El Viajero del Tiempo en Quisqueya

El Viajero del Tiempo en Quisqueya

En un futuro no muy lejano, Jorge, un científico aventurero, se convirtió en uno de los pocos humanos capaces de viajar en el tiempo. Dotado con un traje avanzado que combinaba tecnología futurista con elementos naturales, su misión era observar, aprender y, sobre todo, no alterar los eventos históricos. Pero cuando seleccionó su destino para su siguiente misión, algo cambió. El sistema le llevó a Quisqueya, la tierra de los indígenas Taínos, mucho antes de la llegada de los colonizadores.

Al llegar, Jorge se encontró en medio de una vasta selva tropical. Las palmeras se mecían con el viento y los sonidos de aves exóticas llenaban el aire. El olor a tierra húmeda y vegetación era penetrante, pero calmante. A medida que caminaba, escuchó murmullos en la distancia y, al acercarse, vio a un grupo de indígenas que lo miraban con curiosidad y cautela.

Los Taínos no parecían alarmados por su presencia. De hecho, algunos se acercaron con interés hacia sus gadgets luminosos que adornaban su muñeca y cinturón. Jorge sonrió nervioso, sabiendo que su tecnología era completamente alienígena para esta gente, pero trató de mantener la calma. Levantó lentamente una mano, mostrando el dispositivo de traducción automática que le permitió comunicarse con ellos en su lengua nativa.

—Yo soy un observador del tiempo —dijo, usando las palabras correctas gracias a la tecnología. Los indígenas asintieron lentamente, aún con cautela, pero sin miedo.

El anciano de la tribu, vestido con una túnica de algodón y con plumas adornando su cabeza, se acercó más. Sus ojos eran sabios, llenos de conocimiento de una vida vivida en armonía con la naturaleza. Lo miró de arriba abajo, enfocándose en su vestimenta extraña y los dispositivos que Jorge llevaba. Después de un largo momento, el anciano asintió y, con una sonrisa pequeña, lo invitó a sentarse junto a ellos en el suelo.

Durante los días que siguieron, Jorge observó en silencio la vida diaria de los Taínos. Se maravillaba de su conocimiento de la naturaleza, su capacidad para vivir en completa comunión con el mundo que los rodeaba. Su tecnología avanzada, aunque fascinante, palidecía en comparación con la sabiduría que esta gente había acumulado a lo largo de generaciones.

Jorge les mostró algunos de sus dispositivos, pero con cuidado de no alterar el curso de la historia. Enseñó a los niños pequeños cómo funcionaba un pequeño proyector holográfico que traía consigo, y ellos reían con asombro al ver imágenes de criaturas que nunca habían visto. Sin embargo, él siempre fue consciente de que su misión no era cambiar nada, solo aprender.

Con el tiempo, el vínculo entre Jorge y los Taínos creció. Ellos le enseñaron sus mitos y leyendas, le mostraron cómo usar las plantas medicinales y cómo construir herramientas simples con recursos naturales. A cambio, Jorge les ofreció historias de lugares lejanos, aunque siempre se cuidaba de no revelar demasiado sobre el futuro.

Jorge nunca había imaginado que un viaje al pasado cambiaría su vida de una manera tan profunda. Como científico y explorador del tiempo, su misión era observar y aprender, pero siempre manteniendo una regla clara: no intervenir en los eventos históricos. Sin embargo, el destino, o tal vez el tiempo mismo, tenía otros planes para él.

El día que llegó a Quisqueya, Jorge quedó fascinado por la belleza natural de la isla y la serenidad con la que los Taínos vivían. Los sonidos de los ríos corriendo, los animales exóticos y la brisa cálida que movía las palmeras le daban la bienvenida a un mundo ajeno al caos del futuro. Pero había algo más, algo que no esperaba: Naia.

Naia era la hija del cacique, una mujer joven y valiente, de ojos oscuros y profundos como la noche, y una sonrisa que irradiaba paz. Desde el primer momento que sus miradas se cruzaron, Jorge sintió un extraño latido en su pecho, algo que no había experimentado antes. Al principio, lo achacó al asombro de estar en una era tan distinta, pero pronto se dio cuenta de que había algo más. Algo que lo empujaba hacia ella de una manera que no podía explicar ni controlar.

Los días pasaron, y aunque Jorge trataba de concentrarse en su misión, no podía evitar pasar tiempo con Naia. Ella lo llevaba a conocer los secretos de la isla, le mostraba las plantas medicinales que usaban para curar heridas, los rituales sagrados que realizaban bajo la luz de la luna, y las canciones que cantaban para celebrar la vida. En cada una de estas interacciones, Jorge se sentía más y más atraído por ella.

A su vez, Naia también comenzó a sentir algo especial por el hombre misterioso que había llegado de tierras lejanas, según lo que él les había explicado. Su mirada siempre parecía tener un peso de conocimiento infinito, y aunque su atuendo era extraño, Naia sentía que su corazón era puro. Sin embargo, había una barrera inquebrantable: Naia estaba prometida al joven guerrero más valiente de la tribu, Karibo, desde su niñez. Su unión era un pacto entre familias, uno que no podía romperse.

Una tarde, mientras caminaban junto al río, Jorge no pudo contener más sus sentimientos. Sabía que era un error, que no debía involucrarse de esa manera, pero el amor que sentía por Naia lo había desbordado.

—Naia, no puedo seguir ocultándolo más —dijo, mientras el sol se ponía tras las montañas, tiñendo el cielo de un rojo profundo—. Sé que no pertenezco a este tiempo, pero mi corazón ha encontrado un lugar aquí… contigo.

Naia lo miró, sus ojos reflejando la misma emoción, pero también el mismo dolor. Ella sabía que lo que sentía por Jorge iba más allá de la simple curiosidad, pero también sabía que sus caminos estaban destinados a separarse.

—Jorge —respondió suavemente—, mi corazón también ha encontrado algo en ti que nunca esperé. Pero nuestro destino no es estar juntos. Estoy prometida a Karibo, y no puedo romper los lazos que me unen a mi gente. Debo honrar nuestras costumbres.

El dolor que ambos sintieron en ese momento fue profundo, como si el tiempo mismo se detuviera para contemplar su angustia. Ambos sabían que lo que sentían era real, pero también imposible. Jorge, aunque deseaba más que nada quedarse con ella, sabía que debía respetar el curso de la historia. Si rompía las costumbres de los Taínos, podría cambiar el futuro de maneras inimaginables.

En los días siguientes, Jorge evitó a Naia, sabiendo que acercarse a ella solo haría más difícil su partida. Sabía que pronto tendría que regresar a su propio tiempo, y que lo mejor para ambos era aceptar su destino. Sin embargo, el día de su partida, no pudo evitar un último encuentro.

—Llévate esta flor —dijo ella, con los ojos llenos de lágrimas contenidas—. Para que siempre recuerdes este lugar… y a mí.

Sin decir más, Jorge activó su dispositivo de viaje en el tiempo. En un destello de luz, desapareció, dejando a Naia sola, mirando el espacio donde él había estado.

De vuelta en su tiempo, Jorge miró la flor que ahora descansaba en su mano. El amor que había encontrado en el pasado era imposible, pero también era eterno. Aunque nunca volvería a verla, sabía que una parte de su corazón siempre pertenecería a aquella mujer en Quisqueya, a aquel amor prohibido que el tiempo nunca borraría.

El Viajero del Tiempo: El Rescate Prohibido

La Revelación:

Meses habían pasado desde que Jorge regresó al presente, pero la imagen de Naia nunca dejó su mente. En sus momentos de soledad, la flor blanca que ella le había dado seguía siendo su único consuelo. Su vida en el presente había vuelto a la rutina, pero la conexión con aquel pasado parecía eterna.

Una tarde, mientras investigaba antiguos textos taínos en una biblioteca, Jorge encontró un manuscrito que narraba una tragedia olvidada. Era un relato escrito por un explorador europeo que había oído historias sobre un ataque devastador de los caribes a una tribu de Quisqueya. Los caribes, conocidos por su ferocidad, invadieron y destruyeron la aldea, y lo que leyó en las líneas del libro le provocó escalofríos: la tribu de Naia fue aniquilada.

El relato detallaba la brutal invasión y cómo todos los hombres lucharon valientemente, pero perecieron. Entre ellos, el prometido de Naia, Karibo, cayó en la batalla. Las mujeres y los niños no sobrevivieron. Jorge sintió un nudo en el estómago. Saber que todo aquel pueblo, incluyendo a Naia, estaba destinado a desaparecer de manera tan trágica, era algo que no podía soportar.

La Decisión de Interferir

Romper la regla fundamental del viaje en el tiempo –no interferir– era lo último que debía hacer. Pero el dolor que sentía al imaginar el destino de Naia y su gente lo impulsaba a actuar. Pasó días dudando, repasando los riesgos. Sabía que cualquier cambio en el pasado podría alterar dramáticamente el futuro, pero, para él, salvar a Naia era más importante que cualquier consecuencia.

Cada día que pasaba, Jorge sentía que su conexión con el pasado se hacía más fuerte. La flor blanca que Naia le había dado antes de despedirse comenzaba a marchitarse, y con cada pétalo que caía, Jorge sentía que estaba perdiendo algo más que un recuerdo. Una noche, mientras revisaba antiguos mapas y crónicas, el peso de su decisión cayó sobre él. Estaba dispuesto a arriesgarlo todo. Su propia existencia, el equilibrio temporal… todo podría derrumbarse si interfería. Pero la visión de Naia siendo arrastrada hacia una muerte segura lo atormentaba.

Preparó su equipo con manos temblorosas. Sabía que, para salvarla, tendría que actuar antes de que los caribes llegaran. No podía simplemente advertirles, tendría que cambiar el curso de la historia.

Al mirar por última vez su hogar en el presente, sus pensamientos se centraron en una cosa: «Si no la salvo, no podré vivir conmigo mismo.»

—No puedo dejar que esto suceda —dijo en voz alta una noche, decidido a regresar.

Con el dispositivo de viaje en el tiempo en mano, Jorge se preparó para hacer lo impensable. No estaba seguro de cómo afectaría al futuro, pero había tomado su decisión. Si tenía que vivir con las consecuencias, lo haría. Estaba dispuesto a interferir para salvar a Naia y, si podía, cambiar el destino de toda la tribu.

La Batalla Final

La noche antes del ataque, Jorge observó la aldea desde las sombras. Sabía que los caribes llegarían al amanecer, y los taínos, a pesar de su valor, no estaban preparados para lo que venía. Intentó acercarse a Karibo, el prometido de Naia, con la esperanza de persuadirlo de que evacuara a su gente. Pero Karibo, con su espíritu guerrero, rechazó cualquier indicio de huida.

—Esta es nuestra tierra —dijo Karibo con orgullo—. No huimos. Luchamos.

Jorge sabía que no podía forzar su mano, pero su corazón se quebró al saber que Karibo moriría defendiendo lo que más amaba. Esa misma noche, se encontró con Naia por última vez antes de la batalla. Hablaron en la oscuridad, y aunque Naia no podía prever lo que vendría, su instinto le decía que algo estaba mal.

—Siento miedo, Jorge —confesó ella—. Algo oscuro se avecina.

Jorge la tomó de las manos, sabiendo que esa podría ser la última vez que lo hiciera sin traicionar la historia. —Estaré contigo, Naia. Pase lo que pase.

Cuando el primer grito de guerra resonó al amanecer, la batalla comenzó. Los caribes, con su astucia y brutalidad, cayeron sobre la aldea con una ferocidad imparable. Jorge, aunque no un guerrero, usó su conocimiento tecnológico para intentar equilibrar las cosas. Su traje le permitía esquivar con agilidad, pero no podía evitar que el destino siguiera su curso. En un momento crucial, vio cómo Karibo, a pesar de su valentía, caía herido mortalmente bajo una lluvia de flechas.

Naia, al verlo morir, se desmoronó en lágrimas, arrodillándose junto a él. Jorge, desesperado, supo entonces que la historia estaba sellada. No podía salvar a todos, pero podía salvarla a ella.

Naia, al verlo morir, gritó con desesperación. Jorge, viendo que el destino no podía ser cambiado completamente, tomó la decisión más difícil de su vida. Sabía que no podía salvar a todos, pero sí podía salvarla a ella.

El caos de la batalla lo envolvía todo, pero Jorge tenía solo una misión: salvar a Naia. Con los caribes avanzando rápidamente, no había tiempo para vacilar. La tomó del brazo, casi arrastrándola hacia la selva.

—¡No! —gritó Naia, mirando una vez más el cuerpo sin vida de Karibo—. ¡No puedo dejarlo!

—Lo siento —dijo Jorge, con lágrimas en los ojos—, pero no puedo dejarte morir también.

Activando el dispositivo de viaje en el tiempo, Jorge y Naia fueron envueltos en una luz cegadora. El ruido de la batalla se desvaneció, reemplazado por el tranquilo zumbido de la modernidad. En un abrir y cerrar de ojos, ambos estaban de pie en el presente, en un mundo que Naia no podía comprender.

El cielo de Quisqueya fue reemplazado por el horizonte de una ciudad moderna. Los sonidos de los autos, las luces parpadeantes y los edificios altos hicieron que Naia se tambaleara, desorientada y aterrada. Se aferró a Jorge, sus ojos llenos de preguntas que él aún no podía responder.

—Bienvenida a mi tiempo —dijo él suavemente—. No es lo que esperabas, lo sé, pero aquí estarás a salvo.

—Vas a estar bien —dijo Jorge, con voz firme pero llena de dolor—.

Naia, aún llorando por la muerte de Karibo, apenas comprendía lo que Jorge estaba diciendo. No había tiempo para explicaciones largas. Tomando su mano, Jorge activó el dispositivo de viaje en el tiempo. En un instante, ambos desaparecieron de la devastada Quisqueya y fueron transportados al futuro, al presente de Jorge.

Un Mundo Nuevo

Cuando Naia abrió los ojos, el paisaje había cambiado por completo. Ya no estaba en su aldea, ya no había guerra ni muerte a su alrededor. El mundo moderno la rodeaba con luces, edificios y tecnología desconocida. Naia se giró hacia Jorge, su rostro lleno de confusión y asombro.

—¿Dónde estamos? —preguntó, con la voz temblorosa.

—Estás en mi tiempo… en mi mundo —respondió Jorge, con una mezcla de alivio y tristeza. Sabía que había cambiado el curso de la historia y que Naia tendría que adaptarse a un lugar que no era el suyo, pero no podía dejarla morir en el pasado.

Jorge tomó su mano suavemente. No sabía qué les depararía el futuro, pero estaba decidido a ayudar a Naia a adaptarse y encontrar una nueva vida, juntos. Aunque su amor había sido imposible en el pasado, ahora tenían una segunda oportunidad, aunque fuera en un mundo completamente diferente.

El Viajero del Tiempo: Un Futuro Desconocido

El Despertar en un Nuevo Mundo

Naia nunca había visto algo como esto. El bullicio de la ciudad, las luces que nunca se apagaban, y el ruido incesante de los vehículos la dejaban paralizada. Cada rincón de esta nueva realidad era extraño para ella, tan diferente de la paz de la selva, los cantos de los pájaros, y el ritmo tranquilo de su tribu.

Jorge había intentado explicarle lo que significaba estar en el «futuro», pero las palabras apenas parecían tener sentido. El dolor de haber dejado atrás a su gente, y sobre todo a Karibo, seguía fresco. Aunque sabía que estaba viva gracias a Jorge, sentía un vacío enorme al estar tan lejos de su hogar.

—Este es mi mundo, Naia —dijo Jorge con suavidad—. Sé que todo es nuevo y aterrador, pero te prometo que te ayudaré a adaptarte.

Naia no dijo nada, sus ojos estaban llenos de una mezcla de tristeza y asombro. Todo lo que había conocido había desaparecido. Ahora estaba en un lugar lleno de extrañas construcciones y gentes que no hablaban su lengua. Se aferraba a Jorge como a su única ancla en este mar de incertidumbre.

Aprendiendo el Presente

Jorge le enseñó a Naia todo lo que pudo sobre la vida moderna. Le mostró cómo funcionaban las cosas, desde la electricidad hasta la ropa contemporánea, intentando hacer que se sintiera más cómoda. Pero a pesar de su paciencia, Naia se sentía abrumada.

Cada vez que salían a la calle, la gente la miraba con curiosidad. Su ropa tradicional, aunque hermosa, no encajaba con los estilos modernos, y el idioma era una barrera imposible de romper. Aunque Jorge le había comprado ropa actual, Naia seguía prefiriendo sus vestimentas taínas, sintiéndose más conectada con su pasado.

A menudo, cuando se quedaban en el apartamento, Jorge encendía la televisión, algo que Naia encontraba increíble pero también desconcertante. Ver imágenes en movimiento que no eran reales la hacía dudar de sus propios ojos.

El Dolor de la Pérdida

La muerte de Karibo seguía presente en su corazón. A veces, Naia se despertaba llorando en la noche, susurrando su nombre, y Jorge se sentía impotente. Sabía que, aunque había salvado a Naia, no podía borrar el dolor de haber perdido a su prometido. A menudo, se preguntaba si había hecho lo correcto al traerla aquí. Había salvado su vida, pero ¿le había robado la posibilidad de vivir su duelo y seguir adelante con su propia gente?

—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntaba Naia en los momentos más oscuros—. No pertenezco a este lugar.

Jorge no tenía una respuesta clara. La amaba, aunque nunca se lo había dicho, y quería que estuviera a salvo. Pero el costo de ese rescate empezaba a sentirse más pesado con cada día que pasaba.

Un Destino Diferente

A pesar de las dificultades, poco a poco Naia comenzó a entender algunas cosas. Jorge la inscribió en una clase de idiomas, donde empezó a aprender español e inglés. Aunque le costaba, se esforzaba en adaptarse al nuevo entorno. Pero en su corazón, siempre extrañaba la naturaleza, las selvas y el cielo despejado de Quisqueya.

Jorge, por su parte, luchaba con el dilema de su interferencia en la historia. Sabía que traer a Naia al futuro podía haber alterado más de lo que él entendía, y temía las consecuencias de sus acciones. A veces, encontraba recortes de noticias sobre descubrimientos arqueológicos que ahora parecían diferentes de lo que recordaba. Y siempre se preguntaba: ¿Qué más habría cambiado?

Un Nuevo Camino

Con el tiempo, Naia comenzó a aceptar su nueva vida, aunque nunca dejó de lamentar la pérdida de su pasado. Empezó a trabajar en un museo de historia indígena, donde ayudaba a organizar exposiciones sobre las culturas taínas. Aunque al principio todo era confuso, encontró algo de consuelo al ver que su cultura no había sido olvidada del todo. A través de los objetos y las historias, sentía que al menos una parte de su pueblo seguía viva.

Sin embargo, en las sombras, algo empezaba a cambiar. Jorge comenzó a notar pequeñas anomalías en el presente: objetos que no deberían existir, eventos que parecían no haber ocurrido. ¿Había alterado tanto el curso del tiempo al salvar a Naia? Y si lo había hecho, ¿cómo podría remediarlo?

Un Futuro Incierto

Aunque Naia estaba comenzando a encontrar su lugar en el futuro, las consecuencias de la decisión de Jorge empezaban a revelarse de maneras inquietantes. El destino del pasado estaba entrelazado con su presente, y Jorge sabía que no podía escapar de su interferencia en la historia.

Un día, mientras miraban juntos una exhibición de arte taíno, Jorge sintió una presencia extraña, algo que lo hacía sentir observado. Sabía que la historia aún no había terminado y que el destino siempre encontraba la manera de corregir sus propios errores.

Ecos del Pasado

El día en que Jorge sintió esa presencia extraña en la exhibición, algo dentro de él despertó. Por un instante, sus ojos se posaron en una antigua vasija taína, y por alguna razón, el símbolo tallado en ella lo estremeció. Lo reconocía, pero no de los libros o de sus investigaciones. Era un símbolo que había visto en persona… en el pasado.

Esa noche, Jorge no podía dormir. Algo estaba mal. Sabía que interferir con la historia podría haber consecuencias, pero jamás pensó que el pasado podría intentar alcanzarlo aquí, en el futuro. Al día siguiente, decidió investigar. Recorrió archivos, revisó antiguos manuscritos y documentos que creía conocer bien. Pero lo que encontró lo desconcertó: ciertos detalles, nombres y eventos ya no coincidían con su memoria.

Entre esos documentos, Jorge descubrió una nueva leyenda, una que no estaba allí antes. Hablaba de un extraño visitante que apareció en Quisqueya durante una gran batalla, alguien que cambió el destino de una tribu. El relato hablaba de un «hombre de otro tiempo», un ser que traía consigo magia, tecnología más allá de la comprensión de los taínos, y que luego desapareció junto a una mujer de la tribu. Este relato se estaba convirtiendo en un mito, algo que jamás había existido en su mundo.

El Fantasma del Tiempo

Naia también empezó a notar los cambios. Aunque ahora trabajaba en el museo y parecía estar adaptándose mejor al presente, algo en el ambiente la inquietaba. Había momentos en los que sentía que la observaban, sombras que parecían moverse en su periferia. Y lo peor de todo era que, en algunos sueños, veía a Karibo. El guerrero taíno que murió defendiendo a su pueblo la visitaba en sus pesadillas, acusándola de haberlo abandonado.

Un día, mientras Jorge estaba en el trabajo, Naia salió a caminar por la ciudad. El bullicio y las luces ya no la abrumaban tanto como al principio, pero sentía un vacío en su corazón. Caminó hasta un parque, buscando algo de naturaleza, algo que le recordara a su hogar. Allí, sentada bajo un árbol, Naia cerró los ojos y escuchó el viento. Pero entonces, algo la hizo abrirlos de golpe. Frente a ella, una figura apareció: Karibo, su prometido.

—No deberías estar aquí, Naia —dijo Karibo, su voz tan clara como el día en que lo había visto por última vez.

Naia se quedó congelada, incapaz de hablar. Era él, tal como lo recordaba, pero su piel parecía más pálida, sus ojos vacíos. Antes de que pudiera responder, la figura desapareció como un susurro en el viento.

La Búsqueda del Equilibrio

Esa noche, Naia le contó a Jorge lo que había visto. Él no estaba sorprendido, pero sabía que no podía ignorarlo más. Los cambios en el presente eran el resultado de su interferencia. Había alterado la historia de una manera que no comprendía por completo, y ahora el pasado estaba empezando a reclamar lo que le pertenecía.

—No podemos seguir así —le dijo Jorge, decidido—. Traer a Naia aquí alteró algo, y no sé cómo arreglarlo.

—Pero no me arrepiento —respondió Naia con firmeza—. Perdí todo, pero tú me diste una nueva oportunidad. No puedo volver atrás.

Ambos sabían que el pasado no los dejaría en paz. Algo o alguien estaba buscando restaurar el equilibrio, y si no hacían algo pronto, las consecuencias podrían ser catastróficas.

Un Viaje Inesperado

Con el temor de que el tiempo se estuviera fragmentando, Jorge decidió investigar más profundamente la misteriosa leyenda del «viajero del tiempo». Empezó a visitar a expertos en mitología, historia, y ciencia. Finalmente, encontró a alguien que lo escuchó: un físico que creía en las teorías del multiverso y el colapso de las líneas temporales. Este experto le habló de la posibilidad de que al sacar a Naia de su época, Jorge hubiera creado una anomalía, una ruptura en la continuidad temporal.

La única manera de corregir esto, según el físico, era encontrar una manera de restaurar el equilibrio. Jorge sabía lo que esto significaba: tendría que regresar al pasado, enfrentar las consecuencias de sus acciones, y quizá, devolver a Naia a su tiempo.

Pero Naia, habiendo encontrado una nueva vida en el futuro, no estaba dispuesta a regresar. Sin embargo, algo más profundo estaba ocurriendo. Jorge comenzó a ver cada vez más signos de que el pasado estaba entrelazándose con su presente: objetos antiguos aparecían en lugares donde no deberían estar, y personas que nunca deberían haber existido comenzaron a cruzarse en su vida.

El Final del Comienzo

Finalmente, Jorge y Naia tomaron una decisión. Harían un último viaje en el tiempo, esta vez no para salvar a alguien, sino para salvar la realidad misma. Pero sabían que no sería fácil. A medida que se preparaban para regresar al pasado, Jorge no podía evitar sentir que este viaje no solo determinaría su destino, sino el de todo lo que conocían.

El Viaje al Pasado

La máquina estaba lista. Jorge había pasado semanas perfeccionando los cálculos para garantizar que pudieran regresar al momento exacto antes de que todo se desmoronara. Había programado el dispositivo para llevarlos de vuelta a Quisqueya en el momento justo antes de la invasión de los caribes. El plan era evitar el choque directo entre las dos culturas y mantener a Naia a salvo, sin alterar la historia de manera irreversible.

Naia estaba decidida. Aunque le aterraba la idea de regresar al pasado y enfrentar el destino que había dejado atrás, sabía que este era el único modo de salvar el presente. Pero había algo que aún no le había dicho a Jorge: los sueños sobre Karibo se habían vuelto más intensos. No solo lo veía en sueños, sino que a veces escuchaba su voz en susurros a plena luz del día. El pasado la estaba llamando de vuelta.

Ambos entraron en la máquina, y con un destello de luz, fueron transportados de vuelta al pasado, al mismo lugar donde todo había comenzado.

El Regreso a Quisqueya

Cuando Jorge y Naia llegaron, la escena frente a ellos parecía un eco lejano de lo que ambos recordaban. El aire era cálido, las palmas se mecían suavemente con la brisa, y el sonido del mar era como una melodía familiar. Sin embargo, algo era distinto. Jorge lo notó de inmediato: la tensión en el ambiente. Sabía que el momento de la invasión caribe estaba cerca.

Jorge comenzó a buscar a los líderes taínos, intentando advertirles del peligro inminente, pero esta vez no quería involucrarse directamente en la batalla. Sabía que cualquier intervención podría empeorar la situación. Sin embargo, mientras caminaban por el poblado, Naia sintió una presencia, una sombra que la observaba desde lejos. Se dio la vuelta y lo vio: Karibo, su prometido, vivo y lleno de vida, aunque con una expresión sombría.

—Naia… —murmuró Karibo, acercándose lentamente.

Naia sintió que su corazón se detenía. Sabía que este encuentro era inevitable, pero no estaba preparada para enfrentarlo.

El Conflicto Interno

La aparición de Karibo cambió todo. Jorge, que había planeado el viaje con una precisión casi científica, se dio cuenta de que el corazón humano era impredecible. Naia se encontró dividida entre dos mundos: su amor por Karibo, el hombre al que había perdido, y su lealtad hacia Jorge, quien la había salvado y traído a este nuevo futuro.

—Te creí muerto —dijo Naia, su voz temblorosa.

—Lo estaría si no hubieras partido. Tu ausencia cambió mi destino —respondió Karibo, con una mezcla de tristeza y gratitud en su mirada.

Jorge observaba la escena desde la distancia, sintiendo cómo el peso de sus decisiones comenzaba a aplastarlo. Sabía que Naia nunca podría seguir adelante si no resolvía su pasado. Pero al mismo tiempo, su presencia aquí seguía siendo un peligro para la historia.

La Gran Decisión

Mientras el conflicto entre los taínos y los caribes se acercaba, Karibo le confesó a Naia que tenía un plan. Había logrado convencer a algunos guerreros de formar una resistencia más fuerte, pero sabía que no bastaría sin un milagro. Naia, viendo la determinación en los ojos de su prometido, se debatía entre quedarse y ayudar, o seguir el plan original de Jorge y regresar al presente.

—No puedo dejarte morir de nuevo —dijo Naia, con lágrimas en los ojos.

Karibo tomó su mano, con una sonrisa que escondía su propia tristeza.

—El destino ya ha sido alterado —le dijo—. Pero no puedes cambiar lo que debe ser.

Al final, Naia tomó una decisión: lucharía junto a su pueblo, pero no sin una última conversación con Jorge.

—No puedo regresar contigo todavía —le dijo—. Este es mi lugar, al menos por ahora.

Jorge sabía que no podía detenerla, pero también comprendía que la batalla que se aproximaba era más que física. Era un choque entre el pasado y el futuro, una confrontación inevitable para ambos.

El Último Enfrentamiento

El día de la batalla finalmente llegó. Los guerreros caribes se acercaban al poblado con una furia devastadora. Jorge, aún con la esperanza de encontrar una solución sin alterar más la historia, se mantuvo en las sombras, observando y esperando el momento preciso para intervenir si era necesario.

Mientras tanto, la Naia y Karibo luchaban con todas sus fuerzas. Aunque habían preparado trampas y estrategias para defender su hogar, los caribes eran implacables. Jorge, viendo el peligro inminente, supo que no podía quedarse al margen.

Usando su conocimiento del futuro y la tecnología que había traído con él, Jorge se unió a la lucha. Pero en lugar de armas, usó su ingenio para manipular el entorno, creando distracciones y confusión entre los invasores. El caos que provocó permitió a los taínos ganar terreno, pero la batalla aún estaba lejos de terminar.

A pesar de sus esfuerzos, Karibo cayó en combate, tal como lo había predicho. Naia, destrozada, lo sostuvo en sus brazos mientras sus ojos se cerraban por última vez. En ese momento, comprendió que no importaba cuánto tratara de alterar el curso de la historia, ciertas cosas estaban destinadas a suceder.

—No me dejes… —susurró Naia, pero Karibo ya no podía responder.

Jorge, observando la escena, supo que era hora de marcharse. El pasado había cobrado su precio, y no quedaba nada más que hacer aquí.

El Retorno al Presente

Con el corazón lleno de recuerdos y emociones encontradas, Naia aceptó finalmente el destino que le ofrecía una segunda oportunidad. Después de despedirse de su amado Karibo, quien había entregado su vida para protegerla, ella supo que su lugar ya no estaba en el pasado.

Jorge y Naia atravesaron juntos el portal del tiempo, volviendo al presente, donde un nuevo capítulo los esperaba. El choque de culturas, el dolor de la pérdida y los ecos del pasado empezaron a desvanecerse a medida que ambos se reencontraban con la tranquilidad de un mundo que les ofrecía paz.

Un Nuevo Comienzo

A lo largo de los meses, Jorge y Naia se fueron adaptando a la vida moderna, encontrando consuelo el uno en el otro. Aunque los recuerdos del pasado seguían presentes, Naia comenzó a ver el futuro con ojos diferentes. Trabajaba en el museo, conectando con las antiguas raíces de su cultura, pero con la libertad de vivir una vida sin la sombra constante del conflicto.

Jorge, por su parte, se sintió completo por primera vez. Aunque su viaje había comenzado como una simple aventura científica, ahora entendía que había encontrado algo más: una conexión profunda con el tiempo, con la historia, pero sobre todo, con Naia.

Ambos formaron un hogar juntos, lejos de las batallas y las dificultades. Los días pasaban entre risas, exploraciones de la ciudad y largas conversaciones sobre el futuro. Naia comenzó a adaptarse mejor al presente, disfrutando de las pequeñas cosas que antes le resultaban tan extrañas.

Felices en el Futuro

Con el tiempo, las heridas sanaron. Naia encontró en el presente un lugar al que podía llamar hogar, y Jorge, habiendo corregido el equilibrio que casi destruye el tiempo, pudo vivir sin el peso de sus decisiones pasadas.

El amor entre ellos creció, libre de las cadenas del pasado. Aunque las memorias de Quisqueya y de Karibo seguirían siendo parte de Naia, supo que había encontrado su destino en este nuevo mundo.

Juntos, Jorge y Naia vivieron felices, disfrutando de cada día en el presente, construyendo un futuro donde el pasado ya no era una amenaza, sino un recuerdo que les había llevado hasta aquí.

Fin del Viaje

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS