El protagonista que le faltaba experiencia

El protagonista que le faltaba experiencia

Faltaban 2 días para mostrar la obra, Román me había explicado que aún no estaba preparado. Según él me faltaba experiencia.

-Román: ¿Crees estar seguro que puedes hacerlo?

– Yo: Pues creo que sí, contesté con voz tambaleante.

– Román: Quizás debamos esperar un tiempo. Quizás en un par de años. Te falta experiencia.

– Yo: Está bien contesté.

Cuando escuché esto, lo creí completamente. No me propuse en lo absoluto seguir, pues me faltaba experiencia.

El tiempo pasó y la interrogante si estaba preparado no invadió más mi mente. Estaba convencido que me faltaba experiencia.

Román siempre confió en mí, quizás no para esa tarea, confiaba en mi para cuidar los patos del estanque. Les aseguro que ni uno se ahogó en todos mis años de vigilancia, a todos les enseñé a nadar. ¿A los patos se les enseña a nadar cierto? Cuando los senté a todos en una fila militar y les expliqué el término de flotar, vaya que todos me entendieron, menos Jaime, ese no tenia remedio. Era un pato medio loco y un poco despistado.

Recuerdo las tardes de verano con ellos, el sol pisaba tan fuerte sobre la tierra, que secaba por doquier el campo.

Los patos no eran felices, lo veía en sus ojos, a ellos lo que les encantaban era nadar. Pero en verano el lago casi se vaciaba por completo.

– “No eran felices se los aseguro”

Román era un hombre muy fuerte, creció solamente con su padre. Su madre murió cuando él nació.

Tuvo una infancia como podría describirlo, algo complicada, Tenía 3 hermanos y él era el número 4 de la lista.

Nadie sentía piedad de él, era un hijo más. Recuerdo que me contó que cuando sentía hambre se iba a los campos y se llenaba con cualquier fruta que se arrancara de un árbol. Tenía una sonrisa de oreja a oreja cuando quedaba satisfecho, Jugaba, era un niño feliz a pesar de todo.

Pero el paso del tiempo caló en su carácter, y ya no sonreía.

Creció y aprendió el arte de hacer piezas de cerámica, con unas manos grandes, fuertes, era capaz de doblegar las piezas de barro como pedazos de gelatina. Pero al mismo tiempo, con esas mismas manos creaba obras tan diminutamente hermosas. El pueblo reconocía su gran talento.

Estos son los momentos que no me explico como mi madre se enamoró de él. Déjenme describirle a mi madre, era tan delicada y un sonriente ser. Todos estaban enamorados de ella. Cómo no iban a estarlo, si era tan hermosa.

Se conocieron en un baile, he de reconocer que mi padre tuvo un arrebato esa noche, y todo lo antisocial que era, se lo llevo el viento esa misma tarde, porque se armó de valor y asistió a la actividad del viernes por la noche.

Con aspecto áspero y el cabello desenfadado, no reparo en entrar al salón.

Mi madre lo vio y como era un alma caritativa, llena de bondad, lo invitó a tomar algo.

Ya ni para que les termino de contar, todo finaliza en una boda fugaz, mis 3 hermanos y yo.

Román se había preparado toda su vida para ese momento, unos inversores de la gran Capital querían comprar unas obras. Estaba tan emocionado que hasta los ojos les chispeaban de alegría. Tenía un alma de artista en su profundo ser. Mi madre siempre lo apoyó a que mostrara su talento. ¡Lo creía el mejor!

Cuando ella murió, le dijo: “no dejes tus obras perder”

Esa frase martilló la mente de Román durante mucho tiempo.

El pueblo organizó todo un algarabío, todo el mundo estaba emocionado por las visitas de los inversores. Es que no era poca cosa, iban a comprar todo aquello que les pareciera lo superior, sin importar el precio.

Román, pensó: “esta es mi oportunidad de demostrar mi talento”, de lo que era capaz de crear con sus manos.

Faltaban 2 días para mostrar la obra… Le tomó varias semanas desarrollar las estructuras.

Yo estaba emocionado, he de admitir, nunca lo había visto sonreír así. Bueno, solo lo hacía cuando estaba mamá.

Trabajó todo ese día, Sus obras habían quedado listas.

Román estaba tan cansado, habían sido semanas exhaustas, esa noche se fue dormir tarde.

Al día siguiente, nos preparábamos para asistir a lo que llamaba Román,” el cambio de nuestras vidas”. Iba a ganar mucho dinero.

Cuando Román entró al lugar, descubrió que la pieza más importante que había construido quedó tambaleante sobre la mesa cerca del fuego que por descuido y puro cansancio dejó encendido la noche anterior, pensó en recogerla y quitarla de ese lugar, pero el sueño le había vencido.

¡Siempre me decía que 73 años no era poca cosa!

La pieza por la que había trabajado tanto se cayó por completo al suelo. Ya no existía más.

El accidente consumió todo… Su obra, su alma.

No les puedo explicar lo que lloró amargamente Román esa mañana.

Pasaron varios días después de la tragedia.

Román fue citado a la alcaldía del pueblo.

-Señor Román, queremos felicitarle, por su excelente desempeño. Es usted un verdadero artista. Los inversores están dispuestos a pagar lo que quiera por su obra.

Román quedó impactado de esas palabras, sabía que había un error, si él no había presentado nada.

-No Señor Román, no estamos equivocados, esta pieza lleva su nombre.

Procuré que no me viera, cada tarde que se encerraba en su lugar a trabajar, yo me las ingeniaba para ver como moldeaba las piezas. Toda mi adolescencia aprendí de él, sin que se diera cuenta. Era muy discreto no quería levantar sospechas de lo que hacía.

Cuando llegó el gran día, mi única opción fue presentar lo que hice durante todo este tiempo y le puse a cada una de las piezas el nombre de Román, sabía que no ganaría mucho, porque estaba convencido que me faltaba experiencia…

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