El loquito Manuel

El loquito Manuel

IGnus

06/07/2020

Para Silvia era casi un ritual.
Todos los días pasaba caminando por la plaza donde alguna vez había estado el Italpark. Era como una manera de recordarlo, de rendirle homenaje al parque que hizo las delicias de sus sentidos cuando era niña, y se convirtió en algo todavía mucho más querido cuando, más crecida, logró entrar a trabajar en él.
Cuando lo cerraron, sintió que una parte de su alma se iba con el parque. Un pedacito de su ser se disolvió entre las luces que se apagaron, entre los juegos que ahora parecían muertos.
Caminaba, y recordaba los lugares donde estaban los juegos. Acá estaba el Pulpo, allá la Corkscrew, ahí la Super 8…
En eso, sus nostalgias fueron interrumpidas por un señor bajito, vestido con un delantal anaranjado, y armado con una regadera de plástico vacía que le decía:
—¡Por favor, señorita, apártese un poquito que tengo que regar la Super 8!
A Silvia le gustó que le dijeran “señorita”, pero se preguntó si todos los patitos del tipo estaban en fila.
—¿Regar la Super 8?
—¡Claro! Todos los días riego los juegos del Italpark. Antes de que estuviera yo, el cuidador anterior se olvidaba de regarlos, ¡por eso se secaron todos! Pero estoy seguro de que para la primavera van a volver a brotar. ¡Ah! Mucho gusto, me llamo Manuel.
—Mucho gusto, Manuel —Silvia se dio cuenta de que definitivamente a Manuel no le llegaba el agua al tanque— Pero me parece que tu regadera está vacía…
—¡No! ¡Para nada! ¡Si acabo de llenarla! Tal vez lo que pasa es que no podés ver el contenido. Aquí llevo ilusiones y sueños, risas y esperanzas. Todo eso es necesario para hacer brotar los juegos de nuevo. Algunas personas no pueden ver nada, porque ya perdieron la inocencia.
Luego de decir esto, disculpándose, Manuel salió corriendo:
—¡Tengo que seguir regando! ¡La primavera llega mañana, y tengo poco tiempo! ¡A la noche de mañana renace el Italpark!
Silvia se quedó mirando cómo el loquito se alejaba, y en su corazón sentía una inmensa ternura. ¡Ojalá fuera tan fácil! ¡Ojalá el querido parque pudiera volver a brotar de la tierra como si fuera algo vivo!
La noche siguiente, no pudo evitar concurrir a la tácita cita que tenía con el loquito Manuel. Algo en su corazón le decía que tenía que ir. No podía resistirse.
Cuando llegó, la plaza estaba desierta, excepto por Manuel, que corría de un lado para el otro como un enajenado.
—¡Hola niña! ¡Qué bueno que viniste! ¡Está sucediendo! ¡El parque está brotando!
Silvia quería ver lo mismo que Manuel, pero para ella, la plaza seguía igual de desierta que antes. Pese a tanto verde, el lugar parecía más muerto que nunca.
Fue entonces que sucedió algo increíble.
Manuel, que había dejado la regadera en el suelo, corrió hacia donde alguna vez estuvo el Samba, y gritó:
—¡Vamos que ya empieza!
Silvia no daba crédito a sus ojos, cuando vió a Manuel comenzar a flotar en el aire, y dar giros vertiginosos, mientras cantaba con voz de falsete un antiguo tema de Queen. El rostro del hombre denotaba una felicidad increíble. De verdad se estaba divirtiendo.
Silvia recordó las palabras de Manuel: “Algunas personas no pueden ver nada, porque ya perdieron la inocencia”. Entonces trató de recordar cómo era estar en el Italpark cuando era niña. Una enorme e incontenible sonrisa asomó a su rostro, y sus ojos se iluminaron. ¡El parque en todo su esplendor apareció ante ella!
Cientos de personas pasaban por la avenida. Algunas pocas, caminaron por la plaza. No obstante, ninguna de ellas pudo observar a Silvia y a Manuel divirtiéndose como locos en el fantástico Italpark. Sin duda todos ellos ya perdieron la inocencia.
“Ellos se lo pierden”. Pensó Silvia, y corrió al próximo juego.

NOTA: El Italpark, era un parque de diversiones ubicado en Buenos Aires. Fue cerrado a causa de un accidente que costó la vida de una niña. No obstante, formó parte importante de la infancia de muchos, entre los que me cuento.

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