¿Qué existe? Pensamiento y obra. Mi sentimiento etéreo no tiene asidero, tiene una falta de existencia y, como Dios, no inexiste. En medio está aquello que calla  toda nuestra especie; la pregunta milenaria, casi definitoria, una vez hecha, eterna. 

Del infinito universo que intuimos y escudriñamos, desde su inicio sobre la no existencia y la aparente idea de una infinitud venidera, fuimos entre las generaciones desglosando todo y todo a osamenta se reducía. Y de este sentir, casi como Dios ¿Qué puedo afirmar? El dilema del individuo llegando al abstracto de qué es su sentir. 

Si sólo puede expresarse con palabras el pensamiento organizado, lógico, formado por una sucesión específica de conceptos, entonces…

En el sentir está pues el dilema, llegando aquello a través de la materia, recorriendo nuestro cuerpo ¿Se almacena en este o en otro lugar?  Como aparenta no pertenecer a ningún lugar fácilmente accesible a nosotros ¿Influye toda obra y todo pensamiento? 

Me desprendo un momento de todos los trazos y líneas; de lo que hemos otorgado a la capacidad de nuestras manos, me desprendo luego de la necesidad de comunicar, pero ahí hay un problema humano: es imposible no querer comunicar.  Así que, ante lo imposible, llega lo que no tiene orden; este sentir de la rueda intuida intenta penetrar en nuestra viva carne, aunque aquello no vive, puesto que no muere, puesto que viene dado al cosmos como parte de un todo intrincado, circular y uniforme, y a través de nuestra naturaleza es intuido, generando un asombroso peso combustible: motivo u obstáculo, pero siempre generador de sucesos humanos, siempre habitando a los sensibles y pensantes ¡Y sólo a estos!

¿A qué viene toda esta absurda y pretenciosa exposición? Es un intento, musa mía, de descifrar tu obra y motivo. Estos dos son comunes y son distinguibles al pensar profundo, pero nos salva la clasificación apresurada de nuestra mente. Así que tú miras con tu cuerpo, tu alma y sentimiento al vacío conceptual y sentimental del existir mismo, miras aquel tercer ojo de Dios, miras un peligroso cúmulo de infinitudes y aquello que con gran esfuerzo recoge; eso tan poco, que se quema en la hoguera de tu pecho, llevando vaporosas ideas a tu cabeza, luego tus manos, tan antiguas como toda la destreza humana, transfigura la impresión de aquella vacía imagen y vuelve la materia en una pantomima de lo que anhela ser con su aniquilación. 

Tanto ambicionas con tu ser descifrar ¿Cuántos pocos mortales sabrán leer tu sagrada palabra? Esa fuga intrépida de la certidumbre humana a aquello que nos acecha por fuera y por dentro ¿Estás lista para servir al abismo?  

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