sino entre lenguajes. He de confesar que cuando me dispongo a escribir lo hago sin pensar en ese elemento visual o auditivo que debe acompañar a mi escritura para bañarla de creatividad, pero ahora he comprendido y aprendido que debo hacerlo como quien arma un collage, combinando palabras e imágenes, o también como quien edita una historia oral. Eso sí, siempre, siempre, siempre, valiéndome de la autenticidad para que quien me lea  lo reciba y sienta que no está solo frente a una pantalla.

Agradezco a espacios como el Club de Escritura, donde esta forma de creación no solo se permite, sino que se celebra. Aquí, escribir no es solo trazar letras, es hacer vibrar la pantalla, dar vida al silencio digital. Y, sobre todo, es compartir con otros lo que nos hace humanos: la necesidad de contar y de ser escuchados.

«Las palabras y la tecnología cambian, pero el deseo de comunicarnos es eterno.»

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