
En la soledad de mi mente.
Intensión
Muchas veces preferimos encerrarnos en nosotros mismos antes de compartir aquello que podamos estar viviendo. El problema se presenta cuando todo lo que guardamos se comienza a acumular hasta llegar a un punto en donde ya no podemos avanzar más y terminamos colapsando.
Esta pequeña historia lo que pretende es hacer una alusión a todas aquellas personas que seguido este camino, de guardarse todo para sí, sea por la razón que fuera, hasta llegar a un punto crítico de su vida.
De la mano de Filomena, una joven que atraviesa una situación similar, se pretende hacer una pequeña reflexión y, al mismo tiempo, motivación para que quienes están viviendo situaciones iguales. El mensaje que se busca dar es: Una depresión se puede prevenir si buscamos ayuda, si nos dejamos acompañar.
Capítulo 1
En mí misma
“Que cosas tienen la vida, muchas veces es tan difícil de comprenderla, cuando creemos tener algo asegurado llega el destino y nos lo quita, ¿Qué tiene el hombre o que le falta que siempre aspira o busca algo mejor?”
[Este era el pensamiento que pasaba por la mente de Filomena acostada en el gran cuarto de cuatro paredes que formaba su cárcel, un poco oscura y llena de moho, en donde su única compañía era unas cuantas ratas que vivían en los drenajes, ciertamente no era una buena compañía, además le daban asco, pero no tenía posibilidad de elegir mucho ya que era una cárcel.
Llevaba ya más de dos años de estar ahí; injustamente fue acusada de matar a su hermana, ciertamente no fue ella, sino su cuñado, el cual, en un ataque de celos, le clavó un puñal en el pecho, pero ella por falta de pruebas no pudo defenderse y fue condenada a diez años de cárcel.
Aunque al principio le fue difícil, pudo ir aceptando un poco la soledad de aquella celda y para poder pasar el tiempo pensaba en cómo sería su vida si estuviera en libertad: caminar por el parque, disfrutar del aire fresco de las montañas del pueblo y como no, compartir con unos buenos amigos.
Otras veces pensaba que a su corta edad estaría seguro haciendo planes para casarse con un joven adinerado, con buenas tierras y con un lindo patio en donde poder pasar el rato con sus hijas sembrando y cuidando unas bellas y aromáticas rosas blancas, rojas, rosadas, unos bellos jazmines, unos cuantos girasoles y un gran campo en donde poder cosechar la comida y todo lo necesario para estar y vivir cómodamente.
Tenía todo el tiempo para imaginar, lástima que de ahí no pasaba. Muchas veces se quedaba dormida pensando en lo que haría cuando saliese de ahí.
Un día se ilusionó y emocionó tanto en su pensamiento que se quedó dormida. Cuando estaba en lo más profundo de su sueño, soñó que era una mujer hermosa, no era que no lo fuera, pero en su sueño lo era mucho más, y que vivía en el reino del príncipe Marcelo, hijo de la Reina Justina, viuda desde hacía ya cuatro años, y heredero directo al trono.
El Príncipe caminaba por las calles de la ciudad acompañado de un gran grupo de escoltas que lo protegía, así como de su madre la Reina. Mientras avanzaba entre la multitud de personas divisó a la hermosa joven Filomena sentada en una silla mecedora en un puesto de ventas. Quedó tan fascinado de su belleza que la invitó a comer a uno de los restaurantes que había en el lugar]
[Ella contestó en seguida]:
-Me siento alagada de tal invitación, pero mire mis vestimentas, que dirá la gente si ve a su Alteza sentado a la mesa con una mujer de tal clase-.
-No tenga cuidado-, [contestó a toda prisa el Príncipe].
-Soy un hombre que no se deja llevar por primeras impresiones o por lo que la sociedad diga, siempre me gusta conocer primero a las personas. [Y prosiguió]: -así que por favor no me haga el desaire y acepte mi invitación-.
-Ya que insiste creo que no puedo decir que no-. [Exclamó la joven].
[Pasaron los meses y el Príncipe que se había enamorado más y más de la joven Filomena, pensó que ya era bueno hacerle la propuesta de matrimonio a aquella con la que quería pasar el resto de su vida. Pero justo en el momento que procedió a hacerlo…]
…Toc, toc, toc.
¡Despiértese y tome su desayuno!
[Le gritó con voz fuerte y un tanto ronca uno de los oficiales que repartía la comida en la cárcel. Filomena suspiró un poco triste al ver que su buen y hermoso sueño había sido cortado sin poder saber su final, aunque sabía que así pasaba con casi todos los sueños, se molestó al saber que en este caso no pudo saber el final por culpa del guardia. De mala gana se comió su desayuno y se dispuso a inventar un final, aunque fuera despierta, a su sueño.]
[Otra noche soñó que vivía en lo alto de una montaña, en una cabaña grande, con una gran naciente de agua que salía de un costado de la raíz de un gran árbol de pino que estaba ubicado en la parte trasera de la casa; todo el día corría una briza que refrescaba hasta lo más íntimo del alma y que daba los ánimos necesarios para vivir plenamente la vida. En la mañanas se podía ver la hermosura del amanecer, el sol que comenzaba a nacer entre las cordilleras y el color rojizo del cielo, generaban un ambiente espectacular.
Estaba acompañada de su perro, de unas cuantas vacas y unas dos cabras que estaban en el establo, así como unas cuantas gallinas; lo suficiente para pasar el día ocupada y bien distraída de los problemas que la vida pueda ofrecer.
Sus hijas, dos hermosas niñas de ojos azules y su pelo del mismo color del oro, eran sus más preciados tesoros. Su esposo estaba en el campo cosechando y ganándose el pan para la familia.
Mientras su esposo trabajaba arando la tierra, sus bueyes se vieron frenados por su yugo que se había quedado atascado por un objeto que no cedió y los frenó. Podía ser una gran piedra, una raíz o cualquier cosa lo suficientemente grande como para detener a una yunta tan grande y fuerte. Aflojó el arado, lo apartó, y con una pala empezó a cavar para descubrir que era lo que frenaba su trabajo.
Entre más escarbaba fue descubriendo un gran cofre que al parecer llevaba mucho tiempo ahí. Pensó en un pirata que lo pudo haber enterrado o algún gran terrateniente que no queriendo compartir sus riquezas, las enterró a ocultas de su familia. En fin, sea cual sea la razón, ahora ese tesoro era suyo y de su familia. Cuando lo hubo abierto descubrió una gran fortuna en monedas, collares, relojes y unos cuantos cuadros de oro puro y algunos de plata que llenaban hasta los bordes aquel cofre.
Lleno de emoción corrió hacia la casa en donde se encontraba su amada y sus dos hijas para contarles su gran hallazgo, cuando se dispuso a contarle su gran alegría, Filomena dio una vuelta y se despertó, sin poder saber el final de lo que su esposo le quería comunicar en aquel sueño.]
-¡Oh Dios! Otra vez no-. [Exclamó con gran ira]. –No puede ser que nunca pueda terminar un sueño-.
[Quiso dormirse en seguida para ver si podía continuar con aquel sueño pero ya era tarde para eso, además ya había amanecido y el guarda llegaba ya con su desayuno.
Durante los siguientes días tuvo varios sueños parecidos pero al igual que los otros, se despertaba antes de conocer su final.
Una noche antes de comenzar a dormir pensaba muchas cosas y se preguntaba qué sería de ella si solo uno de esos sueños fuera realidad, pero también recordaba que no sabía cómo terminaban sus sueños, así que, aunque le ilusionaran, le generaban incertidumbre.
Mientras pensaba todo esto una gran luz apareció en lo gran oscuridad de su celda, se asustó y corrió a las esquina más cercana de aquel cuarto esperando pasar inadvertida, pero aquella luz llenó toda celda quedando descubierta, alzó la cabeza y divisó un ser de una vestidura muy reluciente y brillante como nunca antes había visto jamás.
No es humano porque su majestuosidad es muy grande, ni tampoco un ángel porque trae consigo una muy hermosa barita. Pensó en sus adentros.]
-¿Pero qué eres?-, [Preguntó a aquel ser.]
-No preguntes que soy, sino quien soy-. [Respondió aquel ser.]
-Bueno ¿quién eres?-, [replicó Filomena.]
-Soy el hada de los sueños-.
-¿El hada de los sueños?-
-Sí, así como lo dices. Conozco todos los sueños que tienen las personas, se cuál es su causa y también, de vez en cuando los puede modificar y lo más importante es que puedo llegar a conocer el final de cada sueño-.
-¿Cómo dices?, ¡eso es imposible!-, [dijo sorprendida le joven], –los sueños muy pocos son concluidos, la mayoría terminan antes de que su fin llegue-.
[Le contestó el Hada]:
–tienes razón, pero mis capacidades y algunos de mis secretos me permiten adentrarme en lo más profundo y secreto de los sueños, es más si quieres te lo puedo demostrar-.
-¿Y cómo harías eso?- [Preguntó Filomena]
-Bueno puedes venir conmigo y dar un paseo por alguno de los sueños que tú has tenido últimamente y verás que tengo razón-.
-No es correcto, ni siquiera te conozco-. [Protestó]
-¡Ah perdón!-, [exclamó con entusiasmo el Hada], -me llamo Alis-.
-Alis, lindo nombre, mi nombre es Filomena. Y ya que lo dices si me interesaría conocer el final de algunos de mis sueños, pero ¿cómo podríamos hacer eso?-
-¡Con un poco de magia!-, [dijo con gran ilusión y alegría Alis.]
-Bueno creo que sería una buena forma de pasar el rato en esta oscura y desolada celda-, [replicó Filomena.]
Entonces, [dijo Alis], cuando quieras podemos empezar, si estas lista podemos irnos de una vez.
Si quiero irme de una vez pero…
-¿Pero qué?- [pregunto apresurada el hada.]
No me has dicho que pasos o reglas hay que seguir para empezar o adentrarse en los sueños.
A lo siento, la edad ya me pasa la factura. Lo primero que tienes que pensar es a cual sueño quieres ir y nada más.
Bueno en ese caso quiero conocer el final del sueño con el príncipe Marcelo.
Bueno entonces que estamos esperando, dijo el Hada y haciendo un círculo con su barita se introdujeron en lo más profundo del sueño.
Capítulo 2
Los Sueños:
“El reino destruido”
[El hada tenía la facilidad de poder ir a los sueños de cualquier persona sin importar en parte del mundo se encontrase, solo ocupaba batir su barita un poco y eso bastaba para llegar a ellos. Después que Filomena y el Hada se adentraron en el sueño todo parecía un poco oscuro y tenebroso.]
-No te asustes-, [le dijo Alis a Filomena], –la oscuridad se debe a que aún no ha comenzado el sueño-.
[No había terminado de hablar cuando empezó a verse una luz que iba llenando aquel lugar, que a ciencia cierta no se sabía dónde era o que era, pero Filomena estaba ilusionada de poder empezar. Luego se vio un castillo al fondo, en lo alto de una montaña. La joven exclamó]:
¡El castillo del príncipe Marcelo!
[La luz se siguió extendiendo y de pronto se vieron grandes dragones que venían volando y gran ejército que de un pronto a otro asediaron aquel reino y lo destruyeron casi por completo.]
-¡Este no es el sueño que yo tuve!– [Reclamó Filomena un tanto asustada.]
-¡O no! Creo que he perdido un poco la práctica-. [Dijo Alis un tanto sobresaltada, pero dejando salir una gran carcajada que sorprendió a la joven.]
¿De qué te ríes? ¿Qué es tan divertido?
Creo que estamos en el sueño de otro persona.
-¡El sueño de otra persona! ¿Qué dices?- [Pregunto con temor Filomena.]
Sí, [dijo el Hada], puede que nos hayamos desviado en el camino y hemos terminado en el sueño de alguna persona que este durmiendo en este momento.
-Vamos a averiguarlo-, [dijo el Hada, al mismo tiempo que movía su barita mágica. Al instante apareció como una cortina de polvo sobre el aire, que se fue cambiando poco a poco de color hasta quedar un poco blanca. Sobre la cortina se reflejó aquella persona de donde venía aquel sueño.]
-¡Es mi hermano!- [Dijo con fuerte voz Filomena.]
-Que vamos a hacer ahora. ¿Ya no podré ver el final de mi sueño?-
Recuerda que soy un hada mágica, solo necesito mover mi barita y podremos ir a tu sueño. O si también lo deseas, podemos entrar por alguna de esas puertas que están allí y llegaríamos más rápido.
[Esto lo dijo casi sin pensar, ya que lo único que quería era tranquilizar a aquella muchachilla.]
Me parece una mejor la segunda idea, dijo la joven, creo que así podremos disfrutar más.
No se diga más y adelante.
[En las puertas estaban escritos los nombres de los sueños que se encontraban dentro de ellas. Unas decían “Día de campo en familia” otros “Mi amiga la de Francia” o tras decían “Viaje por la montaña”, y no faltaban algunas un tanto tenebrosas, como aquellos que llevaba inscritas como nombre: “Un día de Halloween”, “La tumba de mi hermana”
y “Una noche de brujas”. Entre otras tantas que le causaron curiosidad a aquella joven y también un poco de miedo.]
-¿Por qué hay varias repetidas?- [Le consultó al Hada]
Esto se debe, [contesto ella], porque son sueños que han sido soñados en varias ocasiones distintas y por eso aparecen varias veces.
[Filomena siguió mirando las puertas y en el fondo de aquello que parecía una sala, miró una puerta que decía: “El reino del príncipe Marcelo”.]
¡Esta es la puerta a mi sueño! [Dijo con gran emoción y con gran expectativa.]
-Hay otra cosa que debo decirte con respecto al adentrarnos en los sueños-. [Dijo Alis un tanto pensativa.]
-¿Qué pasa?- [Pregunto.]
-Tú me preguntaste que se tenía que seguir para entrar en los sueños, ¿verdad?-
-Así es-, [dijo Filomena]. -¿Ahora qué pasa?-
-Lo que no te dije, [replico en Hada], es que cuando nos adentramos en los sueño tenemos que terminarlos para poder salir o para poder iniciar otro, así que tenemos que llegar hasta el final de este sueño que tu hermano está tiendo, si no, no podremos irnos-.
-Solo esto faltaba, [dejo indignada Filomena], yo sabía que no debía confiar en ti.-
Y hay más, [dijo el Hada.]
-¿Cómo que hay más?- [Respondió apresurada la joven.]
Sí. Lo que pasa es que, además de que tenemos que terminar este sueño para salir, también debemos esperar que tu hermano no se despierte, ya que si lo hace, estaremos atrapadas aquí hasta que el, por alguna razón, lo vuelva a soñar.
[Este repuesta del Hada enojó aún más a Filomena que estaba fuera de sí y no sabía que pensar. Y replicó]:
-Tú dijiste que podías conocer hasta el final de los sueños de las personas aun cuando estos se despertaran. ¿Por qué no puedes hacer lo mismo?-
-Lo que pasa, [dijo Alis], es que eso solo lo puedo hacer cuando estoy sola, recuerda que yo no soy como tú, yo soy un ser espiritual, yo no soy materia como lo eres tú. Así es que, aunque ahora lo puedo hacer, irme hasta el final del sueño o simplemente salirme de él, para hacerlo tendría que irme sin ti, y eso es lo que no quiero, ya que yo te metí aquí y ahora me toca sacarte de aquí.
-¡Qué genial, solo esto faltaba!-. [Dijo un poco enojada Filomena que ya comenzaba a tranquilizarse.]
-Bueno si es así ¿qué estamos esperando? Avancemos rápido para salir lo más pronto de aquí-. [Demandó la joven]
-Vamos allá-. [Dijo un poco tímida el Hada]. -No te enojes con migo le replicó, es la primera vez que me pasa.-
-¡No importa, solo procura que no vuelva a pasar!-
[Le contestó la joven con cierta brusquedad y de mal gusto.]
[Ambas volvieron su mirada hacia el sueño en el que se encontraban y se dispusieron a adentrarse en él.]
-¿Por dónde comenzamos?- [Preguntó al Hada.]
-Debemos ir al puro comienzo del sueño y hacernos uno con él-.
-¿Hacer como si fuéramos parte del sueño?-
Así es; es la única forma de que lleguemos a su fin.-
¿Y qué ventajas trae eso?- [Preguntó asustada]
-La verdad no muchas, debido a que al hacernos uno con el sueño, puede pasar cualquier cosa contra nosotras, bueno, contra ti.-
¡Contra mí! ¿Y tú qué? [Fuera de sí preguntó Filomena]
Como yo soy el hada de los sueños, no formo parte de ellos como tú o los demás. Yo los puedo ver, pero no mezclarme con ellos…; pero no te asustes, yo estaré contigo en todo momento y no dejaré que nada te pase, así podremos salir juntas de esto.
Pues bien, ¡vamos allá! [Dijo con determinación Filomena].
****
Capítulo 3
Mi mente contra mí.
No había terminado de hablar cuando ya se encontró vestida con ropajes gastados y desfigurados, llenos de suciedad y a punto de rasgarse por tanto trabajo. Además, estaba frente a un gran campo sembrado de algodón, el cual ya estaba completamente blanco y listo para ser recolectado, de hecho esa era su labor en el reino, recoger todo el algodón que posteriormente se convertiría en ropajes para el rey y su familia.
Se dispuso a recolectar el algodón, pero descubrió que no sabía cómo se recolectaba. Alzó la mirado con la idea de preguntarle a las demás recolectoras sobre cómo realizar el trabajo, pero en el momento en que se disponía a hacerlo, se escucharon unos cuernos sonar en la lejanía.
Todos los que estaban con ella y en los alrededores del campo detuvieron sus labores para ver de dónde procedía tal sonido. La sorpresa fue aún mayor cuando uno de los ancianos grito con voz ronca y ya gastada por el paso de los años, que al mismo tiempo se cortaba por el temor que se avecinaba:
-¡Son sonidos de guerra! ¡La guerra ha llegado!-
El Rey, junto con todo su reino, se desesperó y la tensión comenzó a apoderarse de todos y cada uno de los ciudadanos. De hecho era la primera vez en más de ochenta años que ese sonido se volvía a hacerse presente por aquellas tierras, de tal modo que si no hubiese sido por los ancianos, nadie se hubiera puesto en guardia.
Las trompetas sonaron una segunda vez, pero con mayor ímpetu, de tal modo que las entrañas más profundas del rey se estremecían.
La sorpresa fue aún mayor cuando se corrió la noticia de que las trompetas que sonaban correspondían al rey Alberto, hermano menor del rey Arturo, a quien estaba atacando.
Mientras el ejército del rey Arturo se ponía en posición de defensa entorno al castillo, se comenzó a escuchar el galope de muchos caballos que se disponían a subir la loma que hacía de muralla al castillo; al mismo tiempo, los gritos de guerra no se hacían esperar, mientras otras coreaban a una sola voz: –¡Viva el rey Alberto!-.
Mientras el enemigo se acercaba al castillo, el rey Arturo convocó a todos los hombres del reino para defenderlo, bajo la pena de muerte por traición a quien se resistiera…, no faltó quien se retrocediera a tal convocación; unos huyeron a las montañas cercanas, otros detenidos y encarcelados en su intento de ir y otros fueron ejecutados delante del Rey…
Pero aún todos los esfuerzos hechos para defender al rey y a su reino fueron insuficientes ya que con la suma de todos los hombres que se unieron al ejército, no se logró más que alcanzar la suma de veinte mil hombres, tres veces menos que los del rey Alberto que se acercaba con sesenta mil hombres a combatir.
Mientras esto pasaba, todas las mujeres fueron enviadas a las montañas para protegerlas y que no cayeran en manos del enemigo. Evidentemente, Filomena se disponía a partir con ellas, pero cuando comenzó a correr junto con las otras, el Hada de los Sueños se le apareció con el fin de hacerle cambiar su rumbo.
¡No vayas con ellas! [Gritó con fuerte voz el Hada]
¿Qué dices? [Respondió con brusquedad Filomena] ¿No vez que nos van a matar si nos quedamos?
¿No lo entiendes? ¡Continuar junto con el Rey es la única forma de llegar al final de este sueño! [Replicó con firmeza y determinación el hada]
Sí es así [exclamó con ánimo decidido Filomena mientras miraba el castillo donde estaba el rey] “vamos allá”.
Capítulo 4
Enfrentando mis sombras
El ejército del rey Arturo se abalanzó con todo contraatacando al enemigo que se acercaba con gran velocidad hacia el castillo. No fueron necesarios más que unos quince minutos para que el rey Alberto lograra tomar la mayor parte del reino y de matar a casi todo su ejército, arrasando con las casas y todo lo que se cruzaba en frente, tanto hombres como animales perecían bajo la espada, las flechas o las lanzas, otros bajo el fuego que devoraba las casas, y uno que otro, al caer del segundo o tercer piso de los palacios reales. No faltó, además, aquellos que fajo la desesperación y miedo se quitaran la vida.
El último jefe de batalla con un grupo de quinientos hombres, sin querer perder el honor y buscando una muerte digna de un buen caballero, empuñaron su espada una última vez y con un grito fuerte y unánime:
-¡Viva el rey! ¡Qué viva!-
Y así murieron en el campo de batalla como buenos caballeros: empuñando su espada hasta su último suspiro.
Mientras todo esto pasaba en el campo de batalla, por otro lado los últimos hombres de la guardia que protegían al rey corrieron hacia él para ponerse a sus órdenes. Uno de ellos tomando la palabra habló al rey con fuerte voz:
-¡Mi Señor ha llegado la hora de partir, el ejército enemigo ha tomado ya todo el reino, solo nos quedan un par de minutos para poder salir de aquí!-
¡Lo sé mis queridos guardias! [Exclamó un tanto exaltado el rey y con voz pausada replicó] pero antes de partir debo de estar seguro.
¡Seguro! ¿De qué? [Preguntó un tanto confundido uno de los guardias haciendo coro con un par de sirvientas que aguardaban las órdenes de rey Arturo]
Debo saber [dijo] si su fidelidad hacia mí sigue estando en pie. Debo estar seguro de que seguirán siendo leales a mí cuando lleguemos a un mejor lugar.
¿Qué? [Pregunto el jefe de guardia]Mi Señor puede contar con eso, estos guardias que usted ve al frente de su trono son el resultado de cuatro siglos en los que el linaje de mi familia ha protegido a este reino. Los Ferval nunca nos retraemos de nuestras promesas, pero para mostrarle que nuestra lealtad es sincera y duradera… [En ese momento volviéndose a los cien hombres que conformaban la guardia, dijo con fuerte voz y con su espada en alto]: descendientes de este gran linaje de guardias reales, a ustedes que son sangre de mi sangre: ¡Juráis lealtad a vuestro rey Arturo y juráis protegerlo con vuestra vida!
Y todos los que estaban en la sala gritaron con voz en pecho y alzando sus manos y sus espadas:
¡Sí juramos! ¡Qué viva el rey Arturo!
El rey se puso en pie y con firme voz exclamó:
Pues bien: ¡Marchémonos de aquí!
Y se dispusieron a salir. Las sirvientas corrieron a alistar algunas cosas necesarias para poder viajar. La guardia real, por su parte, corrió a preparar los caballos y un par de carretas para poder salir.
Cuando Filomena logró adentrarse en lo interno del castillo pudo ver que algunas mujeres se habían quedado al lado del rey y esto le dio cierta calma al saber que no era la única que había desacatado la orden de huir a la montaña. Pudo ver cómo eran llenados algunos costales de tela con pan y algunos otros con legumbres y frutas que luego eran cargados sobre el lomo de un par de mulas bien ensilladas que además ya estaban cargadas con utensilios de uso personal.
En seguida preguntó a la sirvienta más cercana:
-¿Qué es lo que pasa? ¿Qué están haciendo?-
La sirvienta le contestó en un con voz temblorosa y un tanto cortada por haber corrido tanto a la hora de preparar toda la carga:
-El rey Arturo ha dado la orden de salir rumbo a las montañas. Solo quedan unos cien soldados…, [y dando un suspiro de desesperación y nostalgia, exclamó]: ya no hay nada que hacer, nuestro reino está destruido. Ya no queda nada de nuestro hogar.
Y con el mismo impulso ordenó a Filomena y las otras mujeres que quedaban:
-¡Rápido, leven estas frutas y verduras a las carretas!
¡Tú, Filomena, ayudame a llevar estas dos tinajas de agua!
Cuando ya todo estuvo listo, los guardias llamaron al rey Arturo con toda prontitud y haciéndolo subir a su caballo, emprendieron el viaje hacia las montañas. Al parecer nadie los vio, ya que lograron adentrarse en lo alto de la montaña sin ninguna prisa o ataque.
Mientras tanto, el rey Alberto se apoderó por completo del castillo y lo hizo caer piedra por piedra. Ni el más sencillo animal sobrevivió aquel voraz ataque.
Capítulo 5
Batalla final.
¡He vencido!
Cuando ya estuvieron lejos, se detuvieron sobre una loma y lograron divisar lo que quedaba del reino, simples casas prendidas en fuego, desprendiendo grandes columnas de humo. Y en cuanto al palacio, solo se divisaban los escombros, había sido destruido por completo.
El rey Arturo, con un nudo en la garganta y un par de lágrimas saliendo de sus ojos, exclamó:
–Lo siendo mi querido pueblo, te he fallado. Parece ser que no merecí haber sido nombrado su rey. En el momento en que más lo necesitaban, no los pude defender. Debí haber muerto con ustedes…
No había terminado de hablar, cuando uno de los soldados lo interrumpió diciéndole:
–Mi señor, no sea tan duro con usted. No teníamos muchas opciones contra este ataque, nos superaban por miles, es un milagro de que estemos vivos.
Su consejero de mayor confianza continuó:
–Mi señor, no puedo aceptar que se castigue a usted mismo de esta manera, el rey que yo conozco siempre estuvo ahí para su pueblo, lo defendió en infinidad de batallas y siempre entregó su vida por el bien de su pueblo. Nunca conocí a un rey como lo es usted, mi señor…
Ahora, no queda más que seguir adelante. El dolor de las perdidas nos acompañará por mucho tiempo. Cuantas personas buenas y justas murieron hoy peleando en el campo de batalla, en sus casas y familias.
Nosotros tuvimos la gran dicha, gracias al sacrificio de todos estos buenos hombres, de conservar nuestras vidas. Es por ello que de ahora en adelante, en cada momento de nuestra vida, estaremos en deuda con todos ellos; debemos, por tanto, vivir haciendo que cada situación y vivencia valga la pena, que la muerte de estos hombres valerosos no sea en vano: ¡Qué valga su sacrificio! ¡Qué vivan nuestros héroes!
Y todos a una vos exclamaron:
¡Qué vivan!
El rey replicó:
–Mis queridos amigos, este día no será recordado como el día en que nuestro reino cayó en manos del enemigo. ¡No! Este día será recordado como el día en el que la sangre de hombres y mujeres, justos y honorables dieron la vida para que nosotros pudiésemos vivir.
¡Qué vivan todos ellos! [Exclamó con determinación y en un todo glorioso.]
Luego prosiguió:
–Mis amigos, ya es tarde, la noche comienza a caer. Sigamos un poco más y busquemos un lugar en el que podamos pasar la noche.
Un niño exclamó:
-¡Miren, un arroyo. Hay agua limpia!
El general de la guardia replicó:
–Mi señor, parece ser un buen lugar para pasar la noche, hay bastante espacio y el agua es un plus mayor para estar tranquilos por ahora. Es mejor que nos alistemos para pasar la noche.
El rey Arturo sentenció:
-No se diga más. Preparen todo para pasar la noche, porque igual ya no aguanto caminar más.
Y así fue, todos comenzaron a preparar unas pequeñas tiendas con las telas que pudieron empacar. Algo improvisado que los fuera a cubrir aunque fuera un poco del frío de la noche, ya que además, debían dormir en el suelo el cual estaba un tanto húmedo.
Otros se encargaron de buscar troncos y ramas con el fin de hacer una fogata. Las mujeres se encargaron de cocinar algunas legumbres y hortalizas para cenar.
Cuando todo estuvo listo, se reunieron todos en torno a la fogata a comer lo que habían preparado. La nostalgia y la tristeza se notaba en los rostros de todos, y el silencio de la montaña se unía en un solo coro con el de todos los supervienes. Solo se escucharon un unos cuantos murmullos y a uno que otro niño cuando el llanto y la desolación los invadía.
Finalmente, uno a uno, desde niños hasta los adultos, se fueron durmiendo poco a poco, más por cansancio que por sueño.
El último en dormirse fue el rey, el cual aún no dejaba de culparse por lo pasado. Aunque el sueño no le duro mucho.
Apenas se hubieron dormido todos, se escucharon unos gritos de guerra. Cuando los soldados quisieron reaccionar fue demasiado tarde. Al parecer los soldados del rey Alberto habían seguido de largo a los fugitivos, y llevando un pelotón de soldados, se dispusieron a esperar el momento oportuno para atacar.
La mayoría murió en el acto. Otros, como el rey Arturo, su consejero y algunas mujeres fueron condenados a morir en decapitados. Y así fue, uno a uno, comenzando con el rey y su consejero, para de último pasar a las mujeres. La última en ser ajusticiada fue la joven Filomena.
Ella quería encontrar en una esperanza, en una opción para poder seguir viviendo. Pero nada, al parecer su destino estaba firmado. Se acordó del hada, y por más que la llamó, esta no apreció por ningún lado. La ira se apoderó de ella y comenzó a pensar:
-Sabía que esta farsa de hada no era de confianza. Yo sabía que esto terminaría mal. Y aquí estoy, a las puertas de morir en un sueño sin sentido, todo fue un absurdo.
Hada infeliz. ¡Mald…!
-Joven Filomena, (dijo una voz en la mente de Filomena), aún no confías en mí.
Sé que el panorama no es alentador, pero este es el momento para ir a casa, es hora de despertar. ¡Encuentra el camino!
Solo faltaban unos metros para llegar al lugar de la ejecución y Filomena se preguntaba a qué se refería el Hada al decir “Encuentra el camino”. Intentó luchar buscando soltarse, pero fue inútil, los soldados eran muy fuertes y más altos que ella.
El miedo se comenzó a apoderar de ella, la nostalgia comenzó a aflorar. Pero ya era tarde, su cabeza estaba puesta en el lugar de la ejecución, y el verdugo ya cernía su hacha sobre la joven.
-¡Ayuda! [Exclamó la joven], ¡Ayuda!, ¡Qué alguien me ayude!
En eso el hacha comenzó a caer a gran velocidad. Filomena gritó con voz ya ahogada y en busca de una última esperanza:
–¡AYUDA POR FAVOR!, QUÉ ME MUERO, ¡AYUDA!
-¡Hija! [Exclamó el Señor Aldus].
¡Papá! [Dijo Filomena]. ¿Dónde estoy?, ¿Qué pasó, papá?
-Creí que te perdería mi querida hija. Creí que no te volvería a ver. [Dijo Albus con un dudo en la garganta producto de la alegría]. Ya estás aquí y es lo que importa.
-Papá, por favor, dime qué fue lo que pasó. ¿Y qué hago en este hospital?, ¿Qué son todas estas agujas en mis manos?, ¿Desde hace cuánto estoy aquí?
-Hija, [dijo él], llevas quince días aquí, has estado en coma desde entonces.
-¿QUÉ?, ¿Cómo que en coma?, ¿Cómo sucedió? [Preguntó Filomena fuera de sí]
-Sí hija. Desde el día que murió tu madre, hace poco más de un mes, caíste en una gran tristeza que te llevó a caer en una depresión bastante devastadora. Yo intenté ayudarte, estar cerca de ti para poder superar la perdida de tu madre, pero no lo logré.
[Y mientras se pasaba las manos por la cara y pausando las palabras, dijo]: hace quince días atentaste contra tu vida, querías suicidarte. Querías acabar con todo el sufrimiento, pero al mismo tiempo, estabas acabando contigo.
[El llanto se apoderó de Albus y dijo]:
-No quiero perderte. ¡No!, esto no puede ser. Yo te necesito. Ya perdí a tu madre, no puedo perderte a ti también.
¡No! Eso no.
Un breve silencio se hizo presente en la sala, interrumpido únicamente por el llanto de Albus, el cual estaba descontrolado llorando.
Filomena se inclinó hacia él, y secando un poco sus lágrimas, lo abrazó fuertemente. El llanto se hizo presente en ella también.
–Lo siento papá. Me deje llevar por la tristeza, el dolor, deje que todos mis sufrimientos del pasado se apoderaran de mí y, al no buscar ayuda, cargue con un peso imposible de cargar.
Te prometo que de ahora en adelante confiaré más en ti. Tengo que sanar algunas heridas que hay en mi historia y quiero que tú estés ahí para ayudarme.
[Interrumpiéndola, Albus replicó: Claro que sí hija, aquí estaré para ti. Saldremos juntos de esta.
Ahora descansa y recuperate por nosotros. Y por favor, ¡No dejes nunca de luchar!

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