Elogio al amor propio

Elogio al amor propio

Baco

19/10/2019

Siento que no le importo a nadie. Más bien, siento que a nadie le importa nadie, luego ¿nadie me importa? Es difícil pensar en el amor al otro sin ver en él una condición, un para. En mi caso, el otro no es más que una fuente de retroalimentación, un par de oídos y una boca, un interlocutor que satisface aquello que yo no puedo darme: otra perspectiva. ¿Quién está realmente interesado en mis preocupaciones? Si se bien que no son suyas. Si al buscar el desahogo en un oído ajeno veo su impaciencia por cambiar de rol, por hacerme ser su papelera y poder ser él quien, con el derecho natural de la compensación, arrugue en sus palabras los pensamientos que le agobian. Hablamos para ser escuchados, pero también escuchamos para poder exigir, de forma lícita, que nos escuchen.

Pero siento, me diréis, siento que amo sin conocerla a cada persona de esta sala, que me importan. Y yo os diré, inocentes humanistas, que ese amor no es tal. Borges hablaba del amor más grande, del amor divino; aquel amor que no espera ser amado. No existe tal amor en el humano. Solo existe el amor propio, que gestiona cómo nos comportamos ante ciertos símbolos. No amas al otro de manera desinteresada, amas el ideal de amor desinteresado. No eres justo por amor a la comunidad, amas ser una persona de justicia. ¿Y qué hay del amor a la familia?, ese extraño mecanismo de contención de la soledad absoluta. No, tú amas ser una persona familiar.

El meteco acertó cuando dijo que ser insocial no es algo reservado al hombre. No es posible la soledad entre nosotros. Vivir es un proyectarse hacia fuera, medir y comparar, vivir es vivir en los demás. Se puede vivir dentro, al margen, fuera, confrontado, en armonía… Pero siempre tu posición viene dada por la posición del otro. Hasta el ermitaño más independiente está acompañado, acompañado de su odio a los demás. ¿Qué es pues la soledad? ¿Ausencia de otro? ¿Qué es el individuo? ¿Y qué es el grupo? Si el grupo está construido por individuos, no hay individuo sin un grupo. ¿No es paradójico que, al pensar en ti, tengas que excluir al otro? ¿Qué soy yo? ¿Para qué sirve nuestra empresa humana? Somos tinta para edificar cada capítulo de su historia universal. Estamos hoy reunidos para escribir en él un par de páginas, pequeños sedimentos que el río arrastrará. Nuestras vidas, que apenas significan en el proceso absoluto, son el vehículo mediante el cual la humanidad se expresa. Que cesen ya los autoengaños, que cese ya la compasión. Entendamos el amor propio como la condición de posibilidad del ser humano y el amor al prójimo como la engañosa consecuencia inevitable.

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