No mengüe tu valor al filo de la muerte,

que diestros y feroces han caído primero,

camina, camina recto por la senda.

No pesen tus pasos al toque de corneta,

aunque el enemigo siembre miedo, y congoja,

que no mengüe tu valor al filo de la muerte.

No exista el miedo, que atronadora el arma impía propaga,

no tiemblen las manos, no lloren los ojos,

camina, camina recto por la senda.

Mata, sí, cuán sangriento es a la par tu destino,

que, si el fin ha de llegar este día,

no mengüe tu valor en el filo de la muerte.

Sangre, profundos ríos brillan al sol naciente,

cuerpos fríos varados en recuerdos fúnebres, lágrimas,

camina, camina recto por la senda.

¡Allá, en la pradera!, ¡Vienen más! ¡Al refugio!

Las heridas no duelen, el dolor no hiere,

No mengüe tu valor al filo de la muerte,

camina, camina recto. Por la senda.

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