Pero lamentablemente hay que reconocer la verdad, no es que dejaste de quererme en realidad tú nunca me has querido, una verdad que me costó reconocer. Lamentable no es comprender la verdad, lamentable es el tiempo que dedique a mis falsos proyectos de vida acompañado de tu presencia. Ahora agotada toda mi provisión de ilusión me veo lanzado a esta solitaria realidad. Solitaria no porque me haga falta tu presencia a mi lado, solitaria porque se agotó mi fuente de fantasías. Yo tenía muchas ilusiones, y digo ilusiones porque dadas mis condiciones, imposible era cumplir esas hazañas, pero bueno, ya me llegará la conformidad.
Entonces ahora solo me queda limpiar, la sangre, el polvo, las fotos y los muebles, especialmente la cama, esa en la que tantas veces el placer se convirtió en lenguaje y los besos en palabras, puesto que en el arte de amar hablar mucho es solo perdida de tiempo. Cuando veo las sábanas te recuerdo inmaculada, hartada de mis besos y saciada por mis ansías, pero bueno, solo recuerdos me quedan. Hoy en este momento solo me queda sangre y tu piel palida descansado en una esquina, la verdad, que pena, que desperdicio de vida yo que te quería solo mía. Sin embargo el encanto se rompió ese día que te encontré besando a otro, a ese ser que consideraba amigo, hermano y hasta casi Dios, porque para un hermano menor eso representa su hermano mayor. Gran decepción la mía o la de cualquiera cuando se le cae la imagen de Dios, así me ocurrió cuando ví la traición, me sentí despojado de todos los valores humanos, de toda la confianza y toda creencia. Especialmente me sentí tonto y cuando uno se siente tonto debe temerse, porque esa herida al orgullo despierta la venganza y la venganza no es muy buena pensando, pero bueno, ese es un consejo para usted, porque le tengo una gran estima; jamás se deje llevar por la venganza porque no importa que usted sea un genio, cuando se deja llevar por la venganza automáticamente se convierte en un estúpido.
Como le decía, me quedaba, limpiar el lugar, recogí mis recuerdos los tiré a la basura. Tomé el cuerpo de mi antiguo Dios y lo dejé descanse en el río junto a los sapos. Limpié y me limpié, me sentí orgulloso y confirme con todos mis actos, así como ahora, me siento muy conforme, estoy contento.
…
Ese día le temí porque los cuentos ya no parecían cuentos, porque los chistes ya no me causaban risa y porque mientras narraba sus ojos brillaban por la emoción, como si estuviera recordando cada detalle de aquel acto aparentemente imaginario. De vez en cuando lo veo afilando con placer en el taller alguna arma de metal y me aterra despertar cada mañana junto a su profunda mirada que grita que me ama, pero me ama más muerta que viva, porque solo así yo también seré una historia para contar.
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