Capítulo 1: Haciendo nuevos amigos

Miércoles 14 de junio 1967.

Esa tarde vi morir al hombre que había violado a una estudiante en plena calle días atrás, yo no lo asesine, fueron mis compañeros, a pesar de que muy en el fondo quería ayudarlos. Después de eso anochecía en la violenta capital, salía del billar de siempre con un poco de afán ya que tenía que conocer a los padres de mi novia. En el camino a su casa me detiene un policía moreno, no muy alto ni muy bajo, con algunas canas y una malvada sonrisa.

-Buenas noches joven- me saludó en tono entusiasta.

-Buenas noches oficial, ¿qué sucede? – le contesto.

-Por favor separe las piernas, esto es una requisa.

El hombre me tiró con violencia a la pared, no se molestó en ver mis documentos pertinentemente; de repente saca de mi bolsillo la bolsa de mis medicamentos para la migraña, los guarda en una bolsa de evidencias, también me quita un poco de dinero y lo junta en un fajo de billetes muy grande, sin mediar palabra me entregó una multa por poseer chocolates y una citación a la comisaría.

-Voy a llevarme este “chocolate” así que vaya a la estación, y si no se presenta con gusto iremos a su casa- se detiene para tomar mi identificación y leer mi nombre -señor Cao, que pase buena noche, espero verlo pronto.

– ¡Señor oficial, esas son mis medicinas! – con violencia me arrojó contra la pared nuevamente.

-Hijo, si usted sigue jodiendome le digo a mis amigos las palomas blancas que usted es un objetivo militar, si no discrepa con mi grupo lo dejamos en paz y si se comporta adecuadamente seremos buenos amigos ¿qué opina usted?

-Está bien, déjeme en paz, voy a hacer lo que me pide, pero necesito una explicación.

-Un hijueputa como usted no necesita explicaciones, aquí yo soy la ley, y usted es solo un civil más, así que por favor circule, recuerde que lo estamos vigilando.

Las últimas palabras del policía me habían desconcertado, yo no creía ser una persona muy peligrosa para que la vigilen, no obstante, decidí seguir mi camino normalmente y llegar a la casa de mi novia lo más rápido posible. Cuando finalmente llegó a la casa de Daliz, es ella quien abre la puerta. Es una mujer hermosa, con el pelo liso hasta los hombros como a mí me gusta, piel canela, con cuerpo atlético y ojos de obsidiana me encantan, me sonríe con algo de nervios y me da un beso.

-Llegaste un poco tarde- dijo con desdén.

-Lo siento, pero otra vez un corrupto me fastidio- le digo excusando mi tardanza.

– ¿Otra vez Javier? – pregunta preocupada- ¿qué te hicieron ahora esos desgraciados?

-Me amenazaron con una visita de una paloma blanca, ¡ah!, también me han robado mis medicinas, ¿no es una maravilla?- dije con sarcasmo.

-Por favor sigue, no quiero que nada más te suceda- decía en tono angustioso Daliz.

-Está bien, por favor no hablemos de esto frente a tus padres.

Con firmeza me tomó la mano y me presento con orgullo ante sus padres, su madre María es una mujer radiante, muy parecida a ella, se ve joven y mostró jovialidad al saludarme, supe en ese momento que nos llevaríamos bien. Su padre Gonzalo, por el contrario, me miro con asco al darme la mano con excesiva fuerza, es un hombre algo mayor, muy alto, con ojos huraños, canoso, casi calvo y también tiene una cicatriz en la mejilla izquierda que según Daliz era consecuencia de un disparo que rozó su rostro cuando él vivía en el campo y la violencia afloraba aún más que en estos días.

La cena transcurrió alegremente entre Daliz, su madre y yo, pero su padre permanece callado y me hizo sentir algo tenso debido a que su mirada no fue muy acogedora conmigo; pide a Daliz y a María que nos dejen solos y finalmente se dignó a dirigirme la palabra.

-Entonces Javier, ¿usted que quiere con mi hija?- dice en un tono incriminatorio.

-Yo quiero darle lo mejor a su hija, y honestamente puedo decirle que la amo.

-Eso no importa, aquí lo que interesa es el tipo de vida que puede ofrecerle, una buena casa, que no tenga que pasar hambre ni penas, tal como tengo a mi mujer, y la manera de pensar dice mucho de un hombre, por eso quiero saber, ¿usted es azul o rojo? – preguntó Gonzalo.

-Honestamente no lo sé, solo pienso que debemos tomar lo mejor de ambos bandos y construir un lugar mejor, ¿no es esa la idea?

-Mire joven, yo soy azul y no comparto ninguna idea con ningún rojo desde que masacraron a mi pueblo por unas simples elecciones, y para ser franco usted no me cae muy bien- decía Gonzalo.

-Puede que yo sea algo progresista, pero no le veo trascendencia a lo que deba pensar yo con respecto a la política- a Gonzalo no le agradaron mis palabras.

-No concibo la idea de que mi hija esté con un supuesto progresista, yo quiero que Daliz viva con un hombre de Dios, que respete los lineamientos que la iglesia y el estado imponen, y usted para mi no representa eso, así que por favor lárguese de mi casa.

Yo realmente me empeñe en dar una buena imagen a mi suegro, pero Gonzalo me sacó de su casa sin piedad, sin importarle las súplicas de Daliz para que no me sacara del lugar, su madre muy apenada me dice que solo será por esta vez, que su esposo simplemente está algo alterado ya que él es un hombre muy conservador. Al salir de su casa de camino a la mía noto algo en el bolsillo de mi chamarra, era una carta de Daliz que me alegro un poco el rato, pero preferí leerla después, ya era algo tarde y tenía miedo de que las palomas blancas me confundieran con un rojo e hicieran algo trágico conmigo. Al caminar por las calles de la ciudad con prisa de llegar a mi casa escucho dos disparos, y salen dos personas corriendo, intenté escapar, pero ipso facto se escuchó un grito.

– ¡Señor Cao!-

Volteo la cara y era el policía que me quito las medicinas y el dinero, estaba apuntando con su pistola hacia mí, olvidando a las dos personas que acababan de escapar.

-Venga señor Cao, no tenga miedo, recuerde que somos amigos y además las palomas blancas si lo ven conmigo no le van a vender los órganos, así que acérquese y vamos a tomarnos unas cervezas, yo invito- dijo el policía mientras sacaba un fajo de dinero aún más grande que el de antes.

-Está bien señor, no quiero problemas así que voy a aceptar su invitación.

-Le va a encantar el lugar, a mí me atienden muy bien allí.

-Supongo que debe ser un lugar muy fino, usted debe tener buen gusto.

-Sí, es un muy buen sitio- decía alegremente el policía.

Vamos caminando a unas cuadras más adelante del gueto de los inadaptados y al finalizar nuestro recorrido luego de una larga charla me dijo su nombre, Mariano Ospina.

-Bueno muchacho, este es el congreso, aquí lo van a atender muy bien.

Al ver el lugar me sorprendí un poco, pues él me llevó a un sitio lleno de y lupanares, justamente “el congreso” era el burdel más grande del lugar. Al llegar vi que el interior del congreso es un lugar lleno de malandros, criminales, cazarrecompensas y miembros de las palomas blancas, lo supe ya que algunos tenían su emblema tatuado en diversas partes de su cuerpo, el cual es una paloma blanca con la mano en el corazón; para los militantes del partido rojo la paloma con la mano en el corazón es un símbolo de muerte, para otro sector de la sociedad es un símbolo de paz. Yo intentaba permanecer estoico en el lugar, hasta que Mariano me lleva a una mesa, pide cerveza y dos prostitutas llegan para “atendernos”, pero yo le digo a Ospina que prefiero solo una cerveza, no sería capaz de faltarle el respeto a Daliz de esa manera, (o eso pensaba yo).

-Javi, me hace el favor y acepta mi invitación para que la niña lo consienta un rato, ¿o es que usted es marica?- exclamó Mariano en tono burlesco.

-Muchas gracias Ospina, pero yo tengo novia.

-Yo tengo esposa y también la quiero, pero mi corazón es grande igual que mis ganas de tirar y el billete que cargo en el pantalón, si es por eso relájese- Mariano tardó un rato convenciéndome para que me acostara con una prostituta, hasta que me propuso algo que de verdad me interesaba.

-Si usted va con Paloma que es la mejor puta del lugar, le devuelvo sus medicinas, olvidamos la citación a la comisaría, además de la multa y de paso la muchacha lo hace sentir bien; tiene todo a su favor.

Por alguna razón eso me convenció, no entendía por qué tanta insistencia, pero accedí dado que no quería ir a parar al calabozo de nuevo, la multa era lo de menos, no obstante, en serio necesitaba mis medicinas, aunque días atrás mi amigo Tupac que militaba en los movimientos rojos me ofreció un efectivo brebaje que según él me quitaría la migraña para siempre, finalmente acepté la propuesta de Mariano.

-Está bien Ospina, pero por favor entrégueme mis medicinas- Mariano ya en avanzado estado de ebriedad me entregó una bolsa de evidencias que no se molestó en mirar, también me pide la multa que me había impartido, se la di, hace una pajilla con la multa y la utiliza para aspirar una línea de chocolate que había puesto en los senos de la prostituta que tenía al lado, finalmente saca el fajo de billetes y me regresa el dinero que me había quitado, a decir verdad el me entregó mucho dinero, más de la cuenta, pero supuse que no se enteraría.

-Vaya con Paloma y me cuenta después como le fue, también le deje para el taxi.

Al levantarme de la mesa contemplé a una mujer no muy alta de pelo largo y negro, con rasgos muy finos y tentadores, tenía unas curvas impresionantes y lo más imponente eran sus grandes ojos que tenían un azul eléctrico y así me di cuenta que Mariano no mentía, de verdad era la mujer más bella del lugar.

– ¿Tu eres Javier? – su voz era melodiosa y daba gusto oírla.

-Sí, soy yo.

-Bueno corazón conmigo vas a entretenerte un buen rato, así que vamos a ser nuevos amigos, ¿te parece guapo?

-Está bien- le respondí con miedo mientras ella me tomaba de la mano.

Cuando estaba a punto de entrar al cuarto con Paloma sucedió algo muy curioso, en el cuarto del lado se abre la puerta y pude ver que salía una mujer aun sin sostén en compañía de un hombre alto, que tenía una cicatriz en la mejilla izquierda.

-Parece que ahora no importa si soy rojo o azul, seremos buenos amigos, ¿verdad don Gonzalo?- le digo al hombre en tono sarcástico, mirándolo con ojos de navaja mientras su cara se ponía cada vez más pálida. En ese momento mi suegro sintió el verdadero terror.

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