Derrepente dije algo y sin querer la ofendí, de pronto un gran enojo invadió el ambiente; eso era lo que más me molestaba que se enojara conmigo e hiciera muecas justo en el momento en que nos estaban mirando.
Cuántas veces… Cuántas veces había pasado por esto, ¡tranquilo! Me decía a mi mismo. La fui a buscar para pedirle perdón, porque sé que todas las veces que pasé por lo mismo luego todo llega a estar igual, la abracé y no correspondió la volví a abrazar y me amó.
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