Capítulo 1
En una noche estrellada, frente a la ventana meditaba sobre todo aquello que uno vive en 27 años. Pero sobre todo en la falsa idea del amor, y en el cómo construimos castillos de arena sobre dicha idea. Quien escuchara aquellos pensamientos, opinaría sobre el símil con la tragedia griega.
Sin embargo pensamientos así, son una pésima introducción, es más sencillo decir – ¡hola!- Soy Karime y soy una escéptica del amor; y cómo no iba a serlo si las vueltas de la vida me habían traído hasta este punto.
Un punto en el que te das cuenta de que cuando uno es muy joven corre enloquecido por la vida, creyendo que debe probar y gozar todo lo que se le ponga en frente, pero al pasar los años te das cuenta qué hay cosas que debiste disfrutar a cuenta gotas, para degustarlas de forma más placentera, y una de ellas es el amor.
A veces no entiendo como no hay un instructivo de ¿cómo hacer las cosas?, un wikihow de ¿cómo enamorarte correctamente en 7 pasos?, o un canal de YouTube que te lleve de la mano para evitar caer en las trampas pantanosas del enamoramiento. En cambio, estás tú sólo ante ese vasto terreno inexperimentado y cambiante, carente de opinión y guía, que solvente cada paso que das.
Esto y muchos más eran los pensamientos que me inundaban aquella noche, era una de esas noches en las que no concibes atraer a Morfeo, por más rímel que utilices y más guiños coquetos que emplees. Era una de esas noches en las que los pensamientos son tan poderosos que crean una capa de energía alrededor de ti, para evitar que el sueño consuma tu pensamiento y lo apague.
Y entre tanto pensamiento, un mensaje llamó mi atención, un mensaje que por las horas de la madrugada parecía desconcertante, y vaya que lo era. Alguien más tenía pensamientos nocturnos y decidía compartirlos conmigo para robarme una sonrisa.
Al leer el mensaje un destello de ilusión quiso robar mi corazón, pero el escepticismo logró hacer lo suyo y apagar todo rayito de esperanza que pudiera alentar al corazón a otro fracaso seguro.
Al leer el mensaje decía «mis pensamientos nocturnos te pertenecen.«
Mi corazón quería latir tan fuerte como pudiera, pero la razón ahogaba la velocidad palpitante de aquella máquina que al primer gesto de dulzura quiere enloquecer, y con un cambio de velocidad repentino freno todo sentimiento que pudiera tener.
No estaba lista para dejarme llevar de emociones repentinas y cómo iba a estarlo si todas las emociones anteriores me habían traído hasta este punto. Un punto en donde el escepticismo gobierna anárquicamente.
Después de ese último pensamiento, logre cerrar los ojos y rendirme ante el sueño.
Al día siguiente me seguía pareciendo inquietante el mensaje, me preguntaba ¿quién podría estar detrás de ese mensaje? Y esa inquietud me duró toda la mañana, tenía la mente dispersa. Fui al trabajo pensando en ello, intenté concentrarme y dedicarme a mi trabajo.
Mi jefe no dejaba de pedirme informes, y solo gracias al oneroso trabajo que me tenía haciendo, logre disipar un poco esas ideas de mi cabeza. Hasta darme cuenta de que un mensajero caminaba directo a mi cubículo con un enorme arreglo de rosas rojas y una tarjeta pequeña de opalina blanca y bordes resaltados. El mensajero tocó suavemente la puerta de cristal del cubículo, con un pequeño movimiento de cabeza asentí para hacerlo pasar. Y en seguida comentó – Señorita un pequeño detalle para alegrar su mañana-. Sonrojada, pregunte – ¿Quién las envía?, como era de esperarse el mensajero no dio respuesta a mi pregunta, así que únicamente, me quedaba una última pregunta, – ¿dónde firmo de recibido?
Al despedir al mensajero, busqué donde colocar el arreglo de rosas, y abrí la nota de opalina, decía, «La gracia y belleza de una flor se desprende de sus raíces , de ahí emana el grandioso color y hermosa textura de sus pétalos.» Aquella nota me dejo pensando, sobre todo por lo que pudiese significar, intentaba relacionarlo y contextualizarlo, y es que ¿por qué alguien enviaría una nota con un mensaje tan raro?, ¿qué intentaba decirme?, o ¿qué era lo que sabía de mi o mi vida?
Guarde la nota en un cajón del escritorio, en medio de un paquetito de post it y el libro que leía en estos días, cerré el cajón y mis ojos, suspire unos segundos y pensé será que la gracia de una persona proviene de todo aquello que le da significado a su existencia, pensaba en las experiencias mismas, aquellas que moldean tu carácter y tu ser. Después de aquel pensamiento me levanté y caminé a atender mis pendientes.
Al llegar la hora de la comida, busque a Fanny, una chica, alta, delgada de cabello negro y rizos muy marcados, que solía maquillar muy bien su cara, combinar a la perfección su atuendo y que encajaba a la perfección en el departamento de imagen y diseño; para contarle sobre la tan inesperada e inquietante nota de la mañana; al verla mi boca no para de parlar, solo quería decirle todo lo que había pasado. Muy dentro de mi ser, quería pensar que el mensaje y las rosas fueran de él, pero sabía que eso era una ilusión
A veces no se puede tener por siempre lo que alguna vez se tuvo y se perdió, y esa era mi resignación y mi lo que marcaba mi forma de ser en estos días, hay amores que por su intensidad te dejan huellas en el corazón y sellos en el alma. La vida regularmente nos da oportunidades y si las dejas pasar, te presenta nuevas, pero nunca con quién el corazón se encapricha. Es difícil remendar lo que está quebrado en pequeños pedazos.
La vida es como un río de agua fluyente, parece siempre la misma, pero realmente va cambiando y aunque uno quiera retener una poca entre sus manos se le escapa, justo eso pasaba con mi pasado, quería retenerlo, pero se me escapa y solo los pensamientos evocaban aquel sonido de felicidad, tranquilidad y anhelo de esos tiempos.
Sin duda alguna debía saber quién estaba detrás de tan intrigante mensaje, Fanny pensaba que podía ser un compañero de la oficina, yo en cambio tenía mis reservas. Uno nunca puede precipitarse a inferir o concluir cosas que aún no le constan. Y sinceramente no imaginaba a alguien de la oficina con la capacidad para escribir notas tan poética y filosóficamente perfectas.
Fanny comentó – deja de estresarte, por una nota, en el corto plazo sabrás de su autor, no puede permanecer por siempre en el anonimato- Su comentario no me dejo del todo convencida, pero sabía que era momento de cambiar de tema, para no seguir enfrascadas en lo mismo. El resto de la comida platicamos sobre la oficina, el trabajo, los jefes y de las últimas conquistas de Fanny. Ella era una mujer muy guapa, pero no quería nada estable con nadie, entonces procuraba terminar toda vinculación con alguien antes de que las cosas se complicaran. Su lema es «No expectativas, no complicaciones, no promesas», y en sus palabras había algo de cierto, si evitas esas situaciones, te evitas muchos dolores de alma.
La hora de la comida terminó y cada una regreso a su oficina, el resto del día fue de lo más cotidiano y lo único que lo hacía diferente a los demás, era el hecho de que alguien, en algún lugar recóndito de esta ciudad había decidido encaprichar mis pensamientos con mensajes ridículos de amor.
Mientras iba de regreso a casa; en el tren mi cerebro evocaba una memoria, de esas que creías haber guardado profundamente, salía del baúl de los recuerdos una pequeña flor dorada. La única flor que me había hecho sentir perdidamente enamorada, cualquier flor comparada con ella, era simplemente un detalle más de quien intenta captar tu atención.
Esa noche aquellos recuerdos que habían vuelto a mi mente atormentaban a mis ojos, con un huracán de lágrimas que intentaba salir, pero que la mente logró gobernar, tal y como había hecho con todo lo demás que se albergaba ahí, en un recóndito lugar de la memoria y el pasado.
Estaba dispuesta a saber quién se había interesado en mi, pero no sabía si estaba dispuesta a invertir nuevamente en mercancías como el amor, cuando uno adquiere ese tipo de «stuff», termina pagando más de lo que se gana y los sentimientos quedan endrogados por años, o al menos ese era el concepto que me había quedado después de dos experiencias fallidas. Incluso hoy en día sigo pagando los intereses de esas adquisiciones.
Al llegar a casa, Lidia mi compañera de cuarto preparaba la cena para nosotras dos y Carlos, juntas platicábamos sobre nuestro día y terminábamos los preparativos para la cena. Como compañeros de cuarto procurábamos cenar juntos y dedicarnos ese tiempo de convivencia real, a fin de desafanarnos de la vida laboral, material y virtual.
Estábamos tan metidas en la plática que no nos percatamos de la hora, ya eran casi las 8, cuando llamaron a la puerta, ambas asegurábamos que era Carlos que regresaba del trabajo, pero para nuestra sorpresa; más mía que de ella; era una caja de chocolates con una nota que decía: «me gustaría formar parte de tu postre, pero por ahora estos chocolates tendrán que serlo» Disfrútalos.
Lidia me volteo a ver con cara de extrañeza y pregunto ¿qué rayos está pasando aquí?, ¿por qué no me habías contado nada?
Yo estaba estupefacta no sabía que responder, me había tomado por sorpresa y mi corazón se agitaba fuertemente, ¿quién era este nuevo intruso en mi vida?, que desconocía que hace años había decidió encadenar mi corazón a la razón.
Lidia tuvo que aplaudirme cerca de la cara para hacerme reaccionar, empecé a reír como loca, de nervios me imagino, pero cuando reaccione y recobre la cordura le conteste -¡no lo sé!, ¡tíralos a la basura!
Ella contesto – ¡por supuesto que no¡, son chocolates, obvio los comeremos, si tú no los quieres yo si, y seguro Carlos también, una caja de chocolates Lindt no se desperdicia por nada del mundo.
Luego como un flash, otro recuerdo quería invadir mi mente, todo lo invadió un rojo intenso, un dorado lleno de felicidad y ese sabor dulce derritiéndose en mi boca.
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