El regalo de madera

Elaborada por: Barrera Ramírez Jessica Ximena. Grupo: 406

En un pequeño pueblo olvidado, rodeado de colinas y bosques oscuros como la noche, vivía Clara, una niña de diez años, llena de curiosidad y con una imaginación desbordante. Un día, al regresar de la escuela, encontró una caja envuelta en papel, frente a la puerta de su casa. No había tarjeta ni remitente. Intrigada, Clara llevó la caja a su habitación y la abrió con cuidado. Dentro, sobre una cama de paja, había un muñeco de madera muy bien hecho. Sus ojos de vidrio brillaban con una extraña intensidad, y su sonrisa era diabólica. Clara sin sospechar nada, quedó encantada con solo verlo. Decidió llamarlo Nicolás y lo colocó en una silla junto a su cama. Esa misma noche, mientras daban las tres de la madrugada, Clara se despertó con un susurro.

«Clara… ven a jugar…»

Abrió los ojos de golpe, mirando a su alrededor. La habitación estaba en silencio, solo había un leve crujido de la madera que parecía provenir de la silla donde estaba sentado Nicolás. Se levantó, encendió la lámpara y observó al muñeco. Estaba en la misma posición en la que lo había dejado, pero sus ojos parecían seguirla con una mirada perturbadora. Clara trató de calmarse y volvió a la cama, convencida de que todo había sido un sueño.

A la mañana siguiente, Clara encontró a Nicolás en la mesa de la cocina. Lo había dejado en su habitación la noche anterior. Ella asombrada y confusa, preguntó a sus padres si alguno de ellos lo había movido, pero ambos negaron. Durante el día, Clara se hizo la pregunta varías veces y sin respuesta alguna prefirió dejarla a un lado, aunque al mismo tiempo tenía la sensación de ser observada. Los eventos extraños comenzaron a multiplicarse. Puertas que se cerraban de golpe, susurros y esa presencia constante de Nicolás, siempre en un lugar diferente al que ella lo dejaba.

Una noche, Clara escuchó ruidos en el pasillo. Se levantó y con el corazón latiendo con fuerza, abrió la puerta de su habitación. Nicolás estaba allí, en medio del pasillo, mirándola fijamente con sus ojos de vidrio. Retrocedió, aterrada, y corrió a despertar a sus padres. Cuando regresaron, el muñeco estaba de nuevo en la silla junto a su cama, inmóvil y aparentemente inofensivo.

Los padres de Clara comenzaron a preocuparse, por sus relatos, pesadillas o a una imaginación perturbadora. Decidieron guardar el muñeco, con la esperanza de que las cosas volviesen a la normalidad. Pero esa noche, Clara despertó de nuevo, con un susurro más claro y urgente que antes.

«Clara… ven a jugar conmigo…»

El miedo se apoderó de ella. Sabía que el muñeco estaba en el ático, y la simple idea de que pudiera moverse por sí solo la llenaba de terror. Decidió enfrentarse a su miedo y subir al ático. Armándose de valor, tomó una linterna y subió las escaleras, cada paso quedaba era muy leve. Cuando llegó, encontró a Nicolás en el centro

del ático, rodeado de sombras. Sus ojos brillaban más intensamente que nunca. Antes de que pudiera reaccionar, sintió una fuerza invisible que la empujaba hacia adelante. Trató de resistir, pero sus pies se movían como si tuvieran vida propia. El susurro se convirtió en un canto macabro, llenando su mente de una oscuridad abrumadora.

A la mañana siguiente, los padres de Clara la encontraron en el ático, inconsciente y aferrada al muñeco. No podían comprender qué había sucedido. Decidieron deshacerse de Nicolás, llevándolo al bosque y enterrándolo.

Clara despertó, pero nunca volvió a ser la misma. Los eventos de aquella noche quedaron grabados en su mente, y el pueblo entero se envolvió en un manto de misterio y miedo. Se decía que, en las noches más oscuras, se podían escuchar susurros provenientes del bosque, llamando a aquellos lo suficientemente valientes como para escuchar su voz y vayan a jugar con él.

Y así, la historia de Nicolás, el muñeco diabólico, se convirtió en una leyenda en el pequeño pueblo, recordándoles a todos que algunos regalos vienen con un precio demasiado alto.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS