El otro lado de la mecha.

El otro lado de la mecha.

Pizzi

07/07/2022

Desde un barrio humilde en las afueras de Buenos Aires, salgo una mañana helada del 2 de junio a mi trabajo, debo llegar a las 9 de la mañana, pero la vida no es fácil en las afueras de una ciudad tercermundista como Buenos Aires, para llegar a esa hora debo calcular muchos factores de forma milimétrica y aun siendo preciso en mis cálculos corro el riesgo de llegar tarde, debo calcular que tengo primero entre 15 y 30 minutos de espera a que llegue el primer bus y si mi idea es viajar sentado y no apilado “como ganado” sumar entre otros 15 y 30 minutos más, teniendo en cuenta que hasta la estación donde debo hacer el transbordo tengo una hora de viaje, sería muy malo tanto para mis piernas y brazos viajar parado, a todo esto los caminos por los que atraviesa el bus son bastante complicados, muchas veces en estado pésimo y otras peligrosos, incluso no es raro que a esas horas de la mañana suba gente intentando aprovechar el amontonamiento para hacerse de algo ajeno, por lo que resumiendo, viajar parado no era la mejor opción. Para concluir ya tenemos entonces una espera calculada de 45 minutos por lo menos para viajar sentado, a eso sumamos 1 hora de viaje, aunque debemos tener en cuenta que la ciudad de Buenos Aires es una ciudad que sufre de innumerables cortes de calles, cualquier persona que tiene un problema tiene derecho a cortar una calle, es casi un deporte nacional, esto ocurre desde hace muchísimos años y es realmente caótico para todos los que quieren entrar o salir de la ciudad, en el caso de que ocurra esto el cálculo de tiempo para llegar a un punto en la ciudad se hace casi imposible, siempre está la opción de caminar o esperar que el bus tome un camino alternativo muchas veces más inseguro que el habitual y con muchos más baches, debo admitir que en mi caso siempre puse como límite de tiempo 2 horas de viaje y en muchas oportunidades llegué tarde a mi trabajo, siempre tuve una excusa eso es cierto, pero ese 2 de junio fue un día diferente en mi vida, un día en el que mi vida dio un giro de 180 grados.

El frío de esa mañana era tremendo, ese frío que se mete por las venas, no importa que tengamos una camiseta térmica, guantes, cuellera y todo tipo de abrigo, el frío venía de adentro para afuera, eran las 7 de la mañana y esperaba el bus de todos los días, como quería viajar sentado esperé unos 30 minutos , pero para mi sorpresa esa mañana ningún bus venía, suelo ser una persona tranquila, pero empecé a impacientarme, imaginen que entre el frío, el stress de que ese día tenía mucho trabajo por delante y el tiempo de espera en la parada sabiendo que mis posibilidades de al menos viajar una hora sentado estaban agotadas, empecé a ponerme bastante nervioso. Finalmente el bus llega, parece que el chofer  estuvo tomando de más la noche anterior, por lo que tuvieron que reemplazarlo con otro, como se amontono mucha gente la fila era bastante extensa y teníamos atrás personas embarazadas y algunas ancianas y niños, por lo que muchos comenzaron a pedir que los dejen pasar y como no, sería muy descortés no hacerlo y hay que decirlo que en los barrios humildes somos pobres pero la cortesía en el trabajador abunda para estos detalles, luego a nadie le importa nada, pero a la hora de tomar un bus es inadmisible que una mujer embarazada o una anciana viaje parada, fue así que luego de subir toda esa gente subimos los fuertes jóvenes de la sociedad patriarcal. 

 Finalmente cuando terminó de subir toda esa fila de gente estábamos tan apretados que la temperatura corporal paso de 2 grados bajo 0 a unos 30 grados, ese bus se convirtió en una especie de sauna natural donde se mezclaban todo tipo de olores, desde el señor que salió todo perfumado de su casa, la señorita que se puso el perfume más caro para seducir a algún compañero de trabajo a un anciano que no se bañaba hace varios días porque seguramente no contaba con agua caliente en su casa, prefiero pensar eso y no caer en prejuicios incomprobables, pero sí que el olor se sentía y ya no me importa si era el olor, el amontonamiento, el frío , el tiempo de espera o el stress por el trabajo venidero, lo único que importa es que cada minuto en ese bus cambiaba mi carácter, sacaba en mi pensamientos muy oscuros, en principio me sentía un fracasado, yo un hombre de 40 años viajando en estas condiciones como un animal, porque tengo que estar con esta gente que no se baña, esta mujer que tengo al lado con ese perfume horrendo ya no me importaba si era un perfume caro o no, todo olor era horrendo todo era feo en ese bus, la gente, el bus mismo, el chofer conducía mal y rápido y cada vez subía más y más gente, la situación era asfixiante, a todo esto entre toda la muchedumbre una mujer de mediana edad grita “ Me robaron, me robaron” sinceramente no entiendo como un ser puede entrar entre toda esa gente y mover las manos para tomar algo del bolsillo de otro, creo que sería más fácil trabajar, pero parece que hay ciertos oficios que no entienden de espacio ni de sufrimientos, fue así que a ese viaje no le faltaba nada, al menos eso pensaba, pero el famoso Conurbano bonaerense, una urbe de las afuera de la ciudad de Buenos Aires con más de 10 millones de habitantes, siempre nos sorprende y parece que esa mañana unos señores estaban muy enojados con el gobernador porque no acordaron una suba de salarios y decidieron cortar el único puente que une la ciudad con las afueras, estuvimos unos 40 minutos parados y el tráfico no avanzaba, fue ahí cuando estalló mi furia, un señor sentado en la ventanilla se paró enfurecido con la intención de bajarse  y tratar de caminar, aproveché y ocupe rápido su lugar, pero yo ya no quería sentarme, solo quería insultar, demostrar mi bronca, abrí la ventana y al mismo tiempo que el bus avanzaba entre la muchedumbre que con banderas políticas y carteles cortaba la calle, grite MUERAAAAN HIJOS DE MIL PUTA, LOS ODIOO, LACRAS SOCIALES!! Un manifestante se acercó y me dijo de forma agresiva que me calme y en esos momentos en los que uno se desconoce lo escupí directamente en el rostro, sentí asco de mí mismo nunca había escupido a nadie en la cara hasta ese momento aunque también sentí cierto alivio en todo mi cuerpo, como si hubiese dedicado horas de meditación, por suerte para mí el bus avanzo rápidamente hacia el claro que dejaba la avenida libre de manifestantes y no tuve mayores consecuencias, si el chofer no se habría paso como lo hizo, podría haber terminado peleando , preso o hasta haber salido en las noticias, pero como les digo no fue así.. Incluso a modo de defensa ante mi mala educación y desprecio por el otro, no fui el único que insulto a los manifestantes, sino que gente de todo tipo aprovecho el paso rápido del bus para gritarles todo tipo de insultos y adjetivos. Un joven de unos 20 años le gritó vagos, una señora sorprendió con una voz muy gruesa, vayan a trabajar basuras, otro joven que parecía más informado les gritó lacras vividores del estado!! Y la que más me sorprendió fue una mujer de unos 80 años, estaba con los ojos desorbitados, quería tirarse prácticamente del bus, incluso muchos estuvimos orgullosos de haberle dejado el asiento, esa mujer no escatimó en insultos dijo todos nuestros pensamientos supongo que cansada de tantos años de vivir estos cortes.

Cuando se calmó todo un poco, un señor dijo casi indignado – todo esto es culpa de Perón y un joven respondió enojado al instante – ¿qué tiene que ver Perón en todo esto? Y así se armó un debate bastante intenso en el que por suerte me mantuve al margen a pesar de tener un pensamiento muy fundado, yo creo que la Argentina  tiene 2 tipos de personas, peronistas y antiperonistas, el que se mantiene al margen de ese debate nació en Argentina pero no es argentino, es un tema que nunca tiene solución y que a muchos nos cansa, es como los perros y los gatos, como Tom y Jerry, como Batman y el Guasón, que cada cual saque sus conclusiones, a mi ese debate, ese día no me importaba en lo más mínimo no porque sea un apátrida, sino porque no tenía las energías.

Finalmente, tras pasar el peor momento del viaje, eran las 10 Am y recién me encontraba en la estación de metro Constitución, desde ahí tenía media hora a mi oficina, el metro llegó puntual, aunque repleto de gente a los empujones entramos, llegué a la oficina a las 1030 me miraron con muy mala cara, me comentaron que recibí varios llamados de varios clientes que querían hablar conmigo de varios temas , pero la peor parte fue al final del día, cuando suena mi teléfono interno y me pasan con el gerente de RR.HH, me pidió que vaya a su oficina que tenía que hablar algo urgente, mi cabeza pensó muchas cosas desde un aumento de sueldo a un reto por llegar tarde o pedirme referencias de algún conocido o amigo para entrar a la empresa, pero para mi sorpresa no fue nada de eso, sino que me querían comunicar que después de 10 años de trabajo, estaba despedido, que no podía llegar 30 minutos tarde hasta 2 o 4 veces por mes, que no era serio para la empresa que llamen clientes a las 10 de la mañana y que yo no pueda atenderlos, ese mismo día me avisaron que iban a enviarme el telegrama de despido, traté de explicarle toda la situación y de hacerlo entender resumiéndole mi día, le insistí que mire las noticias para que pueda ver que desde dónde vengo todos los caminos estaban cortados y que era imposible llegar temprano ese día a la oficina incluso saliendo con horas de antelación ya que siempre todos íbamos a terminar en el mismo sitio haciendo fila para cruzar un puente cortado por miles de manifestantes, pero nada de esto sirvió la decisión ya la habían tomado, esa tarde volví a mi casa agotado física y mentalmente, me tiré en el sillón e inmediatamente empecé a buscar trabajo, nadie ofrece trabajo a una persona de 40 años en tiempos de crisis, pero tenía que intentarlo.

Los días siguientes fui a muchas entrevistas, en la mayoría de los casos me dijeron que vivía en una zona muy lejana, que no podían darme el empleo ya que suele pasar que mucha gente que vive en las afueras de Buenos Aires llega tarde a sus trabajos, que necesitaban puntualidad, como si el entorno no afectara a la puntualidad, pero eso pedían, por lo que cada día se me hacía más difícil, pasaron así varias semanas…

Un mes después, era otra mañana helada la del 2 de julio en Buenos Aires, esta vez salí mucho más temprano, me pasaron a buscar por mi casa, viajé sentado hasta el centro de Buenos Aires, nos dieron un café con leche y unas Croissant, bajamos uno a uno del bus en una gran avenida, nos dieron banderas rojas y algunas de Argentina con escritos en el medio, en 5 minutos cortamos la 9 de julio, a los 20 minutos comenzó la catarata de insultos, un señor me escupió en el rostro, ese día me vi reflejado, agache la cabeza y los gritos se volvieron inaudibles.

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