Ellos tienen pileta de natación en el patio de su casa, rodeada de césped impecable. Nosotras teníamos una pileta pelopincho sobre un colchón finito de tergopol, arriba de la membrana de la casa de al lado, cuyo techo nos servía de terraza.
Ellos tienen dos habitaciones, donde han podido ejercer soberanamente el ocio lentísimo de la adolescencia. Nosotras compartíamos una cucheta en un ambiente de un metro y medio por dos, donde no podíamos leer hasta cualquier hora sin asumir el riesgo de desvelar indefectiblemente a la otra.
Ellos viven en su propia casa, con jardín al frente y quincho en el fondo. Nosotras vivíamos en casas de alquiler, mudándonos cada dos años o cuando no se podía pagar más, siempre un poco más lejos, siempre a un lugar un poco peor.
Ellos tienen dos padres con altos sueldos, a la medida de sus más locos anhelos. Nosotras teníamos un padre sobreexplotado, que recibía muy poco por mucho esfuerzo, y una madre que sacaba plata de donde ya no había, con changas y laburitos, jamás considerados Trabajo, así con mayúscula, mientras cocinaba, limpiaba, lavaba, planchaba y criaba.
Ellos hacen deportes de forma sostenida, fútbol él y atletismo ellas, siempre compitiendo y en los primeros puestos, con el aliento incesante de sus padres. Nosotras intentamos varios deportes, natación y básquet, pero también danza un tiempo y todo un año de inglés, aunque nunca se pudo sostener nada de eso, porque el tiempo y la plata eran escasos.
Ellos no cocinan solos aun. Es normal. Son chicos. Nosotras experimentábamos en la cocina, logrando unas veces banquetes, otras veces consiguiendo desechar y preparar fideos con sabor a plan B.
Ellos tienen un esquema de semana super organizado de tareas, deporte y limpieza. Nosotras empezábamos a ordenar nuestra habitación cuando mamá amenazaba con prenderle fuego a lo que encontrara tirado.
Ellos tienen PS4, un teléfono celular para cada uno y un televisor en cada habitación. Nosotras compartimos un teléfono celular por años y usábamos el viejo Telefunken de la abuela, con la videocasetera funcionando como amplificador de canales.
Ellos, muy concentrados, hacen las tareas en casa, en el living, bajo la atenta mirada de sus padres. Nosotras las hacíamos en la mesa de la cocina, donde se comía, se planchaba y se estudiaba, con la tele prendida y a todo volumen, o en la biblioteca de la escuela, donde siempre debíamos la cuota, pero jamás nos lo reclamaron, sospechamos, porque le sacábamos conversación a la bibliotecaria.
Ellos no disfrutan leyendo largas horas los fines de semana. Nosotras leíamos novelas completas, las intercambiábamos entre nosotras y las discutíamos con amigos y amigas que también leían novelones, poesías y demases.
A ellos tampoco les gustan mucho el ballet, el teatro o las orquestas sinfónicas y las bandas de jazz y de rock. Les da hastío o sueño. A nosotras nos fascinaba la posibilidad de ver y escuchar por nada o casi nada espectáculos que encontrábamos maravillosos, con bailarines, intérpretes y músicos de todos los géneros.
Ellos van a la psicóloga que eligieron. Nosotras a la que se pudiera pagar.
Sin embargo, ellos tuvieron hambre, violencia y abandono cuando no eran más que bebés o niños muy pequeños. Nosotras tuvimos un cariño desordenado y apabullante, con comida caliente asegurada y el oído y el abrazo al alcance de la tristeza.
Por eso, no nos molesta que ellos tengan un par de cosas más, o comodidades que nosotras no tuvimos.
Para ellos no hubo abrazos. Para nosotras sí.
Ese el motivo para que, a pesar de cierta envidia ocasional, ellos y nosotras seamos familia, hermanos con el alma, aunque no con la sangre.
Ellos y nosotras no nos vemos continuamente. Pero cuando lo hacemos, las risas y los besos no faltan, porque no podemos no adorar a nuestros hermanos menores.
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