“Todo el mundo piensa en cambiar el mundo, pero nadie, a sí mismo”
León Tolstoi
“Movimiento mántrico” no estoy segura dónde leí esta adorable simbiosis de palabras, de hecho, no logro ubicar el documento en el que pude haberlas encontrado, solo sé que he venido repitiéndolas en mi cabeza y en mi cuerpo como un mantra antiguo que guía mi curiosidad. A mi parecer, estas dos palabras juntas remiten y otorgan al movimiento un lugar privilegiado, un carácter sagrado que eleva su acción a lo sublime; el movimiento que se repite incansable, meditativo, hasta llevar a lo alto del cielo y lo profundo de la tierra los anhelos del corazón, o como lo menciona el místico antropólogo Carlos Castaneda (1974): “¿Tiene corazón este camino? Si lo tiene, el camino es bueno; si no lo tiene, no sirve para nada” (citado en Capra, 2004, p. 5)
Ya hemos convertido en un cliché la premisa que cita “todo es movimiento”, pero pese a su repetida manifestación, es una realidad. No existe la quietud absoluta, todo tiembla, vibra incontenible, sostenido dentro y fuera de nuestra humanidad; todo el universo, nosotros, somos sostenidos por un mantra constante de una lengua vernácula intangible que fona la vibración celular, molecular, subatómica. Los Vedas le llaman Nada Brahma a la energía vibratoria que es principio de todo, consideran la vibración como raíz de la experiencia espiritual y la experiencia científica; el universo es vibración, la vibración es el sonido de Dios que se expande, penetra y se comunica con TODO (Linares, 2014).
En este sentido, la energía, su emisión, su absorción e intercambio constituye un hecho científico y físico. El visionario físico serbio Nikola Tesla manifestó: “Si quieres comprender los secretos del universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración” (citado en Lucione, 2022). Y esa indomable vibración, es su frecuencia e inmaterial existencia energética donde yace la razón que ha desvelado a místicxs y religiosxs, científicxs por igual, a través de la historia de la humanidad, la búsqueda de lo intangible. Entonces, si analizamos el gran poder que posee la vibración, el movimiento en todo: ¿qué tan poderoso podría ser el movimiento hecho danza?, ¿qué estamos intencionando cuando danzamos?, ¿qué queremos atraer a nuestra vida con la danza?, ¿van de la mano la física y la mística?
Esta gran energía, esta vibración constante se manifiesta en nosotros y en las cosas que nos rodean, a través de las frecuencias electromagnéticas que en forma de ondas intercambian información. Es decir, nuestra energía vibra en lo emocional, mental, físico, espiritual; de forma consciente o inconsciente, nuestros pensamientos se ubican con mucha atención en alguno de estos universos que nos componen, emanando en esas frecuencias u ondas aquello que queremos vivir. Cada pensamiento, cada hábito, cada sueño, somos lo que intencionamos.
El pensamiento cotidiano, repetitivo y vibratorio es una plegaria en cada presente comunicándonos con lo intangible; en palabras de Capra (2004): “(…) el Zen es profundamente místico. Viviendo totalmente el presente y prestando atención a todos los asuntos cotidianos, el que ha alcanzado el satori experimenta la maravilla y el misterio de la vida en cada acto sencillo que este sea” (p. 50)
Una experiencia muy similar se vive en la meditación, tan importante en la cultura hinduista, brinda, a través del silencio, la quietud y la atención en el presente, la vacuidad absoluta, la elevación a frecuencias más sutiles; ondas Delta abren los portales a otras dimensiones y conocimientos, la mente está alerta y receptiva como la de un guerrero. En este sentido el mismo autor señala:
La finalidad principal de las tradiciones místicas orientales es, por tanto, reajustar la mente, centrándola y tranquilizándola mediante la meditación. El término sánscrito que significa meditación – samadhi- quiere literalmente decir equilibrio mental. Se refiere a un estado mental tranquilo y equilibrado en el cual es experimentada la unidad del universo (Ibid., p.52)
La meditación entonces se comprende como poder para concentrar nuestra energía, activar la atención profunda en el presente y construir un futuro libre de pasado.
Al pensar, al crear, al movernos con o sin intención, inclusive al dormir, las frecuencias energéticas de nuestro cuerpo se movilizan constantemente atravesadas por las energías externas. Una danza vibratoria constante habita en nuestra energética relación con el universo, nosotros decidimos los pasos. En su monografía Biodanza y Chakras (s.f.), Josebe González nos presenta esa configuración desde este interesante ángulo:
Todo el universo está constituido por espirales (…) Ruedas sobre ruedas girando a través del espacio, solidificándose en formas, creando vida, movimiento, danza (…) Y en nosotros, girando, un gran núcleo de centros de energía; los chakras, vórtices que intervienen con lo más básico y primitivo, hasta la energía más alta y trascendente.” (p.6)
Nuestros siete chakras son núcleos de energía y su proyección, los ejes de comunicación e intercambio con el universo. Según González: “núcleos que forman una red coordinadora del sistema mente-cuerpo” (Ibid., p.7). Además están relacionados con zonas determinantes en el funcionamiento general de nuestro cuerpo: “Estos siete chakras corresponden con los siete ganglios nerviosos principales que emanan de la columna espinal” (p.5). ¿Son los chakras vórtices del movimiento mántrico?
El concepto hinduista de “Akasha”(1), entendido como: “un sentido etéreo que se extiende a través de todo”(Linares.2014) es una noción que vincula la física cuántica y la mística mediante las diferentes formas en que se ha buscado interpretar, comprender, sentir y transmitir la energía; de igual forma, conceptos que han evolucionado como el éter de Aristóteles, el pneuma (2) de Anaxímenes, la Kalapas (3) de Buda, y esta hermosa definición desde la teoría sintérgica que nos ofrece Jacobo Grinberg Zylberbayum (1994): “El concepto Lattice considera que la estructura fundamental del espacio es una red o matriz energética hipercompleja de absoluta coherencia y total simetría… constituye el espacio mismo omniabarcante y penetrando todo lo conocido” (p.3). De forma muy precisa este mismo autor presenta la estrecha relación entre la Lattice y el cerebro humano:
Cada una de las doce mil millones de neuronas del cerebro humano junto con todas sus conexiones anatómicas son otras tantas alteraciones de la estructura fundamental de la Lattice. Cada vez que una neurona se activa y su membrana celular cambia su potencial de reposo produciendo cambios eléctricos de superficie, la Lattice cambia su conformación (p.3)
Existe una gran coincidencia entre estas percepciones de la realidad que han buscado su lugar en el conocimiento desde siempre: una simbiosis del tiempo/ espacio, una malla que cubre absolutamente todo: fuera, dentro; cerca y lejos de nosotrxs, un tejido que nos acerca a otras dimensiones con portales dispuestos a ser explorados. Estas similitudes se presentan en La teoría de cuerdas, teoría de la física contemporánea formulada por los científicos Joel Scherk y John Henry Schwartz. Esta malla o grupo de cuerdas energéticas, ponen a nuestra disposición once dimensiones, no solo las tres que conocemos, ¡once!, un gran metaverso. (Suena. 2016).
Cabe aclarar que para el mundo de la ciencia este extraño concepto del sistema energético, malla o tejido, se ha dilucidado lentamente y con bastante dificultad; uno de sus más grandes opositores fue Albert Einstein quien pese a su expansiva teoría de la Relatividad (Uniendo el tiempo y el espacio), dejó a su visión ortodoxa, llena de las sólidas, fragmentarias ecuaciones y teorías newtonianas, nublar su visión para hallar las mediciones y respuestas al universo cuántico: “Es imposible romper la tela del tiempo y el espacio para generar un agujero de gusano (túnel a otra dimensión)” (citado en Suena, 2016).
Por el contrario, Nikola Tesla, seguidor y creyente de la mística hinduista, motivó sus investigaciones en conceptos como el “Akasha”, obteniendo como resultado el descubrimiento de la corriente alterna (CA), avance en la electricidad que llevó no solo luz a los hogares, sino que además amplió el concepto de la expansión energética (Linares, 2016). Así mismo, el físico Max Plank, quien defendió frente a sus opositores su formulación sobre el espacio vacío o materia oscura, afirmó que el espacio vacío en realidad no está vacío, un intangible sistema nervioso lo conecta todo y lo habita, se comunica a través de partículas constantes conocidas de muchas formas, entre esas: quarks, fotones, quantum, la red de perlas de Indra, etc.
Tejiendo un poco la sutil relación entre la física y la espiritualidad, en el budismo, la imagen de la telaraña cósmica o sistema nervioso, como lo llama Plank, juega un importantísimo papel: “El núcleo del Sutra Avatamsaka uno de los principales textos del budismo Mahayana es la descripción del mundo como una red perfecta de relaciones mutuas, donde las cosas y todos los sucesos se influyen mutuamente uno a otro de una manera infinitamente complicada.” (Capra, 2004.p.56) Y si de investigadores e investigaciones físicas para profundizar las sutilezas de este universo cuántico se trata, cómo olvidar al famoso y controversial colisionador de hadrones instalado en Ginebra suiza (CENR) luz del Bosón de Higgs y conocido como La partícula de Dios; en este modelo, partículas subatómicas chocan entre sí para develar misterios del universo intangible, y descubren que nuestro lenguaje no es suficiente para describir lo que ahí ocurre, que no podemos controlar y predecir el universo subatómico, su energía se mueve sin ser percibida y todo tiene tendencia a existir, TODO (Suena, 2016). Científicos como Tesla, Max Plank, Bohr, Heisenberg, Schordinger, entre otros, nos brindan una percepción de la realidad que nos aproxima al sutil hilo que ha existido entre la ciencia y la espiritualidad, la energía y la vibración (Linares, 2014); estos investigadores allanaron el camino a la consciencia física de lo intangible, la energía que movemos. Un ejemplo que sustenta esta afirmación es lo expresado por Fritjof Capra (2004):
Los místicos orientales insisten una y otra vez sobre el hecho de que la realidad última nunca podrá ser objeto de razonamiento ni de conocimiento demostrable. Nunca podrá ser adecuadamente descrita en palabras, porque está más allá del reino de los sentidos y del intelecto, del que se derivan todas nuestras palabras y conceptos. (2004, p.11)
A partir de lo anterior, algo preponderante de la Física que habita en el “movimiento mántrico” es que es, en su esencia, una energía mística que abre un portal para ser puente de transformación y conexión con lo más íntimo, honesto y sabio de nuestro ser; es una experiencia física y espiritual que nos permite vivir la energía y realidad desde un lugar “nuevo”: lejos de nuestros juicios, nuestro ego, sus razones y deseos; una invitación a experimentar en carne propia la fe, la ciencia, la tecnología del espíritu y de los sueños materializados con disciplina; la conexión absoluta con esta red vibratoria de información, que recibe nuestras intenciones.
Es fundamental aclarar que esta experiencia científica, espiritual y mística, no es nueva, nuestrxs indígenas ya practicaban este conocimiento científico y espiritual. Entraban en sincronía con los ciclos de la vida mediante danzas de ofrendas y pagamentos a Dioses, Diosas y elementales de la naturaleza; agradecían danzando para bendecir la siembra, la cosecha, la lluvia y el buen sol; meditaban, se silenciaban; en suma, realizaban una serie de acciones cotidianas con gran trascendencia en la historia espiritual de los pueblos.El maestro George Ivanovich Gurdiejff, estudioso del sufismo y la mística musulmana, aceptó el llamado para llevar y expandir en ondas, espirales y direcciones el movimiento mántrico: la danza de movimientos repetitivos, intencionados y sostenidos hasta altos niveles de concentración y entrega. En estas experiencias, el movimiento y la danza son llevados a un nivel conventual y monasterial, un momento donde antes de danzar es importante revisar el alma con detenimiento y meditación, sumergirse en los pensamientos y las emociones preponderantes para depurar las intenciones, limpiarlas del ego y que sea la voz del corazón quien guíe el rezo danzado, para Gurdjieff: “ (…) el poder cognitivo del hombre se logra mediante el conocimiento armónico del mundo; es decir, cuando el intelecto, el sentimiento y la sensación instintivo-motora, participan de manera consciente y sincrónica en la percepción del hombre” (2013. p.14).
En palabras de Capra: Nuestra tendencia a dividir el mundo que percibimos en cosas individuales y separadas y a vernos a nosotros mismos como egos aislados se considera como una ilusión, creada por nuestra mentalidad medidora y clasificadora. En la filosofía budista se le llama avidya o ignorancia, y es considerada como un estado mental confuso que se debe superar (2004, p.8).
En mi experiencia con la danza en general, las técnicas somáticas, el chamanismo, el sacerdocio, las cosmogonías andina, tolteca e inclusive con el uso del tarot, pude después de mucho tiempo ser consciente del poder de mi pensamiento como nunca antes, del poder de mis vibraciones subatómicas, manifestadas en el movimiento para transformar mi realidad; comprendí el poder de sumergirme en la vida libre de mi ego: de mis pesos del pasado, las luchas de mi deseo, o vibrando los dramas para que me suelten y me liberen al flujo de la vida. No es fácil ni placentero; pero descubrí que estaba sanando, y la experiencia se extendía, se contagiaba y se podía compartir.
El movimiento mántrico contiene en su esencia la experiencia científica, es física cuántica lo que activamos en la cotidianidad del movimiento sin ser conscientes de ello. Considero que podemos compartir estas indagaciones sobre el cuerpo en el espacio de formación escénica y técnica.Ser una con el universo, suena como un lugar común, pero la verdad es que todo se traduce en física subatómica pura; en el Tao de la física, Fritjof Capra lo menciona así:
Esta es la percepción final de la unidad de todas las cosas. Se alcanza – así nos dicen los místicos- en un estado de la consciencia en el cual la individualidad se ve disuelta en una unidad indiferenciada, donde el mundo de los sentidos es trascendido y nuestros conceptos de las “cosas” quedan atrás. En palabras de Chuang Tzu: Mi conexión con el cuerpo y sus partes está disuelta. Mis órganos perceptivos están desconectados Así, dejando mi forma material y diciendo adiós a mi conocimiento, llego a ser uno con el Gran Omnipenetrante. A esto lo llamo sentarse y olvidarse de las cosas (2004.p.57)
Con esa claridad, el adagio popular de la cosmovisión Andina “Todo tiene espíritu”, cobra sentido. La rueda de medicina nativa andina plantea que todo tiene al universo en su interior, todo está elaborado con los productos del universo, de la madre tierra “Pachamama”, todo está conectado por un mantra. Un camino nada fácil para reabrir en algunos espacios, pero las herramientas están a la mano, y la ciencia aunque no lo grite, lo sabe.
El movimiento mántrico es una invitación a trascender el cuerpo y su forma de materializarse, a ser conscientes de los pensamientos y emociones que entregamos al universo.
Referentes:
- Capra, Fritjof. (2004) “El Tao de la Física”. Rosario. ELEVEN
- Linares, Juan, Eva. (2014). Blog – Hipervínculo.
Consultada (05/02/2022)
- Lucione, Anabella. (2002). “Energía, vibración y frecuencia”. Revista El ciudadano de Cañuelas. https://elciudadano.com.ar/contenido/6523/energia-vibracion-y-frecuencia.
- Consultada (07/07/2022).
- Gerber, Richard. (1993). “La curación energética”. Barcelona. Robinbook.
- Josebe G. S. (sf). “Biodanza y Chakras”. Monografía. Escuela de Biodanza Rolando Toro de
- Bilbao. España.
- Zylberbaum, Grinberg, Jacobo. (1994). “Los Chamanes de México”. Vol.3. Rosario. ELEVEN.
- Greene, Brian. (1999). “El universo elegante”. Catalunya. EPublibre
- Suena, L. (2016).T Blog –Hipervínculo.
. Consultada (07/16/2022)
- Pescador C. A (2013). “Aproximación al origen del pensamiento de George Ivanovich Gurdijieff: Las raíces musulmanas”. Tesis doctoral. I.U Ciencias de las Religiones – Universidad Complutense. Madrid.
OPINIONES Y COMENTARIOS