Un cercado apartaba a mi esencia, un temor a ser invadida y que gajos de mi fueran bruscamente arrebatados perfumaban mis rincones; frágil. Mosaico de rotos cristales por los que caminaba descalza, anhelando sentir, encender la hoguera y que las llamas recorrieran mi escarchado cuerpo… Abrí mis pupilas, incendios forestales peregrinaron mis bosques, desactivé las alarmas y dejé a los ladrones entrar, revolvieron mi hogar desordenando mi caos y el alumco de mis alas con plumas nuevas. Huyeron por la puerta principal, con sus espaldas desafiándome al agobio, casi convencidos de que algo me habían arrebatado; pequeños caminantes viajeros, ahora deberán acunar consigo cada noche esa porción de mi esqueleto que a voluntad presté, provocando sonrisas de cuerpo entero danzando con una eterna expansión. Agradezco su fuego, escuchemos la lluvia.



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