El Tío Juan

El Tío Juan

Julio Masi

03/05/2021

El Tío Juan

El Tío Juan abrió la puerta de casa de par en par, abrió los brazos y vociferó un “Hola” que resonó por todo el comedor. Era la hora del almuerzo, estábamos todos impávidos viendo como el tío se acercaba una silla a la mesa y se sentaba.

Papá miraba al Tío con la boca abierta y Mamá le acariciaba el brazo, nadie se atrevió a decir una palabra, solo mirábamos al Tío servirse puré y milanesas. “Tengo mucha hambre”, se devoraba los bocados sin pausa.

El Tío Juan era hermano de mi Padre, el más chico, nunca se casó, vivió con mis abuelos hasta que ellos se murieron, luego los hermanos decidieron dejarle la casa para que viva allí. Con nosotros era bueno, nos hacía juguetes de madera y pistas para correr carreras con autos de plástico. Fue a la guerra de Malvinas y dicen que cuando regresó ya no era el mismo, se convirtió en una persona triste y malhumorada.

“”Como estás Marta”, le dijo a mi madre que no contestó porque no le salía la voz como al resto de nosotros. “Siempre me gustaste, te acordás cuando éste se iba y nos encontrábamos en mi casa”. Todos miramos a Mamá, pero sin condenarla, a Papá se le escapó una lágrima, mientras sacaba el brazo evitando que Mamá lo siguiera acariciando. “Yo no me casé con nadie porque siempre estuve enamorado de vos”. Papá se quiso ir, pero la voz del Tío lo paró en seco, “Vos no te vayás, quedate ahí, que para vos tengo también, le robaste a Papá todos los ahorros, durante años le echaron la culpa a Daniel lo vilipendiaron” (vilipendiaron, palabra que nunca escuché) Daniel fue otro hermano de Papá que se fue de la casa acusado de robarle al Padre y nunca más lo vieron, “fuiste vos, al otro día te apareciste con el auto que dijiste que lo sacaste de la rifa del club”. Papá seguía llorando con la boca abierta, babeando, Mamá no sabía qué hacer, se quiso levantar pero el Tío la miró y se sentó nuevamente.

“Porqué escondieron lo que pasaba entre Papá y la Sarita, sabían que la ultrajaba, porqué no dijeron nada, yo estaba en la guerra en ese momento, si, con razón se suicidó, vos lo sabías” lo señaló a mi padre que decía basta en voz baja, “No, basta nada, ahora voy a sacar a la luz todo de ésta familia de mierda, Mamá sabía todo y dejó que siguiera pasando”

Yo miraba a mis hermanos que miraban al piso, se les notaba el miedo, tal vez pensaban que el Tío sabía algo malo que hicieron, sonreí tontamente y mi hermana me pateó por debajo de la mesa.

Sarita era la hija de la empleada, la dejó abandonada en mi casa, mi abuelo se hizo cargo de ella.

“Pensarán para qué vengo a decir todo esto, ¿no?, porque tengo que lograr la tranquilidad y de una vez por todas dormir en paz”

Y nos tocó el turno a nosotros “Uds. Chicos se pueden salvar, estudien y váyanse de aquí”

De repente golpeó la mesa y se levantó de la silla, se fue hasta la ventana que daba al frente de casa, miró un largo rato, “que pelotudez hacer todas las casas de barrio cuadradas, si vas volando ves cuadraditos, rompiendo el caos de la naturaleza, que mierda es el hombre, sabés hermano una cosa, yo no soy de la familia, soy hijo de Papá pero no de Mamá, soy hijo de una amante y mamá accedió a criarme, que cosa Mamá…bueno para mí fue siempre Mamá…”

Mi Padre lloraba en silencio, esto era más de lo que podía soportar, nadie se animaba a decir nada, todos estábamos estupefactos y silenciosos, solo el Tío hablaba.

Tengo ganas de bailar, no pueden poner algo de cumbia. Fui corriendo al equipo de música y puse un tema, el Tío comenzó a moverse, moviendo los dedos índices de las manos y moviendo las piernas, luego apuntaba con las palmas de las manos hacia arriba y abajo como la Mona Gimenez. Miré a todos y me di cuenta que el único que miraba era yo, los demás miraban el piso como avergonzados.

Cuando terminó el tema, el Tío se volvió a sentar, se sirvió las milanesas que quedaban y cuando terminó apretó la espalda contra el respaldar de la silla y suspiró satisfecho. Después vino un silencio incómodo, el Tío se levantó de la silla, saludó con la mano y se dirigió a la puerta, la abrió y vociferó un “chau” que retumbó en todo el comedor.

Los días que siguieron a la visita del tío fueron desesperantes, Papá lloraba todo el día y Mamá se quedaba como tiesa en un lugar mirando la nada misma.

Con el tiempo a mi Mamá la llevaron a un hospital psiquiátrico y mi Papá se hundió en la depresión. Mis hermanos y yo logramos salir de todo y cada uno tuvo una familia en que pensar. Nunca más hablamos de lo que pasó, jamás se trató de encontrar un porqué y el Tío Juan no apareció jamás.

Pero siempre está presente la idea de que puede aparecer, como apareció ese día, ese fatídico día en que nos encontrábamos almorzando milanesas hechas por Mamá, ese fatídico día en donde fue la última vez que escuché reír a mis Padres, ese fatídico día en que apareció el Tío Juan después de llevar más de cinco años muerto y enterrado.

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