Encerraste mis últimos días

Encerraste mis últimos días

En un típico día de primavera, el hombre está sentado en el jardín delante del hogar. Se ve pensativo, más bien nostálgico, ya que su rostro tiene un toque dulce. De repente abandona su sueño despierto y se levanta de la silla que le sirvió de transporte a la memoria, para dirigirse al interior del hogar. Tardando, pero firmemente, llega al escritorio de su habitación, busca en el cajón del mismo un papel y comienza a redactar:

19/10/2013

Hijo:

¿Nunca te pasó sentir que el sol te llena de vida? ¿Qué en un día soleado tuvieras ganas de correr y gritar como si tuvieses cinco años? Así me siento ahora. El sol abraza la ciudad y la hace más linda, parece que hace a la gente feliz. Hasta parece que yo soy feliz. En días así siento la necesidad imperiosa de vivir y de disfrutar de estos placeres indiscutibles.

Hijo, esta carta empieza así, pero podría haber empezado de una manera totalmente contraria: negativa…pesimista…muerta. Desde hace unos días comencé a pensar en mi condición y pude llegar a la conclusión de que me quitaste la libertad cuando me trajiste acá… ¿Sos consciente de cómo nos tratan? Acá no importa tu nombre o apellido, si tuviste una historia, si lograste formar una familia, si fuiste importante para alguien, si alguien te amó. Estamos reducidos a simples sujetos. Sujetos sin más. Sujetos sin nombre, sin rostro, sin pasado, sin importancia. Simples viejos a quien cuidar y, a veces, descuidar.

Este pobre viejo tuvo un golpe de lucidez y ahora puede ver su suerte, puede verse desganado y avejentado de más, dependiendo de alguien que limpie sus miserias. En esta última etapa de vida es dónde deberíamos ser más felices, a modo de despedida de ella, pero es al revés: La felicidad generalmente aparece en los primeros años y con muy poco, para engañarnos y prometernos que siempre será así.

Éste es el porqué de mi decisión, no busques otro. Elegí este día para ser libre finalmente. Lo hice porque el sol me llenó el alma, entró por cada uno de mis infinitos poros y pudo iluminarme. Lo hice porque este cielo celeste claro me invita a volar por él, a recorrer toda su extensión tan diáfana. Lo hice porque sus nubes me servirán para dormir. Pero principalmente lo hice para que cada vez que toque un día igual me recuerdes, aunque con un gusto amargo, porque encerraste mis últimos días y los condenaste a la soledad.

Te amé. Adiós, tu papá (o lo que queda de él).

El llanto ya no le permite ver lo que escribe, por eso garabatea una firma.

La sábana que rodea su cuello aun está mojada por las lágrimas.

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