Es mi costumbre movilizarme entre ciudades para cumplir con mis obligaciones laborales. A veces lo hago en mi auto otras donde no puedo por razones de logística, tomo un bus. Esa es y ha sido mi vida por mucho tiempo. Y no crean que solo es así lo puedo hacer por avión, por tierra y hasta por mar dentro y fuera de las fronteras nacionales. Esto es lo mejor del trabajo no por trabajar propiamente sino por conocer gente, tierras nuevas y sus historias.
Y regresando de esta explicación, me toco movilizarme de una ciudad a otra pero solo. Y de nacimiento tengo el don de ser muy observador pero no metiche. Pero si puedo reconocer muy bien los detalles de casi todos los que están sentados en un bus. Y si esta vacío el bus y puedo escoger el asiento donde quiero sentarme, generalmente lo hago un puesto antes del último. Y lo mismo lo hago en avión o tren o donde sea. Y la verdad lo hago por motivos de seguridad. Alguna día leí una estadística que en esos puestos uno tiene más chance de sobrevivir a accidentes. Así que ese puesto es mío.
Sentado sin acompañante a mi lado, es lo habitual que me gusta viajar; así tengo toda la comodidad y vista amplia de lo que sucede tanto fuera como dentro del bus. Todo iba sin novedad, mi destino quedaba como a tres horas y ya íbamos cerca de una hora de viaje. El autobús entro en una terminal para recoger más gente y vi que venían justo hacia mí y los puestos de al lado mío una familia. Era un padre mayor como de unos 57 años, la madre mucho más joven de entre 40 y 43 años y dos niños uno de 10 y otro de 5. Y lo sabía porque luego me lo contaron.
De primera el señor se sentó a mi lado y pronuncio las palabras “buenos días Varón” y se me hizo un poco extraño que me salude de esa forma. Pero luego ya entendí que por esa región los hombres se tratan así de “Varón”, luego no había nada de raro que lo haya dicho. Era de esos hombres forjados en la tierra, un agricultor formado entre el sol y las semillas. De apariencia de roble duro pero a la vez muy educado lo que eso si me sorprendió.
Parecía ser muy honesto y aquellos hombres donde la palabra vale más que el dinero. Automáticamente el hombre daba señales gestuales que así como daba quería recibir respeto. Y entendí ese comportamiento muy bien, porque soy algo muy parecido en mostrarme así. Para hacerles entender esta parte. Los que actuamos así generalmente es porque hemos viajado mucho y uno se comporta de forma neutra, tratando de no ofender a nadie , dando respeto a los demás y que guarden el espacio y respeto para uno.
Pero también entendí más luego que el señor quería interactuar conmigo pero no hallaba la forma. Y esto se debía porque yo también soy una persona un poco reservada cuando viajo, no me gusta mucho interactuar sino se bien quien es el interlocutor. Pero a veces el mismo viaje da la oportunidad y en algún momento pasamos por donde había un accidente y no faltó el cruce de criterios entre ambos.
Seguramente y así lo entendí luego, que basto ese detonante para que el señor me cuente algo que ni me imaginaba en mi vida ser el testigo del algo que ni en la televisión podría verlo tan cerca. El señor y la familia no estaban regresando a su casa, ni dirigiéndose algún paseo. La causa de su viaje era de los más raro y tenebroso que nunca había sentido en un autobús y peor viajando a mi lado.
Tenían una cita con un brujo porque su hijo mayor el de 10 años había sido posesionado por un demonio. Y al oír esto, yo que me considero practico y pragmático y todo lo frio y duro que puedo parecer, quede congelado. No digería aun de que se trataba el problema ya en la práctica.
El señor tenía por costumbre llevar a su hijo en el asiento de atrás de su moto a la escuela. Lo hacia rutinariamente y ya durante años. Un buen día el señor oye una voz ronca fuerte y extraña que venia del asiento de atrás de su moto. Pensó que el niño estaba jugando a algún héroe o villano de alguna serie animada. Y ese momento no le tomo mucha atención. Pero segundos más tarde esas palabras ya contenían insultos e improperios irrepetibles que ni siquiera las había escuchado en su vida ese niño y peor repetirlas.
Paro su moto de repente asustado y miro al niño que seguía con esa voz rara hablándole. No sabía que hacer se asustó tanto que lo primero que hizo fue llevarle a la iglesia más próxima. Antes de llegar ya el niño era normal de nuevo y nunca se acordó de lo sucedido. El padre confundido le conto al párroco lo que había sucedido y rezaron. Esa fue para él sacerdote la cura que supuestamente iba a contrarrestar al demonio que lo había poseído por esos momentos.
Llego a casa y lo primero que hizo fue contar a toda su familia. Y lógico todos le creyeron loco al papa y no al niño. Nadie le creía. Pero no paso no mucho tiempo y una noche en su casa mientras todos dormían el niño fue poseído nuevamente y ahí sí, toda la familia y algunos vecinos casi mueren del susto. No sabían que hacer sino esperar rezando y prendiendo velas para que amanezca más rápido y llevarle de nuevo al Cura del barrio. Y nuevamente el curita ya no solo rezó en silencio por el niño, sino ofreció toda una misa por la liberación su alma.
Ya el niño se hizo famoso en el pueblito y ya no solo en el pueblito. Todos los curitas de los alrededores trataban en vano de sacar ese demonio. Pasaron dos meses y nadie pudo resolver su problema en la forma espiritual. Así que lo llevó a un centro médico mental. El día que los conocí venia de citarse con el psicólogo y tenía una nueva cita dentro de 15 días. Pero como el señor es también creyente de los curanderos espirituales. Ese viaje era también porque tenía una cita en el pueblo siguiente para que un espiritista logre liberarlo del demonio.
Hasta llagar al pueblo donde ellos bajaban me entro un temor medio desconocido, no quería ver al niño a los ojos, sentía que si lo miraba me iba hablar extraño y si eso pasaba creo que me daba un paro cardíaco. Lo que al principio le miraba como todo niño juguetón, se transformó en mi interior como tener a la niña del exorcista de la película frente a mi. Nunca había sentido esa sensación tan extraña por lo desconocido. Lo único que quería es no vivir ese episodio donde me mire y me diga algo con esa voz diabólica. Solo quería que ya lleguen a su destino y mi viaje siga lo más natural como siempre fue.
Por fin llegaron a su destino me despedí y se despidió diciéndome “suerte varón” y ese momento entro en mí una especie de deshago y temor al mismo tiempo. Que si bien se bajó, no quería que se hubiera quedado al lado mío el diablito perverso. Por suerte no pasó nada más en ese viaje ni en mi vida y solo lo recuerdo como anécdota. Pero si me entro algo de respeto sobre eso.
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