Esta es una de esas historias cotidianas que les suceden a los mortales, en un día de tormenta, cuando llueve y al mismo tiempo brilla el sol radiante, compartiendo vida con truenos y gotas de agua brillantes. El viento arrastraba las hojas secas con esa ligereza con las cuales pasan las cosas en la vida, no recuerdo que hacía en esa banca de la plaza, siempre sumido en ese ensimismamiento común en mi. De repente estaba ella natural y simple, retando el viento y el tiempo, en un vórtice de tiempo y espacio, y sin más estaba frente a mi, no recuerdo que decía, pero su voz aun la conservo en las profundidades de mis recuerdos.

Era la sensación de una llegada, de un encuentro de millones de vidas en una eterna rueda de sansara, la existencia mundana, el común renacimiento y reencarnaciones en infinitas formas de vidas. Sentados conversando mientras ella entretenida miraba la lluvia, y yo tratando de entender la conjunción de la lluvia y el sol, de esta persona que sentía había esperado por siempre. Incredulidad, suerte, o destino, no lo cuestionaba, solo lo vivía, me vi caminando, sonriendo, y sacándome de mi ostracismo, permitiéndome soñar, o simplemente vivir, fue un día donde los minutos transitaban lentos, como si Odín detuviera el recorrido del astro, tenía la sensación de la llegada a un destino, una justicia de muchos años, como disfruté esa comida, el café y hasta el cigarro mentolado, no había cabida para prejuicios, las nubes se habían disipado.

Mediana estatura, blanca sonrisa, despreocupada conversación, un día perfecto de charcos de agua y brillo del sol, las horas pasaron y, caminando a su lado le acompañé a su casa, nos despedimos con la esperanza de volverle a ver muy pronto, dentro de mi muchas cosas cambiaron, era como si hubiese vuelto a la vida, sentía los olores, los colores y mi respiración, no deseaba compartir con nadie como había transcurrido mi día.

Pasaron algunos días, no supe mas de ella, no visitó mas aquel lugar de encuentro, sentía mucho la apremiante necesidad de verle, la brillante sonrisa, y esa melodiosa voz, tome valor y me dirigí a su casa, dudando como presentarme, era una tarde normal, me llené de valor, toque el timbre, era reja blanca, la espera. Por el corredor vi venir a dos señoras, algo mayores, aclaré mi voz para preguntar por ella, y descubrí que no conocía su nombre, 

Mientras las señoras preguntaban el motivo de mi visita, les explicaba simulado serenidad y aplomo, que buscaba la chica que, en un día de lluvia con sol había conocido, no debía explicar mucho, porque de inmediato las señoras se miraron con tristeza, y luego se dirigieron a mi con compasión, solo me dijeron que esperara un momento, como si esperaran esa visita precisamente ese día. Me hicieron esperar porque en efecto si la conocían, la encantadora de abejas, se retiraron por el corredor, y en unos minutos reaparecieron con una caja pequeña, me explicaron que, la chica había dejado eso para mi, tome la caja y la abrí, dentro de ella una carta y un pañuelos, aun desconcertado, pregunte donde estaba ella, y con calma me explicaron que, hace muchos años ella había dejado el encargo de entregarme esas cosas, me contaron que ella había muerto hace muchos años pero, antes de fallecer extrañamente les había dejado esa  misteriosa misión, de entregar esa caja a una persona que llegaría ese día, 

Caminé muchos días por ese parque, recordando el encuentro, de esa experiencia infinita de vida mas allá de nuestro entendimiento, la persona que me hizo revivir y continuar adelante, esperé por muchos años, pasaron décadas desde aquel día infinito, me había quedado con miles de preguntas sin respuestas. Han pasado años desde ese día, hoy ya anciano me encuentro moribundo escribiendo mis memorias, veo a mis familiares a mi alrededor, mientras con resignación y paz solo esperan mi partida. Todos se miran con paz al verme afrontar mis últimos minutos de vida con una sonrisa en mi rostro, y como balbuceaba palabras en un lenguaje inentendible, perdido en el tiempo, ellos no lograron entender que en ese preciso momento, al píe de la cama estaba ella, al final venía por mi, ayudándome a cruzar el umbral y continuar juntos una historia sin fin.

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