En una ciudad desconocida

En una ciudad desconocida

respirandoelmar

23/07/2022

Pedro llegó primero con sus maletas al apartamento, lo había visto por fotos en la web al reservarlo, pero no estaba seguro de con qué se encontraría esa mañana. Sara llegó después con el resto del equipaje, para cuando ella llegó él ya había observado las habitaciones, la cocina y el balcón. Este último tenía vista a la principal avenida de la ciudad, lo que encarecía el alquiler, pero no les importaba debido a que estarían solo dos días allí.

Ese día aprovecharon a recorrer desde temprano los atractivos turísticos más populares según algunos sitios web. No eran muchos, pero estaban lejos unos de otros. Sumando el cansancio del viaje y haber recorrido las calles a pie, como resultado estaban extenuados. Mientras volvían en la noche compraron comida rápida y en el apartamento cayeron rendidos sobre la cama. Se aseguraron de descansar bien esa noche, y al día siguiente tenían solo un recorrido corto por hacer. Visitaron los lugares recomendados sin prisa y al atardecer ya estaban en el apartamento.

Sara había comprado un vino así que al caer la noche lo descorcharon, era un tinto muy sabroso. Chocaron sus copas para brindar y bebieron con calma en el comedor. Si bien todas las habitaciones eran grandes allí, Pedro tenía una idea en mente desde que habían llegado. Observó a Sara desde sus pies hasta su rostro, le provocaba mucho la falda negra larga que llevaba esa noche. Cruzaron miradas y con un gesto le indicó para continuar bebiendo en el balcón.

Se encontraban en un 5to piso, desde allí podían oir algunos coches pasar y observar algunas luces encendidas en los edificios de en frente. Ella se sentía seducida por la posibilidad, se paró y colocó sus manos sobre la baranda mientras sus ojos se perdían en la noche. Pedro la veía desde un sillón, su silueta aún lo cautivaba como la primera vez. Sara giró su rostro, lo miró a los ojos y le pidió que se acercara. Mientras ella continuaba de espaldas a él, Pedro dejó su copa de vino y se acercó por detrás ajustando su cintura con sus brazos.

Con una mano ella acarició su rostro, y sintió como sus labios se acercaban al lóbulo de su oreja para besarla suavemente. Luego los sintió en su cuello, él la besaba mientras con su lengua humedecía su piel. Sara con sus caderas hizo un movimiento hacia atrás y así confirmó que el calor que sentía era mutuo. La idea del balcón siempre había estado en sus mentes, pero donde vivían no se sentían cómodos, tenían muchos vecinos que luego se cruzaban en la calle. Por eso estando en una ciudad desconocida no lo dudaron. Él con sus manos fue subiendo desde sus caderas por debajo de su camisa provocando que se fuera desprendiendo. Al instante, intentando masajear sus senos ella lo ayudó quitándose el sostén, no paraba de besar su cuello y ahora con la punta de sus dedos frotaba sus pezones que se endurecían rápidamente.

Con una mano hacia atrás Sara comenzó a frotar sobre su jean, sintiendo su erección que se intentaba desplegar por completo. En ese momento bajó su cremayera y al instante su ropa interior, en su mano lo sentía caliente, duro y un poco húmedo en su punta. Pedro no soportaba más, soltó sus senos al tiempo que se apoyaban sobre la baranda y observó cómo ella se inclinaba hacia atrás rogándole que levantara su falda. Él obedeció, deslizó su ropa interior hasta el piso y con la suavidad de sus dedos fue subiendo por sus muslos hasta su entrepierna palpando la humedad que allí abundaba, y frotando su clítoris con cuidado. Llevó sus dedos mojados hacia la boca de Sara, ella los saboreó, le dio un beso y se aferró con fuerza de la baranda.

Pedro desde atrás la fue penetrando, la falda negra cubría sus piernas mientras su tronco avanzaba dentro de ella mojándose y aumentando su calor. Ella gimió suave, hasta que él la tomó desde sus cabellos y tirando suavemente la fue embistiendo cada vez más fuerte. Gracias a lo humedecida que estaba ella fue que las penetraciones se hicieron más rápidas y perdieron la noción de dónde estaban. En cada embestida las nalgas de Sara chocaban contra los muslos de Pedro, tensos tras la falda. Él con un brazo tiraba de sus cabellos, ella gemía y sus senos rebotaban contra la baranda una y otra vez. De repente ella abrió sus ojos, observó que detrás de una ventana alguien los veía. Extrañamente se sintió aún más excitada, sus muslos se tensaron al máximo y no se contuvo, lanzó un gemido tras otro mientras sentía como se inundaba su entrepierna.

Se sintió agotada, sentía que sus piernas no se sostenían y se giró mientras él la observaba con su erección en su punto máximo. Él continuaba de frente a la calle, y vio como Sara se arrodillaba dando la espalda a la baranda, se acercó a él lamiendo sus muslos. Lo fue besando desde la base por el tronco suavemente hasta llegar a la punta aún mojada con sus mismos fluidos. Lo saboreó y lo fue colocando entre sus labios haciendo que entrara lentamente mientras llevaba sus manos hacia sus nalgas para agarrarlas con fuerza. Pedro gozaba cada vez más, su lengua lo volvía loco, aún sentía húmeda su erección luego de haberla penetrado y a eso se sumaba el calor de su boca. Llevó sus manos a sus cabellos otra vez, esta vez para acercar aún más su rostro hacia su vientre. Bajo la luz del balcón se podía observar como se tensaban sus piernas y su abdomen, y como ella se movía hacia delante y atrás con su boca deleitándose con su pene cada vez más duro. El éxtasis avanza por sus venas, siente como la sangre es bombeada con más fuerzas y recoge los cabellos de Sara para penetrarla con toda su erección y explotar en su boca. Gime, ella desde abajo lo observa, agitado, más que complacido. La ayuda a levantarse, se dan un suave beso y vuelven dentro, de espaldas a quienes se escondían tras las cortinas para observar ese espectáculo.

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