Si te hundes en un mar de arena ¿puedes nadar?
Es la pregunta que se hacía mirando por la ventana desde la que sólo se veía un manto verde y con flores.
Quizás se pueda si entre la arena te pudieras mover, quizás si debajo de la arena hubiera agua. Tantos quizás, tantas posibilidades que no resolvía sus dudas desde detrás de la ventana.
Mientras resolvía su dilema, apareció el reflejo blanco en sus ojos, un silencio característico salvo en sus pensamientos. ¿Y si en lugar de hundirse se encalla el barco?
Y si, y si… Casa vez más preguntas, ¿y si alrededor no hay nada? ¿Y si me diera tiempo a coger algo antes de tener ahogarme en un mar de arena?
Y volvió la luz que refleja la sombra, el canto de gorrión.
Y si en lugar de pensarlo, salgo y compruebo qué pasaría? Ah no tengo barco, ah no hay un mar. Ahora llegan los ah, ah que no tengo, ah que no….
A volver el manto blanco y las lechuzas asomadas desde las ramas colgadas, pensó ¡ya sé que puedo hacer!
Cojo de el agua que tengo para beber y con la arena hago barro así puedo andar por el barro, y llegar a la isla.
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