Hubo un momento en el proceso de estás líneas que llevaban pedazos de que lo fui y lo que ya no eres. Me pareció todo un sueño, algo bonito, fugaz e irrepetible, que con la sustancia del tiempo y una pizca de olvido cerrará este baúl de insomnios.

Te cuento una de esas noches maravillosas en las que tus labios pronunciaban todo el amor que cabía en el mundo, una melodía en mi pecho surgía al unísono de tu encantadora voz, hacían magia, como el abrir de una flor, o una puesta de sol. Sabía perfectamente que debía disfrutar cada vez que tus ojos me miraban, tus manos me tocaban o tu boca tocaba la mía, porque somos polvo de estrellas que tocan una vez el alma y dejan huellas que no podemos seguir.

Ahora que se marchan todas las auroras boreales, todos los amaneceres, las mariposas y la risa de los niños que jamás existieron, me quedo en una sombra que abraza y no consuela, donde los sueños se hacen ceniza y será difícil volver hacer arder. Pero amor mío te absuelvo de mi dolor, de mis penas, de mi vida, para así vaciar al pozo de poemas muertos todo los secretos del amor que se cantan a mi alrededor bajo influjo de tu media sonrisa.

Estas líneas que piden olvido y se alegran de los recuerdos, esto un simple ensayo de soledad con mesura, una carta vacía sin dirección y el remitente…

Mi corazón.

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