EL SEGUNDO HUMBRAL DEL OLVIDO

EL SEGUNDO HUMBRAL DEL OLVIDO

Hicso

05/08/2022

Esas ideas que uno tiene cuando hace algo “malo” (irse de la casa, desaparecer, pararse a mitad de la carretera y sufrir un accidente lo suficientemente grave como para eclipsar el otro hecho). Se me vienen a la mente muchas situaciones en las que solo quería desaparecer, pero ahora cuando las veo del futuro, me doy cuenta de que eran minúsculas. Como aquella vez que rompí un vidrio y me dijeron que debía pagarlo. Mi madre no tenía mucho dinero, siempre nos privábamos de cosas que “no eran necesarias”, pensé que un vidrio de la escuela era muchísimo menos esencial para nosostros, pero tendría que pagarlo de todas formas y eso la enfadaría muchísimo.

Pero ese día algo raro pasó: llegó con osos de peluche (a mí me dan miedo los peluches, pero nunca se lo dije). No era mi cumpleaños ni nada parecido, tal vez se sentía mal por habernos castigado el día anterior. Yo aún no la entendía, pasarían muchos años hasta que entendiera por lo que estábamos pasando. Le dije lo del vidrio roto y ella dijo aplaciblemente: mañana iré a la escuela a tomar las medidas. ¿Y el castigo? ¿me habrá escuchado bien? -Rompí un vidrio, fue un accidente- Sí, ¿te gusta tu peluche? Pero quién es esta persona, pensaba que definitivamente no me estaba escuchando, pero ya se lo había dicho dos veces y parecía entender. ¿O acaso no pensaba pagarlo? No lo creo, esa era la deducción más obvia. La única respuesta posible era que esa no era mi mamá, la habían suplantado, pero tenía la misma ropa, la misma cara, la misma voz; sin duda era su cuerpo. Sin embargo, no era ella. No era y en cualquier momento iba a regresar, entonces yo tendría que decírle sobre el vidrio otra vez. Afortunadamente regreso de a pocos y no fue necesario que se lo dijera de nuevo.

Ahora no suena la gran cosa: “un vidrio roto”, pero me entiendo porque recuerdo mi situación. Me pregunto si lo olvidaré. De vez en cuando veo la angustia en la cara de un niño y sé que, aunque la situación me pueda parecer insignificante, para él no lo es y lo compadezco. Los adultos por otra parte parecen haber olvidado que fueron niños y lo que sintieron. Son más prácticos y están siempre apurados. Será solo eso o es que cuando uno entra a la adultez se le borra la memoria, una especia de umbral parecido al que uno sufre al terminar la infancia (3-5 años) ¿Cuál es tu primer recuerdo? Entonces ya no puedes recordar nada anterior, ni quién te cuidó en ese entonces. Se produce ese incómodo encuentro con gente que te dice (ha de ser cierto o no) que te cuidó, cómo eras y lo grande que estás ahora. Una persona extraña hablando de ti mismo y con cierto aprecio que no sabes dónde poner. La adultez ha de ser algo parecido. Sin embargo, hay algunos que logran conservar sus recuerdos y puedes identificarlos al escuchar la calidez con la que le hablan a los niños.

Me pregunto si lo olvidaré, pero también me pregunto si tal vez ahora sea yo una niña grande. ¿Me angustio por cosas que en un futuro veré minúsculas? Tal vez, pero ahora se sienten enormes, como una ballena que te traga y no puedes escapar porque la historia de pinocho era una historia de niños y tú sabes que en el mundo real (tu mundo real) es imposible. ¿Será que en el mundo de otra persona eso es algo minúsculo ya? Entonces puedes preguntar, pero ¿a quién? Tiene que ser alguien que no haya cruzado el segundo umbral del olvido. ¿Y si me dice algo que no quiero oír? Es un riesgo que hay que estar dispuesto a correr. Aunque uno siempre puede darse valor con la idea de que se pueden ignorar las recomendaciones (no es tan sencillo en realidad porque las palabras te persiguen en esos momentos huecos: cuando vas en el transporte público, cuando comes sin más, cuando te acuestas y no tienes sueño, etc.).

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS