Una suerte de pitido oscilante venía resonando por tus oídos hasta tu cabeza desde hace aproximadamente una semana, en un inicio te mostraste confundido por ello, pero al cabo de cuatro días una parte de ti ya sabía que eso podía significar alguna cosa, que de entre las opciones era complejo llegar a una respuesta particular. Por lo general y de lo que te confiabas era que se trataba de algo negativo, siempre era igual, la vez anterior lo que ocurrió fue la muerte de tu padre, lo recuerdas aún, casi palpable, aquel día que te vestiste de traje, incluso puedes hasta sentir el aroma de aquel lugar, a inciensos, fue el primer día que vestiste de ese estilo y pensar que ni siquiera fue para tu boda, porque aún no te has casado y pensar en ese tema junto a tu pareja no hacía más que aterrarles, o es el miedo al compromiso o que es muy apresurado según crees.
Aquella única ocasión en que lo hiciste el luto te acompañó, no así de forma física, porque en tu mente todavía reproducías las tantas ocasiones en que él te levantó la mano y arremetió en tu contra o de tu madre, el recuerdo es tan vívido que te asombraba antes, incluso en esa ocasión lo hizo. Episodios que creíste olvidados por siempre forman parte de la conciencia y se mantienen en ella. Hasta el asqueroso olor a los vicios de aquel sujeto siguen ingresando por tus fosas nasales ocasionándote la misma náusea que en ese momento. Los golpes, los sonidos pasan por tus oídos incluso en la calma que ahora estás percibiendo en tu persona. “¡Qué no me gusta esa comida, hazme otra cosa!”, es uno de los tantos reclamos que aún recuerdas, cuando eso ocurría, cuando estaba tu madre siempre te protegía haciendo que fueses a tu habitación a refugiarte, tomabas una libreta y un lápiz, trancabas la puerta y empezabas a dejar tu mente fluir.
Dejas los recuerdos de lado y aún así no entendías la razón de tu nueva incomodidad, más allá de que fuese una suerte de premonición, generalmente solías ignorar ese tipo de cosas, las llamabas sin sentidos y ridiculeces, quizá lo eran, quizá no, pero tú sueles ser fijo en tu pensar, del cual nadie te puede alejar.
Llegaste a la casa tras un arduo día de trabajo, editaste con éxito la obra de tu escritor, del sujeto que tenías a cargo, nunca te gustó lo que transmitían sus pobres palabras; la desgracia, la falta de paz de espíritu, la agonía, el eterno desenlace, todo te parecía de lo más terriblemente pesimista, te asqueaba porque de algún modo te recordaba a ti y no lo querías reconocer, ¿qué más?, ¿por qué irías a reconocer tus fallas?, nunca lo hacías después de todo.
Tu pareja parecía querer irse de la casa en cuanto te vio ingresar, lo más seguro es que se haya enterado de ese pitido que te impedía oírla y por lo mismo cree que la ignoraste un día completo, qué tonto de tu parte por ese descuido, es tu mujer, ¿no?, al menos debería obedecerte o eso es lo que te dices mientras la ves cerrar la puerta fuertemente, posiblemente se escuchó en todo el edificio. Rebobinaste mentalmente buscando qué pudiste hacer mal, pero no encuentras nada, entonces concluyes rápidamente que tu pareja ha de estar enfadada con algún ser inexistente como siempre y como ya venías aguantándola hace una buena cantidad de tiempo, no dices nada, mas sientes que esto debería tener un final, no obstante, aún no quieres terminar con ella, ¿te aterra la soledad acaso?, es posiblemente eso, no obstante no quieres aceptarlo del todo, sin dudas es que al haber estado solo por tanto tiempo terminaste temiendo a los susurros y gritos que se oían fuera de la habitación en tu pequeñez.
Estás hastiado, en el suelo dejas tu bolso y te dejas caer sobre el sofá, cierras los ojos tomando un par de segundos para descansar, ¿de qué?, de todo realmente, no hay un motivo claro, lo que haces es tomar luego tu celular y revisar las desgastadas redes sociales, no haces nada más, no tienes hambre ni sed y sabes que Cristina no preparó el almuerzo porque no sabe cocinar, te maldices y consideras que debiste buscar una pareja más proactiva, qué decepción. Pedir algo tampoco te convence del todo, aunque deberías, igual es tarde, ¿y si tiras un par de verduras a la sartén y con eso comes algo?, miras hacia la habitación de la cocina desganado, pararse era tan cansador en la idea, ni pensar en la acción.
El pensar y el transcurso de los minutos te hizo dejar en segundo plano el pitido, eso hasta que una noticia llegó de pronto a ti de pronto en forma de un mensaje, así tal como si fuese un balde de agua fría. Con ese agudo sonido vuelto incesante parecía que llegaba hasta el punto de hacer tus oídos sangrar, pero esto no ocurría, sólo se cerraba a la sensación, fueron diez minutos en los que te desconociste y violentaste, ¿quién o qué fue tu víctima?, no lo sabes porque tenías los ojos cerrados y las manos se movieron solas o al menos eso es lo que usas como excusa cuando sientes el frío correr desde ellas. En cuanto abres los ojos puedes ver que por tus puños ya escurre la sangre, en el suelo tras parpadear vuelves a mirar y notas que yacen unos lirios que en el pasado, en el ayer cuidaste con tantísimo esmero al igual que hizo tu pareja, pero ya no tienen significado alguno… O espera, ¿en algún momento lo tuvieron realmente o solo estabas fingiendo?, quizá sea la segunda opción dado que eran la representación de tu madre, Liria, pero ahora, tras su muerte el hecho de conservar un recuerdo suyo, cualquiera fuese no hace más que asquearte, porque ya eres mayor y puedes identificar con facilidad qué cosas están bien y qué otras están mal, ya estás grande y lo sabes, consuelas a ese pequeño tú. Aquella mujer si bien te protegió cuando tu padre arremetía, un mal cuidado de su parte provocó que la castidad te fuese arrebatada a tan corta edad, cuando tú solo creías que eso era un juego; te había dicho aquello.
En el mismo suelo descansa un Lazo de Amor, uno que odiaste desde que ella te lo regaló, pero no por tener una antipatía hacia la pobre planta que nada de eso merecía, aún así lo miras ahora con desprecio, con el desprecio de un joven que nunca recibió justicia por ser un hombre y pese a exponer sus vivencias al final sólo instalaba la duda y sembraba los comentarios acerca de que exageraba, que no era suficiente y no existían razones por las cuales estaba reclamando, cuán triste te sentiste y sientes con eso, fueron todos tan crueles contigo que aún no lo puedes asimilar del todo.
Quebrado se encuentra el hermoso macetero de tonalidad pistacho con decoraciones plateadas que amaste apenas lo viste en la fachada de un local comercial y por lo mismo no dudaste en comprarlo, pero lo miras ahora y te parece el objeto más horrible jamás visto; lo observas con desprecio y detestas haber plantado ahí los Lirios, el Lazo de Amor se encuentra en otra maceta que amaste, rosada con decoraciones doradas y ahora se encuentra trizado mezclándose con la sangre que resbala por tus nudillos no puede ser más que desagradable, lo odias tanto que no te imaginas cómo fuiste capaz de comprar ambas cosas, así como lo odias también te odias tú por gastar tanto en quien no lo merecía por ningún motivo.
Suspiras como si con eso alejaras todos los pensamientos que hasta hace unos segundos empezaron a derrumbarte más de lo que ya estabas, la noticia de hace minutos te hizo golpear los maceteros y arde. Arde y con eso vuelves a las heridas en los nudillos, la sangre aún escurre por ellos hasta llegar al suelo donde se entremezclan con la tierra que hasta ya minutos perteneció a las macetas, lo odias tanto que vuelves a lanzar otro puñetazo arrasando con el macetero de una Petunia que ninguna culpa tenía fuera de la simpleza de estar ahí. Agradeces que tu pareja no esté en la casa porque caes en dos posibilidades, la primera; se aterraría y la segunda; te daría el sermón que mereces y sabes que es así, por eso es que suspiras nuevamente, el humo del enfado podría salir por tus fosas nasales, pero no lo hace porque eres un humano, y ahora la palabra “humano” se vuelve tan ajena que no lo puedes creer, si no eres un humano eres un monstruo, uno que ha acabado con las bellas plantas que nunca tuvieron la culpa.
Las lágrimas de pronto comienzan a resbalar por tus mejillas y tu mano se detiene a escasos centímetros de tu rostro porque la tierra en los dedos puede irritarte los ojos, en lugar de disipar el agua en un acto, vas al baño a lavarlas, aprovechas de lavar tu rostro y no solo eso, también quitar de ahí todo rastro de tu recién conocida monstruosidad. Quieres seguir llorando, anhelas tanto el llanto, es demasiado para ti y te rindes finalmente ante él, lloras, lloras porque nadie puede hacerlo por ti, porque tu corazón ha empezado a doler y la zona del pecho se oprime, duele demasiado, tanto que puede llegar a ser risible sin serlo al mismo tiempo, eres risible para ti mismo y a la vez presentas una simpatía fingiendo que se trata de un sujeto distinto para cada emoción por más que no fuese.
Secas tus manos manchando la toalla blanquecina, los nudillos aún presentan sangre, pero poca, no sabes qué más hacer. Vas a un botiquín para dar con alguna crema, pero no tienes nada, está tan vacío que ni siquiera vendas tiene, lo odias y estás a punto de lanzar otro puñetazo por la impotencia, pero no lo haces, hace diez minutos no eras tú y ahora ese ser inhumano volvería a adueñarse de ti, no lo puedes permitir así que es tu abdomen el cual recibe el golpe manchando con sangre la camisa beige que tanto le gustó a tu pareja, aquel golpe te deja sin aliento por unos segundos dada la fuerza y piensas que todo estará mejor de ese modo, no lo confiesas, pero sientes que pasar segundos en la inexistencia podría arreglar las cosas. Sueltas una risa seca y áspera que podría pasar a desgarrar tu garganta, esa risa de que todo te parece tan ridículo.
Te quedas en el baño mirando tu reflejo en el espejo solo para no volver a ver los pobres maceteros destruidos, ahí en el suelo, con la tierra acompañándoles, sabes que más tarde los tienes que limpiar y vuelves a enojarte, a odiarlo, y no solo eso, sino que odias tener que odiarlo y ese odio se vuelve a ti mismo, ahí, en un lugar recóndito que espera nunca dejarse mostrar yaces tú, porque sabes que más allá del odio está la culpa, sientes haber destruido las macetas que tu pareja tanto amó apenas vio que las compraste; ¿ahora cómo le vas a explicar?, ¿cómo le vas a decir que el enfado te hizo romperlas sin que ella se aleje de ti por el mismo miedo?, ¿cómo le dirás que sigues siendo una persona y ya no eres ese monstruo de hace minutos, que nada de eso era real?, ni siquiera sabes que excusa darte a ti mismo, eso hace que te sientas increíblemente inútil y con razones, porque las palabras no salen de tu boca. Entonces sigues frente al espejo, con ojeras bajo tus ojos y el cansancio transmitido desde ellos hasta todo tu rostro y cuerpo, estás tan agotado como si no hubieses descansado en días, cuán real es todo lo que tu persona muestra, porque no has dormido bien en mucho tiempo, despiertas por las noches ya sea para ir al baño, tomar agua o por un mal sueño…
Tus acciones previas te hacen concluir que eres un monstruo, un terrible ser incapaz de volver a mostrar, experimentar o expresar afecto, porque despreciaste a la mujer que te dio la vida y con eso es suficiente para anhelar la muerte sin importar las razones que tuvieras o qué tan válidas fueran.
Sacudes la cabeza en una negación tanto para ti como para la nada que te observa con ojos vacíos; tu reflejo, con esto también niegas tus pensamientos y los hechos que te llevaron hasta donde llegaste, te transformas nuevamente y es ahora que observas en una suerte de escenario, a semejanza de una obra de teatro barata, a tu padre en tu infancia mientras discutía con tu madre, los dos en la agresividad, y sientes que por ello tú eres como eres. El monstruo en que te convertiste con solo segundos mira ahora con orgullo lo que se ha creado con los ojos brillantes, ardiendo en la muestra de su satisfacción completa.
Vuelves al comedor con pasos lentos, de inmediato sientes el petricor artificial; el olor a la tierra mojada por haber regado las plantas con esmero antes de haberte ido al trabajo, suspiras nuevamente, a la espera de que con ello el monstruo en que te convertiste se aleje de tu persona, pero no lo hace, al contrario, se acerca aún más. Niegas con la cabeza nuevamente, esta vez de forma más violenta que antes, pero ya es demasiado tarde y te das cuenta de ello con otro puñetazo, uno en la pared que deja la imagen de la sangre y ha abollado un poco el concreto, además tu mano duele queriendo trizarse, te transformas finalmente en el monstruo del cual querías escapar, entiendes entonces que es inútil y, por tanto, ya no queda más que hacer fuera de rendirse, ceder ante el impulso y escribir la historia de quien al luchar terminó perdiendo, porque siempre perdías, no había vuelta atrás como si tu existencia ya hubiese sido planeada de antemano, es que te sientes un imbécil, sientes que ya nada tiene sentido, que quizá nunca lo tuvo, y que vivió como una simple ilusión que tu mente juguetona creó para no sentirte mal contigo mismo tal como ocurre la mayoría de las veces, una parte de ti siente pena por tu completa estupidez.
Las lágrimas vuelven a estar resbalando por los caminos que antes dejaron, sientes tu corazón apretarse lentamente de un momento a otro, tus piernas pierden la fuerza y acabas prácticamente desplomándote en el sillón, a los pies del cual llegó la tierra. Ves el desastre que tú y solamente tú has causado, lamentas tener que limpiar todo eso, es más, hasta esperas que tu pareja mantenga su enojo y no se le ocurra llegar. Pero llega, cuando abre la puerta puedes notar el asombro y el terror en su rostro, ambas emociones pueden notarse, así como te mira, mira también ese desastre, no dice nada, pero sabes que se irá nuevamente, cuentas en tu mente hasta diez y le ves hacerlo, te preguntas por qué sigues con ella, supones que te está dando un tiempo para ordenar tus cosas, que es un mensaje y quiere que te vayas. Es así que te levantas, vas al baño donde lavas tu rostro y tus manos aún sangrantes, manchas nuevamente la toalla con las marcas rojizas, entonces solo atinas a tirarla a la basura. Decides salir de la casa, no ir detrás de tu pareja, sino que irte, huir, porque eres un cobarde que acabó transformándose en un monstruo sin poder hacer nada para detenerlo, es lo que eres al fin y al cabo.
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