Fue de las mejores noches. Ustedes, hombres de «buenas formas», nunca experimentarán de las cósmicas experiencias adimensionales que acaecen en la excitación mental del lívido, de ver esas pompas enmohecidas y tiesas por el rigor mortis, y contemplar en su totalidad el dorso grisáceo adornado de arácnidos y dilatados rojos, que trazan mapas hacia reliquias profanas, y que van más allá del escrutinio moral. Está pues decúbito prono, sudé -tal vez sea por la hiperhidrosis-, trastabillé un poco, metí mis manos entorpecidas con gran rapidez en la aletilla de mi jean, bajé el cierre y me puse manos a la obra…Era como hincar un colchón muy duro, a veces sentía dolor, pero no paré. Mis ojos daban vueltas en sus cuencas. Babeaba de la excitación, mientras que ahondaba en mis recuerdos en busca de una felicidad similar…: ¡¡¡Oh mi amor,mmmmffffff¡¡¡….. Al cabo de unas horas, determiné que la causa de muerte de este cuerpo sexual, fue del fetiche más extraño que descubrí. Clismafilia. El sujeto habría introducido en su ano, un tubo de ensayo con tapa rosca, en cuyo interior se encontraba una de las peores soluciones ácidas (ácido sulfúrico). Por ciertos movimientos peristálticos, el tubo avanzó entre sus vísceras, hacia el colon descendente, y fueron estás mismas que por la presión, crujieron el vidrio frágil, dejando libre al veneno químico que ahuecó su intestino, baso y demás órganos. Pero lo que me causó un poco de zozobra es el rostro muerto de excitación y complacencia de este ser; no tenía los típicos labios mustios, rostro famélico, taciturno, y de ceño fruncido. No… este imbécil los disfrutó, como se disfrutan las peores muertes.
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