El misterioso libro de Miguel

El misterioso libro de Miguel

Una mañana de agosto, mientras hurgaba en el sótano de mi nueva casa, encontré un viejo libro. Parecía muy antiguo, y entre sus páginas había unas ciertas anotaciones en otro idioma, quizá latín. También contenía algunas oraciones, y éstas estaban acompañadas por extraños símbolos; símbolos que no puedo reconocer. Intenté encontrar alguna información o referencia en internet, pero realmente encontré muy poco, por no decir nada. Sin embargo, estaba intrigado por la naturaleza de su contenido, por la variedad de extraños dibujos, que tenían una semejanza con la demonología.

Dos días después, le pregunté a un amigo respecto al libro, y me aconsejó que se lo llevara a el padre Damián, quien era el padre de este pueblo, y un gran conocedor de libros extraños. Y así fue, esa misma tarde acudí a la oficina del padre Damián, y le pedí de favor que me orientara sobre el libro que había encontrado en el viejo sótano. Cuando el padre Damián sostuvo el libro entre sus manos, pude percibir en su rostro un cierto estupor, un temblor de manos que, de alguna manera, se asemejaba a las manos de un alcohólico en su estado más crítico. «Este es un libro maldito», me dijo. Quise hacerle una serie de preguntas, pero a juzgar por la expresión de su rostro, y a la palidez de su piel, me abstuve de seguir cuestionándolo. «Llévate este libro de aquí», me dijo. Y dicho esto, se dio media vuelta y se marchó de la oficina, dejándome en una silla, cuyo silencio vertido en la habitación, hizo que mi pecho se embargara de un vago temor.

Esa misma noche, quise embocarme en los encantos de la distracción y el divertimiento, y decidí tomarme unas cuantas cervezas. Luego puse una película en el televisor. Me senté en mi taburete favorito, y sin más reparo, me dispuse a ver una película, cuya trama ya había visto decenas de veces: Drácula, de Bram Stoker. Más tarde, cuando las ruedas de la noche avanzaron, tuve la irresistible tentación de abrir el libro para leer algunas de sus oraciones. Eran las doce y veinte de la medianoche. Una ola de nubes grises se cernía sobre el cielo negro, matizando todo con una bella oscuridad. Enfilé los pasos hacia mi habitación, y acto seguido abrí uno de los cajones de mi escritorio para tomar el libro. Repasé algunas páginas, y seleccioné una oración para recitarla en voz alta. Momentos después, cuando ya hube pronunciado la plegaria, un frío sobrecogedor me rodeo con todas sus fuerzas, y la ventana que da hacia la calle se abrió de golpe. Me quedé petrificado, sin saber qué hacer. No sé por qué, pero desde ese instante, sentí que alguien me vigilaba. De inmediato cerré el libro, y decidí tirarlo a la basura. Pero algo aterrador sucedió: el libro se desmaterializó en mis manos, dejando una corriente de vapor negro. Sólo en ese instante, supe que el libro guardaba en su interior un poder desconocido, y que mi vida estaba en peligro.

Por la mañana quise explicarle a mi amigo Luis sobre lo que había pasado, y también le dije que sentía una presencia que me acechaba. Pero su silencio me indicó que él tampoco sabía qué hacer, pues en su rostro se denotaba las señales de un terror tácito. «No debiste leer ese libro, Miguel», me dijo finalmente después de una larga pausa. Y lo peor de todo, era que no tenía ningún libro en mis manos para demostrar que digo la verdad. Me marché de su casa con la moral por los suelos, y con ese temor de ser asaltado por algo sobrenatural.

Tres días después, Luis no tenía ninguna noticia sobre Miguel. Le había marcado por teléfono, pero jamás contestó. Después tomó la decisión de hacerle una visita sorpresa, pero cuando tocó a su puerta no hubo ninguna respuesta. Fue entonces cuando Luis tuvo un mal presentimiento. De inmediato llamó a la policía, y un par de oficiales derribaron la puerta de una potente patada. Revisaron cada rincón de la casa de Miguel, y cado uno de los cuartos de su morada, pero no encontraron nada. Sin embargo, cuando uno de los oficiales hurgó en uno de los cajones de una cómoda, encontró un misterioso libro de tapa negra. Parecía escrito en algún dialecto, y tenía varios dibujos. Todo parecía norma, hasta que el oficial encontró un dibujo con el cuerpo y la apariencia de Miguel. Estaba encadenado, y a su alrededor había algunos demonios. Cuando Luis tuvo el libro en sus manos, le dijo al oficial: «!Es él es él¡». Un misterio aterrador los envolvió a todos…

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