El misterio de Pampa
Estábamos los dos de acuerdo, sabía que era lo mejor para ambos. Pero, entonces, ¿Por qué me sentía así?
La relación no daba para más, ya habíamos aprendido todo lo que se podía aprender, habíamos disfrutado mucho y crecido juntos. Pero ahora nuestros caminos evidentemente tomaban rumbos distintos. Estaba segura de eso. Pero entonces, ¿porque sentía ese vacío? Habíamos evolucionado tanto estando juntos, que sentía que ahora solos me iba a estancar, o peor aún… ¿Retroceder? ¡No por favor! ¿Qué hago?
Salí a correr – siempre salir a correr me había calmado – vivir en el campo tiene esa suerte de conexión con la naturaleza que tanto amo. De repente, veo algo a lejos que se mueve en dirección a mí, ¿Qué era? Con un valor que no se exactamente de dónde estoy sacando, me acerco, (en vez de correr como habría hecho en otro momento) no sé porque, lo estoy haciendo pero me acerco.
Todo mi miedo se evapora al ver a un… perro. ¿Raza….? Mmm… ¡Es un Collie! ¡Como la de la película! ¡Lassie! Efectivamente, es un perro amarillo y blanco, muy peludo de orejas paradas y una cara sonriente que se me acerca muy decidido. Al encontrarnos frente a frente me olfatea moviendo la cola, se me arrima pegándose a mis piernas como si fuera mío de toda la vida, como si fuera su dueña. Le hago caricias y se tira en el piso, levanta su pata derecha para que le haga cosquillas en la panza. Nos quedamos un buen rato tendidas en el pasto.
Descubro que es hembra, que esta gordita y bien cuidada, no to tiene collar pero no parece estar asustada, ni perdida. ¡Es muy raro! No hay vecinos cerca, ¿se habrá caído de algún auto o camioneta mientras paseaba? ¿Se habrá asustado con la tormenta del domingo pasado y corrió lejos? No, no puede ser, estamos a jueves y no parece tener hambre o cansancio.
Me mira atenta, como esperando que le dé ordenes o le cuente algo, por lo que decido contarle todo mi drama reciente, quiero saber su opinión. Lloro lentamente mientras le cuento, me lame la cara suave, la dejo, confió en ella, me divierte la sensación de sus lengüetazos en mi cara, me reconforta. Hay una parte de mí, una vocecita en mi cabeza que se enoja, diciendo “- es un perro de la calle, puede tener enfermedades, ¡cuidado! Desecho inmediatamente esta idea, esta sensación es lo mejor que me ha pasado en un tiempo. Esta perrita tiene razón: voy a estar bien. “Siempre hay algún ser dispuesto a darme amor cada día, voy a salir adelante”. Esos pensamientos flotan en mi mente sin saber bien de dónde salen.
Me despierto, espera ¿Me quede dormida? No puedo creerlo, jamás me dormí en ningún lugar que no fuera mi cama, pero, ¿Dónde estoy? ¿Tendida en el pasto? ¿Dónde está pampa? ¿Pampa? ¿En qué momento decidí ponerle ese nombre? La busco por todos lados pero no está por ninguna parte. Ya se está haciendo de noche así que me hago una nota mental de salir a los alrededores mañana de mañana a preguntar si alguien la conoce.
Al otro día, me levanto mucho mejor, increíblemente tengo mucho más ánimo que en los últimos días y siento cierta paz con la decisión de terminar las cosas con mi ex.
Como había pensado el día anterior salgo una hora antes de ir al trabajo para recorrer la zona buscando a los dueños de Pampa. ¡Sí! Ya se llama Pampa para mí. Luego de investigar un rato, resulta que nadie la conoce ni ha visto jamás. Me siento frustrada. Acaso, ¿La soñé?
Decido volver esa tardecita al mismo lugar a ver si la encuentro.
Las horas del trabajo se me pasan rápido, disfruto de cada instancia con los niños como hace mucho que no hacía. Pero no dejo de ver el reloj pensando solo en una cosa: ir a buscar a la perrita misteriosa.
Llego, me cambó rápido a la ropa de hacer ejercicio y salgo a correr, voy al mismo lugar pero no la encuentro. ¿Dónde está? ¿Habrá regresado a su casa?
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Hace una semana que salgo todos los días a buscar a Pampa y no esta.
Por lo menos me doy cuenta que casi ni pienso en la relación perdida, he tenido un objetivo y es encontrar a esa perrita que con su silencio me respondió tantas dudas. Me dio calma y un nuevo objetivo. Además, la esperanza me hace salir a correr todos los días sin saltarme ninguno. Camino tranquila. Está bien. ¡Entendí!. Me rindo. Pampa o como sea que se llame volvió con sus dueños. Ahora tengo un nuevo duelo que procesar, me entretiene.
De repente, mientras dormito en el pasto, siento algo húmedo que me acaricia la cara. ¿Pampa sos vos?
Abro los ojos rápidamente, ¡Siiiiiiiiiiiiii! ¡Es Pampa! ¡No lo puedo creer! Salta alrededor mío moviendo la cola contenta. Me de la sensación como si me estuviera diciendo “- ¡Dale deja de dormir vamos a jugar, ¿Qué esperas? ¡Hay muchas cosas que hacer!
Esta vez no hay grandes charlas ni silencios. Me ladra contenta, me trae un palo, se lo tiro, lo va a buscar, juega a ganarme de mano antes que lo levante. Repetimos esto muchas veces, parece no cansarse, le tiro el palo hasta detrás de un árbol y la espero. La espero y la espero… ¿Pampa? ¿Pampa? ¿Dónde está? Voy hasta atrás dela árbol y no está, ¿dónde está? La busco desesperadamente por la zona, le grito (por cierto ya responde a su nombre “Pampa”, me doy cuenta). ¡Nada! Cae la noche y me tengo que volver, muy preocupada y triste.
Vuelven a pasar días con la misma rutina, mi salida a correr, buscar a pampa y no encontrarla.
El sábado por la noche mi mejor amiga Alma me invita a salir, no he salido desde que deje la relación, y han pasado ya tres meses. No tengo muchos ánimos pero ella insiste que ya es hora de que salga a distraerme. Me dice que vamos a ir a la casa de su nueva amiga, su ex compañera de trabajo. A la cual no conozco mucho, solo la he visto un par de veces, y esto hace que tenga menos ganas, tengo pocos ánimos de hacer sociales, pero acepto con pocos ánimos.
Llegamos a su casa, estamos esperando a que nos abra, cuando siento unos ladridos del otro lado de la puerta, pero… Esos ladridos… ¡Yo los conozco! ¿Me estoy enloqueciendo? ¡No puede ser! Cuando abre la puerta me quedo helada, ¡PAMPA! Grito contenta, Alma y Gimena (su amiga) me miran sorprendidas, – ¿conoces a pampa? Pregunta Alma. ¿De dónde? Después de mis saludos a Pampa y los de ella (que parece feliz de verme otra vez) Les hago la historia de nuestro encuentro en el campo. (Aunque no puedo entender porque ya que la casa de Gimena es bastante lejos de la mía).
Estoy muy confundida, Gimena me explica que lo que le cuento es imposible, no puede ser Pampa la de mi encuentro, porque no sale de su casa, es la compañera de día y noche de su abuela, a quien la perra anda pegada todo el día y no ha salido afuera en meses. Debe ser una coincidencia me dice, es imposible. Pero ¡yo sé que no! Es Pampa, es su mirada, ella me reconoció estoy segura y además, espera… ¿Pampa? ¿Justo se llama pampa? ¡Esto es mucho y muy loco!
Las chiquilinas siguen con la salida sin darme corte, yo quedo todo el rato de la previa al baile jugando y acariciando a Pampa que yo sé, está contenta de verme. Al irme me voy pensando en pampa y nada más pero no menciono nada al respecto. Ya me han tratado de loca, haciéndome chistes de que si he estado tomando o ingiriendo sustancias extrañas en este tiempo.
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Pampa se aparece en mis paseos al campo una o dos veces a la semana y siempre desaparece en algún despiste sin que me dé cuenta. Estoy convencida que es de alguien de la zona y que lo ocurrido en la casa de Gimena fue una coincidencia. Pero la realidad es que no importa de quien sea, esta cuidada y bien comida, por lo que me resigno a aceptar la situación y no buscar la explicación por el momento. Me ha ayudado a tener una ilusión ¿pensando me la voy a encontrar cuando salga a correr? Y eso, en este momento, es más que suficiente para mí.
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Este miércoles comienza un nuevo niño en el trabajo, en el horario de las 15. Despido a la última niña que se va, cuando increíblemente ¡veo a Pampa sentada en la puerta de la clínica! ¿Otra vez? ¡No puede ser! ¿Es la pampa de Gimena? ¿Es mi pampa? ¿Qué hace acá? Como siempre se alegra de verme, me mueve la cola y se me arrima sobre las piernas.
Por unos segundos me olvido de que estoy en el trabajo y el nuevo niño y su familia me miran de lejos. –Parece que le agradaste a Pampita, me dice la señora con el niño en brazos.
- ¿Pampita? ¿Se llama Pampa? ¿Es de ustedes?
– Si, pampa no, se llama Pampita me dice, ya está viejita pero está acostumbrada a acompañarnos a todos lados, pero si molesta la mando para casa.
- ¡No no! Respondo confundida, está bien, me encanta que nos acompañe. Digo entrando a la sala de psicomotricidad con el niño.
Pase la jornada laboral con la mente nuevamente en Pampa, ¿Qué está pasando? ¿Otra vez? ¿Me estoy enloqueciendo?
Les hablo del tema a mi hermana y a mi madre. Ambas se ríen, opinan que estoy loca que debe ser una coincidencia y desestiman el tema. Les muestro las fotos que me he sacado con ella con el celular y las fotos de Gimena con su perra. Admiten que son parecidas, pero insisten en la coincidencia, argumentando que esos perros son todos iguales y ríen divertidas. Sin dejar de hacerme burlas de que ya saben que regalarme para navidad, una perrita.
Me frustra y me enoja, saben bien que la que quiero es a mi compañera del campo y entender el misterio que la rodea.
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La situación de encontrarme con pampa en otros lugares me pasó dos veces más en el correr del año, en una plaza y en la playa. ¡Sí! ¡En la playa, al otro lado del país! Pero juro que era ella, estoy segura, era Pampa. Mientras tanto, no dejo de visitarme en mis salidas al campo, siempre con su mala costumbre de no ser constante. Aparece cuando quiere. Increíblemente, en esos días que más la necesito.
Ahora casi un año desde que la conocí, estoy realmente preocupada, hace dos meses no se aparece en mis paseos ni me ha vuelto a pasar la extraña situación de verla en otros lugares ( Ha excepción de mis pocas visitas a la casa de Gimena, y su compañía a la familia de mi paciente).
Estoy convencida que tengo que hacer algo al respecto, la extraño. Me paso mirando sus fotos.
Salgo al campo con la esperanza de encontrarla. Me duermo en el pasto… Desde que la conocí tome la costumbre de dormitar en el pasto escuchando la naturaleza mientras descaso de mi caminata. Esto me da mucha paz.
De repente vuelve a pasar, siento su lengua húmeda en mi cara, río aliviada pero sin abrir los ojos. Con la ansiedad que sentía por verla me permito sentirla y estar segura que es ella, no necesito la confirmación de mis ojos, es Pampa, esta devuelta.
Efectivamente, pampa corre alrededor mío, mueve la cola, me da lengüetazos, pero esta vez no se sienta a mi lado. Rápidamente me trae un palo, se lo tiro una vez me lo trae, otra vez me lo trae, se lo tiro por tercera vez, y… ¿Pampa? ¿Dónde estás? ¡No vuelve! Empiezo a despernarme.
Corro hacia la dirección que la vi por última vez y la veo: corre decidida hacia el Norte. ¿Se está yendo como hace siempre? Pero esta vez la puedo ver. La voy a seguir. ¡Al fin voy a descubrir la verdad! Corro de prisa pero ella va más rápido. De repente se detiene en un lugar y comienza a hacer unos movimientos extraños – ¿qué está haciendo? ¿Es un pozo? ¡Qué raro! Pampa jamás fue de hacer pozos en la tierra.
Me acerco pero está muy concentrada en su tarea. De repente lo veo, hay algo debajo de la tierra y pampa parece saber exactamente que es. La ayudo y rápidamente lo encuentro, es un cuaderno. Esta roto, desgastado, sus hojas amarillas pero está escrito a mano y con letra cursiva ¡Espero entenderla! El cuaderno parece muy antiguo. Me siento sobre el árbol con Pampa a mis pies (parece feliz de haberme presentado el cuaderno).
Comienzo a leer. Por suerte entiendo la letra, con dificultad, pero la entiendo. No tiene año, no tiene nombre, no tiene ningún dato, únicamente una letra escrita por algún ser humano en algún momento de este planeta y un gran mensaje.
“Querida hija, llegaste hasta este punto guiada por tu intuición, tu fe y la confianza en vos misma. ¿Acaso han tenido relevancia los pensamientos ajenos? Confía siempre en esa intuición y mantén tu fe.
Conserva en vos los sentimientos y las acciones que te dan paz y tranquilidad.
Lo que para ti es felicidad, no lo es para el resto. Lo que para ti es relevante, no lo es para el resto. Cada quien en ser único y diferente, cada quien encuentra su propio camino.
Asegúrate de ver el mundo con el corazón, de la misma forma que has llegado a este punto hoy, porque la mente racional tiene sus limitaciones. Y realmente, ¿Qué te apotra?
La mayor causa de sufrimiento es el apego hacia las cosas, hacia los seres, hacia los momentos, hacia los recuerdos. ¿Algo te tiene que pertenecer realmente para disfrutarlo? ¿Para aprender e ello?
¿Es “ese algo” el que te lo enseña o sos vos con tu instinto y disponibilidad para verlo que lo estas aprendiendo?
Los seres que nos acompañan son fundamentales en nuestro camino, al igual que nosotros lo somos para ellos, pero no hay que confundir. No nos pertenecen, somos seres únicos que comparten experiencias. Nadie te pertenece realmente más que vos misma y vos sos la que permitís – o no – que las cosas te enseñen o simplemente pasen por al lado tuyo.”
Termino de leer la carta (¿La carta? ¿Era una carta?) Es un cuaderno grueso pero solo tiene escrito ese mensaje al comienzo. ¡Parece escrito para mí! Y la verdad, es que no me importa, no me importa a quien fue dirigido. Hoy lo fue para mí. Fue un regalo de pampa para mí. ¿Pampa? ¿Pampa?
Se fue mientras estaba concentrada leyendo. ¡No lo puedo creer!
Vuelvo caminando lento, pensando en un montón de cosas. Realmente en este momento no me importa cuál es la verdad sobre el misterio de pampa, no importa que nadie lo crea, no me importa si estoy loca desde el punto de vista racional.
Efectivamente estas palabras me llegan a lo más profundo de mí, y por fin entiendo que debo confiar en mi misma sin tener que convencer al resto. Si me hace bien y me da paz ¡adelante! Aunque parezca literalmente una locura.
Pienso también en mi ex, y en los miedos que me perseguían cuando nos dejamos, está claro que el me ayudo con muchas cosas (como yo a él) pero evidentemente fue porque una parte de mi lo permitió también. Lo que significa que puedo seguir aprendido de cada situación en mi vida y de cada persona que comparta momentos, y de cada… ¡perro? ¡Eso es! Pampa me ha enseñado muchas cosas sin siquiera ser mía, entiendo ahora que como dice el mensaje, el apego y esa sensación de pertenencia por las cosas y los seres no tiene por qué enseñarte nada por sí mismo. Sino que somos nosotros al relacionarnos que lo permitimos.
Me doy cuenta que ese gran miedo de estancarme o retroceder en aquellos aspectos que sentía había mejorado en mi relación anterior, era solo eso: un miedo. Porque por el contrario había logrado permíteme aprender muchas cosas en este año.
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