23 de Abril de 2023

Querido diario,

Te escribo, otro día más, para contarte lo que me ha pasado el día de hoy. Puede parecer una tontería, ya que solo soy un niño que día a día, trata de cumplir con sus obligaciones lo mejor posible, y como tal, hoy he hecho prácticamente lo mismo que los demás días, pero quiero contarte algo especial.

Me he despertado a las 7:30 para ir al colegio, he desayunado y me me he preparado para salir. Cuando iba caminando por la calle, me he parado a pensar en la cantidad de niños y personas mayores que, como yo, se dirigían a dónde les correspondería estar en unos minutos. Lo curioso es que todas estas personas que íbamos por la calle somos insignificantes para el planeta, contribuimos como una sola gota de agua en una lluvia torrencial.

Tras haber hecho esa pequeña reflexión, ya me había plantado enfrente del colegio, así que entre por la puerta del patio y me dirigí a mi clase como de costumbre. Durante todas las horas de clase no hay nada que pueda resultar diferente o que resalte con respecto a los demás días, pero creo que hay una cosa que me ha dejado pensativo. Estábamos mis compañeros y yo atendiendo a la explicación de biología, cuando ha salido en el proyector una imagen de la sabana africana. Al ver esta imagen, no he podido evitar pararme a pensar en la inmensa cantidad de niños que tienen que cruzar grandes extensiones de terreno exponiéndose a la naturaleza, para ir a clase.

Entonces es cuando he pensado en lo afortunado que soy, pero además, me ha venido a la cabeza la imagen de la terrible guerra en Ucrania, donde hay mucha gente inocente, mujeres y niños que están muriendo o huyendo del lugar donde nacieron. Esto ha reforzado aún más mi idea de que soy inmensamente afortunado, aunque a veces no lo crea.

Aquí es cuando el reloj marcaba las 17:00 y era hora de marcharse a casa, pero me iba con la sensación de que hoy no era un día cualquiera.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS